19 DE MAYO

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Corría la mañana del 19 de mayo de 1397, cuando la sangre de un humilde fraile franciscano regaba el suelo de los refinados palacios nazaríes de la Alhambra de Granada. Y lo que prometía ser una mañana más de la primavera andalusí impregnada de azahar y de romero se convirtió en el día más importante de la vida de una pequeña villa aragonesa en el cruce de los ríos Jalón y Henar.

Cetina, como cada mañana, se despertaba entre el canto de los gallos y los cascos de las caballerías ajena a lo que sucedía a cientos de kilómetros de distancia.  Quizá alguien presintiera algo… Quizá los pájaros callaron… Quizá las lluvias de mayo habían engalanado como nunca los campos que años atrás había labrado Juan Lorenzo, un joven que buscaba dentro de su alma una respuesta profunda que el mundo le negaba.  Un joven enamorado de Dios que vivió su vocación hasta sus últimas consecuencias. Jamás los siglos le darían otro hijo más grande ni más preclaro. Jamás la Divina Providencia daría otra luz más brillante a las mieses y los prados de Cetina que la que aquél día iba a encumbrarse a los mismísimos pies de Sierra Nevada. Y es que cuando una vida se entrega de manera generosa, se sea creyente o no, a nadie deja indiferente.

Como no podía ser de otra manera, en cuanto se supo la noticia Cetina grabó aquél día en su corazón con la certeza de que nada ni nadie lo había de arrancar jamás… ¡19 de Mayo! Aquél día paró su reloj. Y ahí sigue.

Porque todos los pueblos tienen sus fiestas y todos presumen de lo buenas que son, que duran una semana, que llevan los mejores espectáculos, que sus gentes y sus peñas son las mejores, que nadie son más generosos en invitar a los forasteros... Pero Cetina, tiene la gloria de tener por patrón a un paisano. Y eso es mucho decir. A su mejor hijo. A cuyo nombre acompañan los suspiros más profundos, ya de angustia ya de gozo… ¡ay, san Juan Lorenzo bendito! Así lo oímos de niños de los labios de nuestras madres y abuelas, y así, con el devenir de los años nos vamos apropiando sin pretenderlo cuando aquellos labios ya se cerraron hace años.

… 19 de mayo es sentir un escalofrío que recorre el cuerpo, una respiración contenida cuando al arrancar la hoja del mes de abril se busca ansioso esa fecha sabiendo que allí está congelada el alma de todo un pueblo desde hace más de seis siglos.

… 19 de mayo es llorar amargamente en la distancia mirando el reloj y viviendo cada minuto como si de una eternidad se tratase.

… 19 de mayo es mojar la almohada al despertar entre el gozo y la congoja.

… 19 de mayo es mirar la mesa y saber que el hueco que tantas veces estaba ocupado nadie lo volverá a llenar.

… 19 de mayo es un golpear de palos de su dance, un repique de castañuela camino de la plaza al romper el día, un tintineo de campanillas…

… 19 de mayo es olor a pez y llama de antorcha. Son palmas nerviosas y gritos de júbilo en la madrugada al terminar su Contradanza.

Allá por el siglo XVII Cetina juró con voto de sangre “celebrar la fiesta de nuestro santo patrón san Juan  Lorenzo cada diecinueve de Mayo mientras que el mundo sea mundo”… Y así fue hasta 2020 cuando por primera vez en la historia Cetina no tuvo su dance. Cetina se quedó muda… y así sigue. Por segunda vez así será. Y es difícil. Muy duro. Jamás se había olvidado la promesa, jamás se había roto el juramento. Los danzantes, fieles a la llamada de la Cofradía, habían repetido su ritual año tras año sin más cambios que los que los tiempos querían marcar sin imprimir carácter. Cada año era la ilusión de ocho niños la que iba cuajando en cada día de ensayo. El bailar cada tarde durante más de veinte días para que nada saliera mal. El aprender los versos de memoria y que la emoción no pueda sobre el tesón el 19 de mayo. Que cada lazo esté en su sitio, cada puntada con su hilo. Que no falten los claveles rojos.  Porque si algo tiene el 19 de mayo es que el dance, desde la víspera lo es todo. Su música, el eje de la fiesta. Su sentimiento, el alma de todo un pueblo ¡Si pudiera detenerse el tiempo en esa mañana, si cada segundo fuera inagotable, si a cada paso camino de la plaza le siguiera otro paso eterno…!  Hasta ahora todo pasaba y todo volvía…. Pero ya no. Cetina se contrae. Quiere llorar. La pena la ahoga. El Zagal no bajará al pueblo ni el Mayoral dejará cerrado su rebaño.

Hoy la comida será breve en comensales y platos. Hoy el paseo de la tarde no será igual. Será raro…

A veces Cetina se despierta de noche y piensa que no, que es una pesadilla, un mal sueño. Pero al encender la luz de la mesilla allí está la mascarilla para recordarle que no es así. Esta noche será otra más aunque sea 19 de Mayo… Las madrugadas mágicas de su Contradanza han callado. La noche no huele a la pez de sus hachas. Las luces de la Plaza no se apagarán de nuevo. Las palmas no se van a escuchar. Nadie simulará  la piedra del afilador con sus silbidos. El diablo… ¡diablillo inquieto!... no trepará hasta lo más alto, ni saltará la silla, ni se oirán risas por su muerte. No. Quizá algún despistado silbe entre dientes esas dos líneas de pentagrama que llenan dos horas del 19 de mayo. Pero será sólo eso: un silbido, o quizá una nana para dormir a un niño que llora (como a todos nos durmieron)… Una añoranza vaga perdida en la noche con ansias porque pasen otras 364 de esperanza.

Que pase mayo. Vete ya, no te queremos. El verano es un suspiro. El otoño pasará como pasan sus hojas caídas. El invierno traerá tristezas. ¡Ay, primavera… qué ganas te tengo! Te llevarás los hielos y traerás verdor en los campos. Y habrás de traernos lo que tanto ansiamos: el 19 de Mayo. Ese día que nada ni nadie podrá arrancarnos jamás….


“el diecinueve de mayo

no creo haya cetinero

que no estés en su memoria

en España o extranjero”

 (de un dicho del dance)


El corazón de todo un pueblo se quedará sin latir hoy. No habrá risas. Sólo murmullos confiados al cetinero preclaro, al humilde franciscano, al mártir de la Alhambra, al Apóstol de Granada. Lo volveremos a mirar como tantas veces y él nos seguirá abrazando, como siempre. No habrá fiesta pero él, “el Sol de Cetina hermoso” estará ahí para seguir interpelándonos con vida y con su muerte…


… “tú que desde esa otra orilla

ves las cosas con sosiego:

Si el hombre sin Dios es hombre,

o es siempre Caín artero.

Si cabe hallarle salida

a este mundo hostil y ciego.

Si conduce a alguna parte

esta locura de vértigo.

Si tiene sentido el odio,

si es posible el hombre nuevo,

Y si aún pervive la raza

de los grandes cetineros,

Que saben morir por algo,

como tú, san Juan Lorenzo”

(de un dicho del dance)

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