NO DEJES QUE LA TRISTEZA TE ATRAPE

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La semana pasada vimos que, a pesar de que a todos nos gusta estar alegres, en la alegría no “todo es oro lo que reluce”, y que mal gestionada puede llegar a ser patológica.


Con la tristeza ocurre todo lo contrario: ¿a quién le apetece estar triste? A nadie.


La tristeza es una de las emociones más importantes del ser humano y la sentimos en nuestro cuerpo como una debilidad, decaimiento, nos baja la energía y todo supone un esfuerzo mayor… A nivel emocional suele bajar el estado de ánimo, tendemos a aislarnos, aumenta la sensibilidad y la necesidad de llorar.


Sin embargo, la tristeza también es necesaria para evolucionar y superar situaciones de pérdida, aunque ello suponga un dolor emocional intenso…


¿Os acordáis cuando estábamos creciendo y nos dolía la parte delantera de los muslos, las pantorrillas o detrás de las rodillas? Seguro que sí. Y nuestros padres nos decían que era porque estábamos creciendo, que era un dolor necesario para poder crecer. Así nos conformábamos, porque le dábamos una utilidad a ese dolor.


Lo mismo ocurre con la tristeza. Como aparece ante una decepción, una desilusión o una pérdida de algo o de alguien, el sufrimiento y el dolor emocional que sentimos es necesario para aceptar la realidad, la pérdida y poder aprender a vivir sin ello o a luchar con más fuerzas para conseguir nuestras metas.


Pero es importante tener en cuenta que la tristeza es un proceso temporal y que si se alarga mucho en el tiempo puede llevarte a poner foco solamente en lo que has perdido o en aquello que anhelas, pero que no puedes tener, y a obviar todo lo bueno y positivo que tienes en tu vida. Cuando esto ocurre puedes quedar atrapado en la frustración y derivar a largo plazo, en depresión.


¿Qué podemos hacer?


Aceptar la tristeza como un proceso humano. Identifícala, reflexiona y permítete sentirla (te trae información muy valiosa).


Debe ser temporal. No permitas que se instale en tu vida como un catarro crónico, siempre puedes contar con la ayuda de un profesional.


Busca apoyo social. Procura no aislarte y comparte como te sientes con personas de tu entorno, desahógate. Te sentirás mucho mejor y reforzarás tus vínculos afectivos. (Compartir los momentos malos con los seres queridos nos une a ellos, mucho más que si solo compartimos los buenos).


Busca soluciones, toma decisiones o aprende a vivir sin lo que has perdido. Para conseguirlo, trata de poner foco en todo lo bueno que tienes en tu vida, dale valor y decide cuidarlo para no perderlo ¿Qué vas a hacer para conseguirlo? ¡Pasa a la acción!


Sin embargo, cuando la pérdida es muy grande y el dolor emocional es muy intenso el proceso de duelo incluye a más emociones que la tristeza. La semana que viene nos centraremos en las fases del duelo y en las emociones implicadas en cada una de ellas.


Mientras tanto, recuerda que en la vida siempre habrá motivos para estar tristes y para estar alegres. Así funciona nuestra “balanza emocional”. Y solo tú puedes mantenerla en equilibrio…




Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

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