LA PUERTA DE BLAS- MEDINACELI Y YUBA -1934

|

88effcca2a80805435d4491921847c37


Andaba D. Jacinto en su farmacia de Medinaceli aquella fría mañana de invierno de 1934, cuando vio venir a Blas, del lugar de Yuba, cargado con una puerta. Blas ató, la caballería a la reja del edifico de la farmacia y descargó la puerta que llevaba. Al ver la escena Jacinto salió a saludarlo. “¡Hola Blas! ¿Cómo con tan mal día se atreve usted a venir a la carpintería?


No señor, es que le traigo a usted esta receta, respondió Blas. Jacinto empezaba a alucinar… "¡Cómo!, ¿Dónde va usted con esa puerta tan enorme?" Pero Blas seguía a lo suyo, indiferente a todo, se cargó la puerta a las espaldas y resueltamente penetró en la botica diciendo. Es la receta D. Jacinto, es la receta….


D. Jacinto pensó que a Blas se le había ido la cabeza o que estaba perturbado. Entra en la farmacia con una puerta enorme y dice que es la receta, con el peligro de llevarse por delante los tarros, vitrinas y botes de vidrio, con aquella descomunal puerta. Pero Blas llevaba razón el médico había escrito la receta, adivine donde querido lector. Efectivamente en la puerta, ahí estaba escrita la receta.


Pero tan descomunal desaguisado, tiene una explicación razonable...


La noche anterior, Blas bajó de Yuba a Medinaceli, a buscar a D. Quirico, el médico, dado que su hijo estaba muy enfermo. Era una noche de nieve y ventisca, pero D. Quirico aparejó su caballería y junto a Blas llegó a Yuba a reconocer al muchacho. El parte médico decía que el muchacho se encontraba en un “estado atrésico, a causa de una prolongada enteritis y dispepsia”, vamos que estaba muy malamente y la situación hacía temer un desenlace mortal.


Después de decirle a la madre que no le diese papillas indigestas, D. Quirico echó mano a su bolsillo para, en un formulario o papel, escribir la receta, sin resultados positivos. Lo peor que “ni halló papel de ningún género donde recetar y en aquel mísero poblado de unas doce casas, donde sus moradores eran todos analfabetos, no pudo hallar papel.”


Ante tal situación, a D. Quirico no se le ocurrió mejor idea que escribir con su lápiz la receta en una de las puertas de la casa, con la esperanza de que el maestro, que tenía que subir al pueblo por la mañana, copiara la receta en un papel y Blas pudiera bajar a la farmacia a por el medicamento. Pero el maestro no pudo subir a causa del temporal de nieve y a Blas no le quedó otra que bajar con la puerta y la receta a la farmacia de D. Jacinto.


La noticia apareció en el Porvenir Castellano del 9 de febrero de 1934, firmada por uno de los columnistas habituales del diario, D. Ramiro de la Llana, reputado médico que ejerció en Almajano, Tardelcuende y Beltejar. D. Ramiro era hermano del cura de Aguaviva del que hablamos en su día.


De los personajes de la historia, encontramos al farmacéutico, Jacinto Palacios, muy querido en Medinaceli, que llegó a ser alcalde ocasional. Por cierto, el hijo de Blas se curó gracias a la receta que decía “Dispénsese… de Cloro Calcio un frasco. Firmado: Dr. Valladares”. La puerta volvió a su lugar, a la casa de Blas, después del periplo Yuba-Medinaceli y vuelta.


Una vez más a través de estas historias, vemos la grandeza de estas gentes, que se crecen ante las carencias y adversidades, olvidados siempre por las autoridades, pero apoyados en la solidaridad vecinal y una fuerza mental que los hace únicos. 

Comentarios