CUANDO LA QUEJA PERJUDICA TU SALUD

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Seguro que todos tenemos identificados algunos “quejicas” en nuestro entorno, incluso es posible que nosotros mismos también lo seamos. Y pensamos que quejarnos es gratis…

¡Pues no es! Es muy importante conocer que la ciencia ya ha demostrado que un tipo determinado de queja es altamente perjudicial para nuestra salud, incluso puede literalmente “matarnos lentamente” …


Pero, ¿por qué nos quejamos? ¿Para desahogarnos? ¿Para fastidiar a los demás y amargarles la existencia? ¿Sirve de algo quejarse?


Lo primero que tenemos que distinguir son dos tipos de queja:


A. La queja constructiva, la que sirve para mejorar procedimientos o para crecen como profesionales y como seres humanos. Entonces la queja o, mejor dicho, el destacar áreas de mejora pasando a la acción, es un acto constructivo y asociado con la mejora continua. Este tipo de queja es la “sana”.


B. La queja que no tiene ninguna utilidad, la que solo sirve para desahogarnos y generar incomodidad en nuestro entorno.


Obviamente el segundo tipo de queja es la que perjudica notablemente nuestra salud. ¿Por qué?


Aunque a simple vista nos parezca que desahogarnos ya tiene utilidad, ¡es una trampa! Ya que es totalmente contraproducente para nuestro organismo.

Para comprenderlo mejor tenemos que recurrir a la neurociencia: Cuando te quejas continuamente, el cerebro entiende que es necesario generar un hábito porque interpreta que hay amenazas continuas, libera cortisol y genera un estrés añadido.

Para conseguirlo crea “caminos” de conexiones neuronales que te llevan a quedar atrapado de forma inconscientemente en el vicio de la queja, haciendo que te concentres en todo lo negativo y mermando tu capacidad de ver lo positivo que te rodea.


Y ¿cuál es la consecuencia emocional, además de la física?, pues que al ver solo la parte negativa de las cosas acabamos cayendo en la frustración y, con el tiempo, en una posible depresión.


¿Qué podemos hacer pasa salir del círculo vicioso de la queja?


1. Intenta ser consciente en el momento en el que te estés quejando. Para y reflexiona: ¿sirve para algo? ¿estás ocasionando malestar innecesario?

2. Piensa en dos alternativas: O haces algo para solucionarlo o ¡cállate!

3. Anota cuantas veces te quejas inútilmente al día. Y diferencia las inútiles de las útiles. Adopta la actitud de mejora constructiva con las que sean de utilidad y pasa a la acción. Haz algo, por insignificante que te parezca, habrás empezado a romper el círculo vicioso.

4. Antes de quejarte, imagina una balanza. Pon en un lado los aspectos más negativos (eso te será fácil) y esfuérzate por dar valor a otros aspectos que pueden ser positivos y ponlos en el otro lado de la balanza. Te ayudará a ser más objetivo y ¡más feliz!


En la vida siempre habrá motivos para quejarnos, pero también para ser felices. Todavía estás a tiempo… ¡No pierdas la capacidad de ver lo positivo!



Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

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