La voz de Carmen Viciana se coló este jueves en Pasajeros al Tren con la naturalidad de quien habla desde el corazón. Su intervención, durante la emisión especial desde la Residencia Fundación El Molino de Ariza, fue una de esas ráfagas de ternura y vocación que recuerdan por qué el trabajo en el cuidado de personas mayores es, ante todo, un acto de amor.
Carmen llegó a la Fundación tras un cambio radical de vida. Antes de la pandemia trabajaba como camarera, pero el COVID la dejó, como a tantos otros, sin empleo. Fue entonces cuando decidió apuntarse a un curso de atención sociosanitaria impulsado por la Comarca Comunidad de Calatayud. Con 48 años y sin saber si le gustaría cuidar de personas mayores, se embarcó en una nueva etapa formativa. “No suspendí ningún examen”, contaba con una mezcla de orgullo y humildad. Hoy, casi tres años después de su primer día, Carmen sigue en Ariza, entra a trabajar cantando y asegura que no cambiaría su empleo por nada.
“Para trabajar en una residencia hay que tener vocación”, repitió varias veces a lo largo de su intervención. Y es que, más allá de la formación técnica —que ella defiende con firmeza como esencial—, lo que marca la diferencia es esa mirada, ese gesto, ese canto con el que cada mañana Carmen comienza su jornada. “Cuando paso la puerta se me olvida todo. Me gusta atenderles, cuidarles, cantarles. Me gusta mi trabajo”.
Su testimonio fue también una reivindicación del valor de las residencias y del cambio de percepción social hacia estos centros. “Todavía hay quien me pregunta cómo puedo trabajar aquí, como si fuera un castigo. Pero para mí no lo es. Yo entro feliz”, confesó, desmontando estigmas con la misma naturalidad con la que acomoda una manta o sirve una merienda.
Carmen vive en Alhama de Aragón y cada día se desplaza hasta Ariza sin que le pese el trayecto. “No me da pereza venir, porque me gusta lo que hago”, repitió con la firmeza tranquila de quien ha encontrado su lugar en el mundo. Su relato es también el de una generación que no se rinde, que se reinventa, que demuestra que nunca es tarde para estudiar, para cambiar de camino o para encontrar sentido en lo cotidiano.
“Estas personas están en su último ciclo de vida. Se trata de hacerles agradable la estancia”, dijo al final de la entrevista, resumiendo con delicadeza lo esencial. Y en esa tarea, ella no solo les da cuidados. Les da música, les da presencia, les da vida.
El aplauso con el que se despidió su intervención fue más que merecido. Fue el reconocimiento a una trabajadora que cada día entra cantando, y que hace del cuidado una forma de cariño. Porque en el corazón de la Fundación El Molino, Carmen no solo trabaja: florece. Y con ella, también lo hacen quienes están a su cuidado.
Escucha aquí la entrevista completa.
JALON
NOTICIAS.ES
Comentarios