DESPEDIDA DEL PUEBLO A UN VECINO ENTRAÑABLE

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Hay gente en los pueblos que, cuando se van, dejan un poso en todo el mundo. Pasan por la vida de sus vecinos dejándoles una huella. Su singularidad y sus hazañas hacen que sean tema de conversación de mayores y pequeños. Les convierten motivo de añoranza, de risa o de alabanza. Hay gente en los pueblos que llena de sonrisas los corazones de generaciones sin ni siquiera darnos cuenta; ni ellos ni nosotros.

Es el caso de Ángel Palomar, "El Angelito". Todos los que hemos estado cerca de Arcos de Jalón, viviendo o viniendo, le hemos conocido y le echaremos de menos. De hecho ya lo hacíamos, porque hacía mucho tiempo que no veíamos su andar contento y su contoneo a ritmo de bamboleo eterno. Ha dejado un hueco en el pueblo como todo el que se va, pero nos ha llenado de historias y de momentos que recordar con una sonrisa. La que él nos dejó dentro.

Si la situación hubiera sido normal, no habría cabido la gente en el entierro. Son muchos los que se han acercado al periódico para expresar sus condolencias. Es el caso de la vecina de Arcos de Jalón, Mayte Maroto. Ella ha querido recordarle de esta emotiva manera:



"Se nos ha ido, en un frío día de diciembre. Adiós, Ángel Palomar, más conocido como “El Angelito”.

Algunos le han conocido en estos últimos tiempos y no conocían de sus peculiaridades. Era todo un artista dentro de sus posibilidades.

De oído y sin conocer una nota, sacaba su armónica y voilà, boquiabiertos nos dejaba, interpretando con precisión fragmentos de bandas sonoras.

Era de los más cinéfilos de Arcos de Jalón, no se perdía un film. En lo alto, en el entresuelo, rodeado de mocosos y adolescentes que no paraban de molestar. Ahí estaba el Angelito, poniendo orden sin éxito hasta el momento de apagar las luces. Su conocimiento de la filmografía abarcaba la cartelera del Numacia y del Lux. En aquella época era casi casi de estreno.

Siempre al lado de su carrito de repartidor, esperando al coche de la Renfe. “No se toca”, decía alto y claro. ¡Ahí sí que se enfadaba!, cuando algún gracioso se lo cambiaba al fondo de la plaza.

Qué se puede decir de sus dotes de contar y narrar sus propios sucesos. ¡Eran insuperables!

¡Y cómo le gustaban las damas! Ninguna chica de Arcos se quedó sin escuchar aquello de “donde vas guapetona”. Siempre correcto, educado, sin perder esa sonrisa sincera de la que pocos disponen.

Adiós a un vecino de Arcos de Jalón, conocido y querido. Siempre formarás parte de la historia de nuestro pueblo."


Mayte Maroto

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