​LA TORRE INCLINADA DE TERRER

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Jose Manuel Lechado



Aunque hay una torre inclinada famosísima en Italia, no cometeré el error de decir aquí eso tan manido de «la torre de Pisa del Alto Jalón». Dudo mucho de que los italianos al hablar, por ejemplo, de la Capilla Sixtina, suelten algo tan chusco como «el San Baudelio de Berlanga romano», ¿verdad? No, este tipo de comparaciones inoportunas sólo se hacen en España, que es una nación acomplejada y un tanto aculturada. Para poner mi granito de arena en la solución de este asunto haré lo más lógico, que será llamar, a la torre inclinada de Terrer… Pues eso: la torre inclinada de Terrer.


Pero antes diré algo acerca de la iglesia a la que está pegada la torre susodicha, templo barroco del siglo XVIII construido sobre obra mudéjar previa y puesta bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Asunción. De la parte mudéjar hoy sólo permanecen los bajos del ábside y, por supuesto, la torre-campanario.


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Vista de la iglesia desde la carretera: la inclinación es bien patente.


La iglesia barroca, mayormente levantada en ladrillo, presenta planta en cruz latina con naves laterales y coro sobre el pórtico de acceso. La cubierta se resuelve con bóveda de cañón y cúpula en el crucero. De su decoración cabe destacar el soberbio retablo del altar mayor y, como curiosidad, el asiento del órgano. Sólo asiento, porque aparte de la base para situar teclado, fuelles y tubos, no hay nada más. Un hermosa estructura de madera que hace más patente la ausencia del instrumento musical.


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Foto izq. Vista de la nave central. Foto dcha. La cúpula sobre el crucero, que en el exterior cambia la forma circular por el octógono de influencia mudéjar.

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Foto izq. El retablo dedicado a la Asunción contrasta con la ligereza decorativa del resto del edificio. Foto central y dcha. Dos vistas del asiento del órgano. Por desgracia falta el instrumento propiamente dicho.


El aspecto externo de la iglesia, como su interior, es muy sobrio, sin más adorno que la hornacina situada encima del arco de la puerta. Sólo la torre mudéjar rompe la monotonía y lo hace de forma espectacular. Hablemos de ella.


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Puerta de acceso al templo, barroca pero sin excesos.


El cuerpo bajo de la torre ha sido fechado hacia el año 1400, aunque algunos autores consideran que podría haberse levantado en torno al siglo XI. En este caso ya no hablaríamos de mudéjar ni de torre-campanario, sino de una construcción árabe y del minarete de una mezquita. Sea cual sea la verdad, no cabe duda de que la torre presenta una estructura típica de minarete almohade: planta cuadrada con machón central en cuyo hueco intermedio se siguen uno a continuación de otro los sucesivos tramos de escalera que llevan al cuerpo superior, donde se alojan las campanas.


Esa parte alta, de construcción más tardía, no desentona con la base pese a que ésta es algo más ancha y, desde luego, mucho más adornada, con tracería de ladrillo en sus cuatro caras. Una filigrana que en otro tiempo se complementaba con decoraciones en cerámica vidriada. Sin embargo, los restos que permanecían de este alicatado fueron eliminados en la última restauración y se decidió no reponerlos.


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La iglesia desde el caserío. La apariencia sobria se compensa con la decorada torre y, también, con el cimborrio octogonal tan típico de las iglesias de la zona.


Un detalle constructivo muy interesante lo encontramos en la cubierta interior de las escaleras de la torre. Se resuelve mediante una serie de falsas bóvedas de ladrillo por aproximación de hiladas. Este elemento, unido a otros que ya hemos comentado, relacionan el estilo de la torre-campanario de Terrer con el de otras edificaciones mudéjares de los alrededores, como las de Calatayud o Torralba de Ribota, por ejemplo.


Vayamos ahora al meollo de este artículo, que es la torre inclinada o, más bien, la inclinación de la torre. Por supuesto, no es la única de estas características en la zona. La Torre del Reloj de Ateca, sin ir más lejos, presenta también una inclinación más que notable. Como le pasa, aunque de manera menos acusada, a su vecina la torre de la iglesia de Santa María. Sin irnos muy lejos, aunque fuera ya de los dominios altojaloneros, la hermosa Calatayud exhibe no una, sino varias torres mudéjares a cual más inclinada.


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En esta imagen podemos apreciar la extraordinaria labor de los alarifes mudéjares: nadie como ellos para trabajar el ladrillo.


¿A qué se debe este fenómeno? ¿Es que los alarifes mudéjares no conocían la plomada y levantaban sus torres a ojo? ¿O se trata de una maldición local? Pues ni una cosa ni la otra: no hay mayor misterio que la propia naturaleza del terreno a orillas de esta parte del Jalón, donde el subsuelo abunda en arcillas expansivas. Este tipo de material presenta  la característica de que si no te lo curras con los cimientos (y a veces ni por esas) puede suceder que el peso del edificio cause un desplazamiento irregular de la base donde se apoya.


El resultado puede ir desde la aparición de grietas en las fachadas hasta el derrumbamiento total. O, en lo que nos ocupa ahora, que las torres se inclinen de forma preocupante. La de Terrer muestra un acusado desplome lateral que se observa muy bien cuando se llega al pueblo, con Madrid a la espalda, por la antigua carretera nacional.


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Otra vista en la que, de nuevo, podemos apreciar la notable inclinación de la torre.


Como suele ocurrir en otras construcciones de este tipo aquejadas del mismo problema el cuerpo superior de la torre no está alineado con el inferior, sino desviado en un ángulo compensatorio que pretende distribuir mejor las cargas y aliviar algo la tensión que sufre el edificio.


Aunque las torres inclinadas siempre generan preocupación y conviene mantener la vigilancia para constatar si la cosa se agrava, la de Terrer parece haber alcanzado una situación estable. Lo que nos lleva a la otra propiedad inherente a las torres inclinadas: que llaman la atención. Por eso animamos hoy al lector a visitar este pequeño pueblo del Alto Jalón que además de su iglesia y su torre equilibrista esconde otros tesoros como la noria de la Alhóndiga o las naves de la Azucarera. Pero de estas cosas ya hablaré otro día.

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