INVASORES

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El residente


Hace unos días leyendo un artículo en un periódico de tirada nacional, hablaba sobre el machismo, los indicios que lo manifestaban y las medidas a tomar para ir cercando cada vez más este grave problema de la sociedad. Repare en una frase que inmediatamente llamo mi atención: “Mirada invasiva”. No hay que ser muy espabilado para darse cuenta de que en el contexto que estas leyendo, la mirada no es para otear y preparar una invasión militar.


Enseguida me sorprendí a mí mismo incluyéndome en el grupo de los invasores y por tanto un maldito machista más.


Incluso me avergoncé de mi mismo. Todas esas veces que había reparado en el cuerpo de una mujer, observando unas veces más discretamente que otras; sus curvas, sus senos, sus piernas, me habían convertido en un indecente invasor, mi mirada por supuesto ya la habían calificado como invasiva, presumo que con la idea de enmarcarla entre las sucias.


Seguí leyendo con el cuerpo un poco descompuesto y continué descubriendo que, halagos y galanterías referidas a la belleza femenina constituían un ataque contra la integridad de la mujer. No hare comentarios sobre como calificaban los piropos, porque incluso me pareció entender que se pretendía que los propagadores de determinadas lisonjas o exabruptos, según fuese el pregonero, tuvieran un tratamiento delictivo con sus correspondientes consecuencias penales.

Uffff….. Empecé a preocuparme, a mi edad resulta difícil enfrentarse a determinadas acusaciones.


Me levanté, me puse un vino y, para aliviar mi conciencia pensé que, quizás las mujeres también tendrían “miradas invasivas” y también miraban de soslayo o fijamente los cuerpos esculturales masculinos, observando bíceps, pectorales y culos marmóleos. Repare en que los machos y las hembras en la naturaleza se escogen por sus atributos físicos; el ciervo más fuerte, el pavo real de plumaje más espectacular, el pez de colores más vistosos y, todos y cada uno de ellos cuando llega el periodo de reproducción hacen ostentación de su fuerza, belleza y colorido, mirando y dejándose mirar.


Empecé a sentirme mejor, cuando me vino a la cabeza una imagen, una de esas civilizaciones que tapan y esconden la figura femenina con sayones y velos….¡Entonces comprendí!.... así evitaban la “ mirada invasiva”. Sin duda esos bárbaros u otros parecidos eran los inventores de la frasecita.


Respire aliviado, podrán acusarme de muchas cosas, pero nunca consentiría que me encuadraran con esos bestias miopes.


Me cuesta creer que las mujeres que conozco no admitan sin reparos la sutil galantería ni el halago de su belleza. Para ello es necesaria la mirada, supongo que unas veces más sostenida y otras más superficial. Ahí, creo que radica el grado de invasión, mientras la primera puede manifestar interés y atención, la segunda puede denotar indiferencia.


Hombres y mujeres han buscado durante siglos como atraerse y para ello necesitan antes que nada mirarse para poder gustarse. Tanto unos como otras usan sus armas sin que en ningún caso en civilizaciones como la nuestra tengamos que avergonzarnos de contemplar la belleza del sexo contrario, eso provoca la atracción, que precede en algunos casos al entendimiento y que puede terminar en relación.


En ningún caso me voy a sentir mal por haber mirado a una esplendida hembra de mi especie con la mirada de macho pretendiente, aun intuyendo que seria el ultimo de su rebaño que escogería.

Los que vivimos en civilizaciones occidentales sabemos que quien elige es la mujer( quiero suponer que antes al menos, habrá echado una ojeada). Es cuestión de gustos, posibilidades, afinidades y en algunos casos necesidades.


Al final casi siempre cada oveja escoge su pareja o, parejas.


P.D: En ningún momento he hablado del amor, ha sido intencionadamente. He tratado de mirarnos como los primates que somos (si, de los más espabilados, pero, primates) y no como unos acomplejados y pusilánimes animales de compañía en que algunos pretenden convertirnos.



El Residente.

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