A TORNA DOS PASAS ESCOLMA 2009 (MAGNUM)

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En la jerga del mundo del vino, hacer una comida/cena de sobaquillo, es acudir a un evento con tu propia botella. Lógicamente, puede ser en casa de una de las personas invitadas, o incluso en un restaurante. Si la reunión es en dicho restaurante, lo primero es acordar con el mismo las normas del juego. Evidentemente, el encargado deberá acceder a que los comensales aporten sus propias botellas y no consuman las que él dispone. Si la respuesta es afirmativa, el local podrá hacer negocio con la comida, o bien puede acordarse un descorche, consistente en cobrar una cantidad fija por botella aportada, para cubrir los gastos generados en el servicio del vino. Si nos reunimos ocho amigos, y cada uno aporta una botella, (no me crean, casi nunca nadie trae una botella solo), serán mínimo ocho copas por persona. Si, si vas a beber grandes vinos, lo suyo es cambiar las copas. Imaginen el trajín de copas, y servicio de las mismas. También, mantener las botellas a temperatura, a la espera de salir al ruedo en su debido momento. Les traía este tema al artículo, para contextualizar donde bebí el vino del que vengo a hablarles hoy. Efectivamente, se trató de una de estas comidas de sobaquillo.

Hace ya unos cuantos años, cuando empecé a sentir el gusanillo de este mundo, estaba ávido de conocimiento. El lugar más accesible actualmente para encontrar cualquier información es Internet, por lo que era cuestión de tiempo acabar en foros de personas con las mismas inquietudes. Pues si, las redes sociales, además de para insultar al personal bajo el anonimato de un seudónimo, también sirven para conocer a gente, profesionales, aficionados, técnicos, de todo. Pasar del mundo virtual al real, es el siguiente paso. Un grupo de ya amigos, que deciden quedar para conocerse, comer bien y lógicamente beber mejor. Surgió la primera quedada maña, donde personas de todo el país se reunían en Zaragoza. No fue en esa primera quedada donde bebimos el A Torna dos Pasás Escolma 2009 magnum, fue en una posterior. Pero hablemos primero del formato.

La coletilla “magnum” indica el tamaño de la botella. En este caso, quiere decir el doble de capacidad que la habitual, 75 centilitros (cl), es decir litro y medio (1´5 l). 75 cl y 1´5 l son los tamaños más habituales, pero existen más, Doble Magnum (3 l), Jeroboam (4,5 l). Imperial (6 l). Salmanazar (9 l). Baltasar (12 l). Nabucodonosor (15 l). También las hay más pequeñas, media botella o un cuarto (formato benjamín).

¿Pero por qué las botellas estándar tiene75 cl? Parece más sencillo que fueran de un número redondo, ¿un litro? Existen diversas teorías, qué si este tamaño era el quinto de un galón (medida de capacidad de los países anglosajones); qué si los sopladores de vidrio no tenían capacidad para soplar más; bueno, de acuerdo, pero que quieren que les diga, yo me voy a quedar con la teoría que más me gusta, y es que en la Francia napoleónica, un sabio dijo que esa medida es la óptima que una persona debe de beber en una cena.

Volvamos al vino. A mi Galicia me encanta, y dejo para próximos artículos hablarles de sus vinos. Así que mis aportaciones en estos eventos de sobaquillo provienen la mayoría de las veces de ahí, lo que se ha convertido en una bonita tradición, tradición que esperamos recuperar tras la maldita pandemia. En este caso aporté una creación de Luis Anxo Rodríguez, encuadrado en la denominación de origen Ribeiro, ¿pero Ribeiro no eran esos vinos blancos que daban dolor de cabeza?, tranquilos que hablaremos largo y tendido sobre esto. Uvas autóctonas de la zona, Brancellao, Caiño y Ferrol, crianza en barricas de roble francés durante doce meses y Galicia y sus paisajes embotellados.

Cuando alguien les dice que prueben ese tomate, esa manzana, y lo hacen, su cerebro viaja en el tiempo, para buscar los aromas y sabores de esos productos que usted probó en su día. Y pueden decir, esta bueno, pero no tanto como aquellas manzanas que cogíamos del árbol de niños. Los recuerdos en mi memoria de este vino, me sirven de medida de la calidad del vino. Recuerdo su frescura, la fruta por encima de cualquier nota de la crianza, el monte, seda en boca. Cambiante, cada visita a la copa, añadía un matiz nuevo. Sencillamente emocionante.

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