En 1953 el dictador Francisco Franco firmó unos acuerdos con el gobierno de Estados Unidos en los que se establecía la cesión de la soberanía nacional española a cambio de que Washington lo mantuviera en El Pardo hasta que se muriera de viejo. Puede que suene excesivo, ya que en la propaganda oficial se habló de un acuerdo amistoso en el que, a cambio de ceder unos terrenillos para unas bases militares yanquis, España saldría del aislamiento internacional que sufría desde el final de la Guerra Civil, acontecido catorce años antes. Pero la verdad fue distinta, como pronto se verá.
En esos tres lustros de «paz» la dictadura franquista había sido incapaz de hacer nada a derechas (qué paradoja): el país se encontraba sumido en la miseria y el atraso como nunca antes en su historia. La «Nueva España» había retrocedido medio siglo en todos los campos y seguiría así mucho tiempo después, a pesar de los tratados susodichos y las inversiones extranjeras que, poco a poco, elevaron el nivel de vida aunque muy despacio.
No hay que engañarse: a cambio de una limosna cuyo efecto más significativo fue el enriquecimiento de los próceres de la dictadura y la conversión de España en un parque de atracciones para el proletariado europeo occidental, nuestro país perdió la poca soberanía que conservaba para transformarse en un títere de los intereses gringos. ¿Sigue sonando excesivo? Bueno, el más somero análisis de los procesos históricos demuestra que cuando un país tiene tropas de otro acantonadas en su territorio, es que ha sido ocupado. Es verdad que en esto no sería distinta España al resto de Europa occidental, salvo en un detalle: Francia, Bélgica, Italia o Alemania habían sido invadidas por los ejércitos aliados. Pero España no: Franco se la regaló a los yanquis. Y si aún queda alguna duda al respecto, en ese tratado de amistad y cooperación ¿estaba previsto que España pudiera desplegar bases de su ejército en territorio estadounidense si se diera el caso?
No, no estaba previsto, y lo cierto es que luego de esta bajada de pantalones franquistas, Estados Unidos cumplió la promesa de velar por la dictadura todo lo que hiciera falta. Bien puede decirse que este debe de ser uno de los poquísimos tratados que la potencia norteamericana ha respetado en su corta historia… para desgracia de nuestra nación y beneficio del dictador y los suyos.
¿Qué tiene que ver esto con el patrimonio del Alto Jalón? Pues que de este despropósito histórico queda, para la vergüenza, una cicatriz que cruza la península Ibérica y tiene una presencia notable en nuestra comarca altojalonera. Me estoy refiriendo al oleoducto Rota-Zaragoza, que atraviesa el valle de punta a cabo como la correría medieval del caballero de Vivar, pero sin épica y con peores consecuencias políticas, económicas y ecológicas.
Este largo oleoducto de más de ochocientos kilómetros se construyó a toda prisa entre 1955 y 1956, con la tinta de los tratados aún fresca. Su misión era asegurar el suministro de combustible a las diversas instalaciones militares estadounidenses desplegadas en nuestro país, desde la base naval de Rota hasta la aérea de Zaragoza, pasando por otras como la de Torrejón, cerca de Madrid.
Por desgracia, esta tubería era algo más que una conducción de combustible, pues de inmediato se convirtió en un objetivo militar primario para la Unión Soviética. Así, la incompetencia como gobernante del antiguo oficial de infantería F. Franco, unida a su ambición sin límite, hicieron de España un blanco para el arsenal estratégico soviético. Y nuestro valle alto del Jalón no quedó libre de esta amenaza que podía haberlo borrado del mapa en un segundo. De hecho, aún puede ocurrir: los misiles, hoy rusos, siguen apuntando a nuestras cabezas.
Por otro lado esta instalación ha representado un gasto notable para el erario público, ya que la seguridad del larguísimo conducto quedó a cargo no de Estados Unidos, sino de la policía y el ejército españoles. Es decir, de nuestros impuestos. Una seguridad cara y por otra parte ineficaz: no hay manera de vigilar en serio una obra de cientos de kilómetros de longitud y de hecho este oleoducto ha sido más de una vez blanco de atentados y sabotajes como los protagonizados por el Grupo de Acción Carlista en 1970, cerca de Zaragoza, o el de los Grapo en 1991, en la Alcolea de Córdoba. Nada impide que pueda ser atacado en el futuro en cualquier tramo de su recorrido.
Por si esto fuera poco, en 1998 la tubería reventó en las proximidades de Écija y derramó en el Genil casi medio millón de litros de combustible, una auténtica marea negra que devastó la zona y que igual que pasó allí podría haber acontecido en el Jalón con las consecuencias fáciles de imaginar. Aún puede ocurrir, porque esta infraestructura heredada de la Guerra Fría sigue ahí, en pleno uso.
Ah, sí, es verdad: luego de unos años bajo gestión estadounidense el oleoducto pasó a manos españolas, en concreto a las de la Compañía Logística de Hidrocarburos. Este detalle, como la broma de las «bases de utilización conjunta», no cambia la esencia del problema, menos aún en un tiempo en el que se pretende ir dejando atrás el uso de combustibles fósiles. No estaría mal empezar este propósito clausurando el oleoducto de marras.
En lo que nos afecta a los altojaloneros, los registros y señales de este símbolo de la colonización estadounidense se pueden encontrar por todas partes mancillando nuestro paisaje sin dejar el menor beneficio a los locales. Es decir, como tantas otras infraestructuras a gran escala que cruzan el territorio porque sí. Pero el oleoducto tiene más fondo: es, como queda reseñado en el título, un patrimonio prescindible. No es esta historia la que nos interesa conservar. Es una herida en la tierra que nos recuerda, un día tras otro, que España sigue siendo un país sometido, como casi todos los de Europa, a los Estados Unidos de América.
Así pues, como defensor del patrimonio y voz que clama en el desierto, digo: que se lleven sus barcos, sus aviones, sus marines y su petróleo a donde les quieran, que no es aquí. Más claro: a la porra el oleoducto y… ¡jao! A ver si dejamos de hacer el indio de una vez.
(Nota: las fotos de este artículo son obra de Asun González Robles.)
JALON
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