LOS HIJOS DEL MOLINERO 2ª PARTE

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Portada (1)


Uno se para a pensar que sofisticada obra de ingeniería hidráulica llevó al artífice de la presa del molino, el azud, a construir a más de un kilómetro de distancia, aguas arriba, para conseguir un desnivel de unos 20 metros y conseguir así la fuerza necesaria para nutrir el molino que produciría las harinas de trigos, cebadas, centenos, avenas y quién sabe qué otros cereales.


En la obra “Los veintiun libros de los ingenios y de las máquinas” de Pedro Juan de Lastanosa, escrito sobre el año 1600 nos podemos hacer una cierta idea de la complejidad de un molino harinero y los distintos tipos y variantes que en él se recogen. El que nos ocupa se trata de un molino de canal para desviar la corriente del río.


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“Esquema de un molino de 1600”


Romano, árabe, de época medieval, denme algo de tiempo para poder descubrirlo, por el momento les contaré el desenlace de esta historia. Nos situamos ya a comienzos del Siglo XX, donde entra un personaje que lo cambiaría todo. Constantino Ramos Millán era natural de Morón de Almazán, de la provincia de Soria, nacido en el año 1889 y casado con Facunda Primitiva Mariscal Latorre.  Compró el molino a D. Tomás Germán Jabal en el año de 1919 por valor de 1.125 pesetas, adquisición que se había efectuado dos años antes, el 6 de diciembre de 1917 en contrato privado.

El molino estaba dividido en tres partes, el salto de agua que discurre a tenor de la pendiente de la calle, suficiente para impulsar el rodezno, la estancia propia del molino donde contenía la piedra que efectuaba la molienda, y la casa vivienda donde vivía el molinero.

Bajo la casa se encuentra el cárcamo o cárcavo, que es el hueco donde gira el rodezno. Ésta es una bóveda de cañón de piedra de sillar, perfectamente construido. Con una gran deposición de carbonato cálcico en las paredes. Hoy todavía fluye el agua por este conducto y siempre hemos podido escuchar el peculiar sonido que produce el agua que recorre a gran velocidad el salto hasta golpear en el cárcamo.


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“Cárcamo del molino”


En el año 1932 el ayuntamiento republicano de Embid de Ariza, vende a éste un pequeño trozo de terreno junto al molino “para la colocación de un motor eléctrico movido por gases pobres y dar al público y abonados con la fuerza de dicho motor la luz o alumbrado con el fin de que sea constante y mejoras a la población.” Aquí comenzó el momento que muchos aun recuerdan del alumbrado de Embid de Ariza producido por el molino de Embid de Ariza. Por el día molía y por la noche generaba luz.

Se construyó un depósito de agua con dos compartimentos que servía para arrancar el movimiento del molino en los momentos en que el agua de la acequia disminuía, especialmente por los turnos de riego para los campos y huertas. Éste funcionaba a semejanza de los molinos de cubo, actuando como un “cubo de presión” para ganar altura en el salto de agua y aumentar la energía potencial, de esta manera se podía conseguir que con una menor cantidad de agua la fuerza con la que incidía el chorro de agua sobre el rodezno fuese mayor.


Cubo

“Depósito de agua”


Entrada

“Entrada al salto de agua”


Constantino tomaría a su cargo a Eustaquio Mariscal, hermano de Primitiva, que además era mi abuelo, para ayudarle en el molino y en el horno. En 1930, Eustaquio declara como oficio el de molinero en el documento de filiación del reclutamiento de Calatayud. Trabajará en el molino y al terminar la guerra se hará cargo de forma principal ya que Constantino había fallecido de ambas industrias.

Durante la República, entre los años de 1931 y 1936, se hizo nueva la casa donde se localiza el actual horno de Embid, el último que estuvo en funcionamiento, en la carretera. El primer piso fue sala de baile hasta el principio de la Guerra Civil sirviendo también de alojamiento para soldados. El horno fue construido por maestros valencianos que trajeron modernos ladrillos refractarios para formar la bóveda típica de este tipo de horno. Al terminar la guerra Antonio Mariscal, sobrino de Constantino y Primitiva comienza como aprendiz de panadero con doce años de edad.

Toñín Maríscal, hijo de Antonio nos cuenta, “Recuerdo a mi tia-abuela Primitiva, de su ropa gris de abuela, gordeta, con genio. Vivía en la parte de la casa del horno que ahora es cocina, salita y dormitorio, por donde subía la chimenea del horno, bueno para el invierno y no tanto para el verano. Yo dormía con mi padre en un plegatin que sacaban en lo que ahora es la sala de la casa, donde estuvo la oficina de la Caja de Ahorros, de la que mi padre también era responsable. Todavía está la caja fuerte empotrada. Mi padre que había sido radiotelegrafista era también panadero, tendero de ultramarinos, taxista y bancario

En 1955, Primitiva Mariscal, ya viuda y sin hijos, vende a Eustaquio Mariscal el molino que ya concluía su actividad, éste ya se definía como casa habitación, ante la inauguración del transformador de “Saltos Unidos del Jalón” para el suministro de energía eléctrica al pueblo de Embid, finalizaba el uso eléctrico del molino también. El progreso abre una puerta y cierra otra.



Transformador

“Inauguración del transformador eléctrico”


En los años sesenta, mi abuelo Eustaquio migra a Zaragoza, junto con mi abuela María Esperanza, nos cuenta Miguel Mariscal, “que allí encontró en la calle Delicias un molino y se encargaba de moler e ir luego a repartir con el jefe la molienda. Molían de todo trigo, cebada, maíz... y había una pequeña tienda en la que ayudaba a pesar las cosas cuando los pedidos del molino escaseaba”

Yo nunca conocí el molino, ya llevaba 25 años parado cuando yo nací, y la casa si se presentaba ahora como una habitación. Sin embargo siempre estuvieron las piedras posadas en la fachada a ambos lados de la boca del cárcamo, como grandes esculturas inamovibles. Mi abuelo me contaba que en alguna ocasión, al subirlas por el barranco para “entrarlas” en la casa, no dejaba que absolutamente nadie le ayudara, por el riesgo que conllevaba, su manejo y su peso. Conservamos alguna pequeña pieza, la de tallar la piedra para hacer las ranuras donde los cereales se machacan entre ambas piedras, con sus recambios de metal pues era habitual su uso. También me contaba la importancia de la velocidad de giro, pues una gran marcha podía quemar la harina al elevar la fricción.

Cuanto trabajo, y cuántas anécdotas, ahora mis hermanos y yo desempolvamos las historias, y la pluma hace el resto, bueno, el teclado, aunque todavía me sigue gustando más la tinta, esa es una puerta que no se cerrará nunca.


Molino

“Casa vivienda del Molino”


Jorge Mariscal

Asociación Histórico Cultural de Embid de Ariza

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