​LAS FUENTES DEL JALÓN

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Jose Manuel Lechado


Los ríos también forman parte del patrimonio y en el caso de nuestra comarca, surcada por un buen número de cauces fluviales, es obligado hablar del protagonista principal: el no siempre bien apreciado Jalón. Un río accidentado que en sus doscientos y pico kilómetros de longitud atraviesa desfiladeros, valles y llanuras a través de una cuenca que antes de llegar al Ebro ha pasado por las dos Castillas y Aragón.


Aunque hoy no vamos a hablar de todo el río, sino de una de sus secciones, puede que la más singular: el nacimiento, ese paraje donde nos encontramos con el más alto de los Jalones. Y hago bien en usar el plural, porque el río que nos da nombre es muy particular y, pese a su modestia, nace de dos fuentes.


La primera, y no la considero así porque sea más o menos importante que la otra, sino por respetar el orden alfabético, es la de Benamira. A poca distancia de esta aldea del alfoz de Medinaceli se localiza, en efecto, uno de los manantiales de nuestro río. Hoy en día es fácil llegar hasta ella, pero lo cierto es que hasta hace muy poco el lugar estaba de lo más descuidado: la surgencia se encontraba en medio de unos sembrados, comida de carrizos y cardos borriqueros y era difícil acercarse hasta allí aunque sólo fuera para echar un vistazo.


Por suerte, en septiembre de 2024 el paraje fue acondicionado gracias al esfuerzo de la Asociación de Amigos de Benamira. Un grupo, por cierto, digno de aplauso por su empeño en mantener vivo un pueblo vapuleado por la que, sin duda, es la mayor amenaza que sobrevuela la comarca: la despoblación. Pues bien, estos Amigos lograron, a base de insistir, que se acometieran las obras necesarias para despejar el afloramiento del manantial y ponerlo en valor.


A muy poca distancia de Benamira, no llega a tres kilómetros, nos topamos con la otra fuente, la de Esteras de Medinaceli. Es la más conocida, pues fue arreglada y señalizada para los visitantes hace muchos años. Lo del «arreglo», en realidad, es relativo. Desde mi punto de vista es una pena que no se haya respetado el aspecto natural de la surgencia. No sólo aquí, sino en tantos ríos españoles: parece que las confederaciones hidrográficas encuentran cierto placer en echar cemento alrededor de los manantiales y ponerles encima casetas con un contador. Pero bueno, el lugar no está mal de todas formas. Es fácil de localizar porque está a medio paso del pueblo y tiene un pequeño parque alrededor. Si el día es soleado resulta muy agradable escuchar el murmullo del agua a la sombra de los árboles.


Los dos brazos de los que nace el Jalón se unen en medio de una chopera bastante amena situada a pocos metros del casco urbano de Esteras. A partir de este punto el Jalón es sólo uno y en su recorrido cruzará sierras, bosques y campos, pasará cerca de ciudades ibéricas, romanas y árabes, bañará los muros de un sinfín de castillos y, al final, reunido con sus numerosos y hermosos afluentes contribuirá a hacer del Ebro el más grande de los ríos peninsulares.


Dicen las malas lenguas que Benamira y Esteras mantienen una polémica por determinar cuál de las dos fuentes es la auténtica, la genuina, la indiscutible. Una disputa innecesaria, tal vez imaginaria y que, desde luego, es poco probable que acabe en una batalla campal. Porque según datos censales recientes (2023) Esteras cuenta unos diecisiete habitantes y Benamira tres.

En tales circunstancias, y teniendo en cuenta que del Nilo se suelen considerar dos ramas, la blanca y a azul, ¿por qué iba a ser menos nuestro río, que desemboca en el mismo mar que el famoso río africano?

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