El año ha comenzado y el invierno es el momento propicio para curar los chorizos y jamones resultantes de la matanza. En todo el Alto Jalón, la tradición matancera se ha ido perdiendo en favor de los embutidos industriales o, en el mejor de los casos, de los productos artesanales que se realizan en las carnicerías de la comarca.
A pesar de contar con productos de calidad hechos en la comarca, todavía hay familias en las que se conserva la costumbre de realizar matanza por -"el sabor de toda la vida que le damos en casa, que es el que nos gusta y no se puede comprar"- como nos dice Tomasa Gandul, vecina de Velilla de Medinaceli. En el pueblo -"ya no matamos al cerdo, no se puede, pero lo compramos al Riosalido en Arcos y nos lo sube hasta casa"- nos dice Tomasa, a la que le apunta alguna cosa su marido, algo más lejos del teléfono, mientras nos comienza a explicar el proceso mediante el que dejan -"orear al cerdo durante toda una noche y luego mi marido lo despieza, le saca los lomos, los jamones, todo..."-. Después meten las piezas en salmuera, aliñan la carne y la pican para embutirla con la máquina -"con la que se ha hecho toda la vida, nada de automáticas"-.
-"Mientras tengamos fuerzas lo seguiremos haciendo, no hay nada mejor como hacerlo en casa"- nos dice Tomasa Gandul antes de reconocernos que gracias a hacerlo todos los años, los jamones que se van comiendo los tienen curando por lo menos dos años. En Velilla de Medinaceli tienen frío y aire suficiente como para hacer un buen secadero. Justo antes de que nos autoinvitemos a probar sus embutidos caseros, nos hace la boca agua con su técnica para curarlos: -"Los jamones los subimos a la cámara y los chorizos los ahumamos con el fuego. No es que hagamos humo, pero una lumbre y cogen el sabor. Son un par de días de trabajo y de fiesta, es especial"-.
Ese día, la casa de Tomasa huele a picadillo y su pimentón, a rebanada de pan tostada al fuego, a salmuera, a familia y a recuerdo. -"No hemos podido juntarnos la familia para hacerlo con todo esto del covid. Estamos solos mi marido y yo. Vivíamos en Arcos, pero este año con lo del virus nos hemos quedado aquí y estamos mejor. En Navidades han venido mis hijas y nos hemos turnado. Cristina, la mayor, estuvo una noche y Laura, la pequeña, la otra"-.
Nos despedimos de Tomasa, su familia y su matanza, que nos ha descrito con cariño y esmero, entre recordatorios de sus panales de abejas que daban rica miel pero se murieron, su libro de 1910 de los pueblos de Soria, que ya comentaremos y las vistas desde su ventana de Velilla de Medinaceli, su pueblo y el de su marido, que aunque vino de la Mancha -"siempre dice que es soriano"-.
JALON
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