EL ARDAL Y LA FUENTE DEL PINCHÓN DE ARIZA

La semana pasada nos pusimos las botas para ir a Cimballa. Quedamos sorprendidos al conocer que el nacimiento 'por derecho' del río Piedra está en esta localidad de la vertiente zaragozana del Alto Jalón. Los Ojos de Cimballa alimentan de agua el cauce del río y permiten, entre otras cosas, la belleza del Monasterio de Piedra. Nos llamó la atención su molino, que no pudimos visitar por dentro, pero gracias a esta publicación, recibimos y aceptamos gratamente la invitación a conocerlo por parte de la familia Lozano Vázquez, sus propietarios.

Esta semana nos vamos a visitar otro paraje que tiene el agua como protagonista y, también en este caso, goza de gran importancia, pues la captación de agua de boca de Ariza se hace de este manantial. La Fuente del Pinchón es una excursión obligatoria para todo arizano o arizana que, como es de mandar, ha pasado más de una tarde en El Ardal. Y como no podía ser de otra manera, es un camino para andar con nuestras botas puestas. Así que hoy #MePongoLasBotas para conocer el lugar de romerías y fiestas campestres de Ariza, donde generaciones y generaciones han compartido comidas y risas, así como excursiones para bajar la tripa al manantial donde, según dice la leyenda, apareceremos en Nueva Zelanda si caemos en su poza.

Salimos del Hortal, donde hemos estado visitando el mercadillo de ASAEME y comprando alguna cosita, para tomar la carretera que, cruzando el paso a nivel y dejando atrás el campo de fútbol y la piscina, sigue camino hacia Villel de Mesa. Unos kilómetros más allá, torcemos a la derecha, cruzando el Puente las Aguas, para tomar el camino de tierra que nos lleva hasta El Ardal. Este paraje moteado de mesas y bancos de madera, con una caseta de piedra para hacer las barbacoas, es el lugar donde las gentes de Ariza pasan divertidos las horas en sus fiestas preferidas. El lugar, desde luego, invita. Un frondoso pinar en la Dehesa Carnicera, de unas 600 hectáreas, repoblado en los años 50 y 60. Aquí, en la primavera y el verano, se tiene que estar de maravilla. Hoy, para qué negarlo, nos hemos pelado de frío, pero el paisaje y el silencio nos ha ayudado a pasarlo muy dignos.

La aridez del terreno y el paso de agua, crea en todo este entorno una sensación como de estar en el Cañón del Colorado. De hecho, podemos ver formaciones rocosas por todos lados que nos recuerdan, en miniatura, al Lejano Oeste. El agua mana de casi cualquier lado y el terreno calizo cede al poder de los barrancos, creando preciosos cortados de colores arcilla y ocre, que contrastan con el verde de los pinos y del prado. Subimos desde allí, arroyo Pellejero arriba, en busca del lugar de donde sale todo este agua. Seguir el cauce es sencillo, pues está entre un pasillo de juncos y de árboles, pero el camino se complica en algún pequeño tramo. Sin embargo, no pasa nada, aventureros nos hayamos y cruzamos si hace falta saltando piedras y charcos.

En el paseo, divisamos el nido de un Águila Perdicera mientras seguimos por la ribera plagada de chopos y juncales, por donde podría bajar un agua a raudales que el frío de la noche ha convertido en hielo. ¿Estará helada también la fuente y la poza de la que cuenta la leyenda que comunica con el otro extremo de la Tierra? Narran los más viejos del lugar, que una yunta de bueyes que tiraba una carreta, se cayó a la poza de la Fuente del Pinchón y ni los bueyes ni el arriero se ahogaron, sino que aparecieron en Nueva Zelanda. Historias que se contaban para meter miedo y que nadie se tirase y se ahogara, o eso espero... Nosotros no vamos a intentar probar nada y menos ahora, casi en invierno. Lo dejaremos para otra jornada. 

El caso es que cuando llegamos, de hielo nada de nada. Una buena poza en la que no nos bañaremos ni ahora, ni en verano, por si desaparecemos, rodeada de juncos y zarzales. Un buen 'chorro' de agua que sale de la roca, que como por arte de magia brota de donde parecería solo haber secarrales, y que llena de vida toda la zona. Una visita más de las que 'molan' porque podemos disfrutar de un gran paisaje, de la tranquilidad del campo, de la aventura de cruzar sin mojarte ni caerte en algún 'charco', y de respirar este aire que tenemos, ese que si pudiera meterse en botes, lo venderíamos bien caro.

La semana que viene volveremos a ponernos las botas para visitar nuestros lugares y contaros nuestros descubrimientos. Volveremos a disfrutar de conocer el Alto Jalón desde los sitios más representativos y patrimoniales, hasta los más escondidos y entrañables. Con la obsesión de conocernos primero para después hacernos exportables, seguiremos explorando bajo este cielo que se nos abre de posibilidades cada vez que vamos a uno de nuestros pueblos. Hasta la semana que viene. Aquí te espero.