PUREZA

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Hace 8.000 años ya se bebía vino. Por lo menos eso se desprende de los restos hallados en una excavación arqueológica en la actual Georgia. En aquella época, el vino se guardaba en ánforas, las cuales previamente habían sido enterradas en el suelo. Uno de los objetivos de esta práctica, era que el producto tuviera la mayor estabilidad térmica posible. Muchos de ustedes habrán visto, visitado o incluso serán propietarios de una bodega de pueblo. Excavar la roca a cierta profundidad nos daba lo más parecido posible a una nevera actual, lo que provocaba una mejor conservación del vino. Teniendo esto en cuenta, trataremos de proteger en la medida de lo posible nuestras botellas de los cambios de temperatura. Si compramos y bebemos no hay mayor problema, pero si queremos hacer una mínima guarda, descartaremos cualquier zona con esas variaciones térmicas. Una pequeña vinoteca es una inversión mínima que nos permitirá conservar mejor y otra cosa importante, beber nuestra botella a la temperatura adecuada. Por qué no, un tinto ni se bebe a temperatura ambiente ni procedente del frigorífico. Según el tipo, tendremos una horquilla de entre los 13 y 18 grados para poder disfrutar en plenitud de este.

El auge de los vinos naturales, es decir, elaboraciones lo menos intervencionistas posibles, respeto a la naturaleza, evitar la adicción de químicos... Creo que ya se van familiarizando con todo esto con el paso de los artículos; también conlleva una vuelta a los orígenes, a prácticas ancestrales. De ahí, que quisiera comenzar el artículo con las primeras huellas de estas acciones. Otro de los grandes enemigos del vino, si no el mayor, es la oxidación. Es decir, la acción sobre el líquido del oxígeno. Si usted abre una botella, bebe la mitad y la deja abierta durante varios días, comprobará como el producto tras esos días, nada tiene que ver con recién abierto. En cuanto a las prácticas en bodega, actualmente, tras elaborar, el resultado se guarda en depósitos estancos, huevos, barricas llenas, en botellas perfectamente selladas etc. ¿Qué sucedía en la antigüedad? No disponían de esa tecnología, por lo que además de aislar lo máximo posible del oxígeno el vino, trataban de elaborarlo para asegurarse la máxima longevidad. Una de las técnicas empleadas era la de la maceración. Este proceso consiste en mantener el mosto en contacto con la piel de la uva (hollejo) previa a la fermentación, o incluso en la misma. Una maceración larga, genera mayor cantidad de sulfitos naturales que protegen al vino de la oxidación. Recordar también, que el tiempo del contacto de los hollejos con el mosto iba a determinar el grado de color del tinto, y que un mínimo contacto nos llevaría al rosado. El vino blanco, no realizaría esa maceración, ya que tradicionalmente se prensa la uva y se retiran los hollejos del mosto. ¿Y qué pasaría si maceráramos el mosto procedente de las uvas blancas? Vamos a conocer el vino naranja o como podremos leerlos por ahí, Orange Wine.

Su origen se remonta a la zona de la actual Georgia, siendo esta zona actualmente una referencia en este tipo de elaboraciones, al hilo de todo lo explicado anteriormente. Como decía, el auge de lo natural y la vuelta a lo ancestral, han llevado a la primera plana estos tipos de vino. El tiempo de maceración señalará la profundidad del color naranja o ámbar, además de la tanicidad (el tanino es tomado de la piel de la uva, por lo que los blancos tradicionales no lo tienen) y la intensidad aromática. Es decir, serán vinos blancos a medio camino de un vino tinto, con características propias de ambos.

Pepe Mendoza es otro de esos sabios que os advertí pasaría por estas páginas. Además de gestionar la bodega Enrique Mendoza, de origen familiar, en 2015 puso en marcha su proyecto propio, como no, en su zona de origen, Alicante. Casa Agrícola es una bodega construida en 1900 sobre un riu-rau de origen arabe. 12 hectáreas plantadas entre 1920 y 1970 con variedades autóctonas como Giró y Moscatel. Tuve la oportunidad de visitarle en 2019 y disfrutar de su pasión y sabiduría, además de catar sus maravillosas obras embotelladas.

Pureza es una de ellas, de las que más me impresionó. Al estilo de los blancos “brisat” que se hacían en la zona, y como os comentaba denominados actualmente vinos naranjas o blancos en contacto con las pieles. Moscatel de Alejandría en su totalidad, vinificado totalmente en seco (es decir, no presenta dulzor). El mosto y las pieles fermentan en tinajas de barro, con levaduras indígenas. Posteriormente pasará a ánforas para afinarse durante seis meses, más otros cinco en botella.

El resultado es un vino aromáticamente muy seductor, con unas nítidas notas de pétalos de rosa, flores secas y piel de naranja. En boca es muy fresco, con un gran volumen.

Cerrando un círculo de miles de años. No me digan que no es bonito.


Vino


Pureza. 18€.

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