Es una tarea francamente difícil transmitirles, a través de estas palabras, unas pobres pinceladas de lo que fue Francisco Íñiguez Almech. Difícil, por el gran respeto que le tengo a su obra, inmensa, de la que me he encariñado como un tonto, porque verdaderamente siento que cuando una persona realiza un dibujo, independientemente de la técnica, de la maestría o de la edad, lo hace también con una parte de sí mismo que se transfiere al papel como un pedazo palpable de sus sentimientos.
Francisco de Asís Íñiguez Almech era el más pequeño de tres hermanos, nació en el Observatorio Astronómico de Madrid, el 22 de marzo de 1901, en casa de su padre el catedrático de Astronomía esférica y Geodesia de la Universidad Central, D. Francisco Íñiguez e Íñiguez, natural de Cameros casado con Dña. María Pilar Almech en el año 1890. Ella era natural de Zaragoza, hija de Lino Almech concejal del ayuntamiento de Zaragoza y propietario de Casa de la Vega, en Embid de Ariza, desde 1856. Desafortunadamente María Pilar fallecería tres meses después de nacer Francisco, dejando huérfanos de madre a sus tres hijos, José María, María del Pilar y Francisco.
Y es que era lógico que viviendo en un ambiente científico esta familia desarrollara tan majestuosas doctrinas. Francisco Íñiguez había estudiado la Licenciatura de Ciencias Físico-matemáticas e hizo el doctorado en Madrid. Impartió clases en el Colegio del Santo Ángel y logró la plaza de Profesor de la Facultad de Ciencias de Madrid, ganando por oposición la Cátedra de Astronomía de dicha facultad de Ciencias, en 1899 sería nombrado Director del Observatorio Astronómico. Entre sus diversas obras hay una en especial en la que la parte humana y espiritual de Íñiguez se hace latente, como a tantos científicos de esta época, “Aplicación del Análisis Matemático a las demás ciencias”. Esta memoria, que fue leída en el Ateneo de Madrid en 1887, resaltaba la importancia de que la ciencia no prescindiera de la filosofía, y para éste que era un ferviente católico, era esencial reconocer las consecuencias filosóficas de las leyes científicas que implicaban consecuencias a las preguntas metafísicas de la creación y el destino futuro de los seres.
“Pero la importancia de la ciencia no consiste tan sólo en los problemas que le pertenecen cuyas soluciones ha encontrado, ni en las necesidades de la vida que ha aliviado ó satisfecho: consiste principalmente en la luz vivísima con que ilumina cuestiones, antes oscuras y embrolladas, hoy claras y accesibles para toda inteligencia que no se halle debilitada por la preocupación.” Fco. Íñiguez e Íñiguez
Con este pensamiento y esta convicción educaría a sus hijos en las Ciencias y las Matemáticas y su hermano Santiago Íñiguez, capellán y administrador del Hospital de San José, les educaría en Letras y Humanidades. Pero lo que verdaderamente gustaba a Francisco, hijo, era la pintura, que llenaba de dibujos por donde pasaba y esta vocación fue manifestada a su padre que le obligaría a cursar paralelamente la carrera de Arquitectura mientras aprendería pintura con el valenciano Enrique Simonet y Luis Ferrant, de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando entre otros.
El Dr. Francisco Oliván Baile nos hace una pintoresca descripción de aquellos días en la Casa de la Vega, “Importantes en esta progenie fueron la casas de Madrid y Zaragoza, más la Casa de la Vega, situada entre las villas de Cetina y Embid de Ariza. Hermoso predio señorial que su importancia económica y afectiva tuvo en la vida de los Íñiguez Almech, con palacio, capilla-enterramiento, con tierra de labor de 1.100 hectáreas de secano y 64 de regadío. Por allí pasa el río Argadiles, sembrada de frutales y belloteros que, los jabalíes de los montes vecinos vienen a comer y beber en el río. Aquí venían a descansar, trabajando a su albedrío los Íñiguez: matemático y arquitecto. Biblioteca de clásicos castellanos y novelas del Oeste, que éstas, José María leía para huir de los problemas matemáticos, como antídoto. Dibujos y planos del arquitecto, por todas partes de la hermosa casa se veían. Balcones, en planta noble que daban a un paraíso vegetal, saliendo sobre el balcón central la piedra armera con motivos heráldicos de los Almech”
Mientras estudiaba arquitectura, el 30 de agosto de 1922 fallecería Francisco Íñiguez e Íñiguez, en la Casa de la Vega. Fue enterrado en el Cementerio viejo de Embid de Ariza, donde se conserva la sepultura de la familia Íñiguez. Con 24 años, en 1925, se titulaba oficialmente como Arquitecto y tras cumplir el servicio militar comenzaría su trabajo en una constructora de Madrid. Poco después contraería matrimonio con Pilar Herrero Serra hija de Félix Herrero Velázquez, en el año 1928.
En 1931 es nombrado profesor auxiliar de Teoría y Composición e Historia del Arte y Arquitectura en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid donde trabajó como docente pasando por diferentes cátedras, Teoría del Arte y Teoría de Composición de Edificios, Historia comparada de las Artes plásticas, Historia de la Arquitectura, entre otras. En el año 1932 es nombrado Arquitecto restaurador Jefe de la 2ª zona del Tesoro Artístico Nacional, realizando restauraciones en Álava, Burgos, Guipúzcoa, Huesca, Logroño, Navarra, Soria, Vizcaya y Zaragoza. En esta última ciudad realizará la restauración de la Iglesia de la Magdalena, la Muralla romana, la torre de la Zuda y el Castillo musulman de la Aljafería especialmente.
Realizó más de cincuenta publicaciones, entre las que quiero destacar las siguientes:
Durante mucho tiempo fue recogiendo datos e interpretando el significado de las escenas de los capiteles románicos, a veces, de difícil interpretación. Fue un gran conocedor de la historia del arte medieval español, jamás realizaría una obra de restauración sin un fundamento documental para ejecutarla lo más fiel posible a su idea original. En la restauración del tercer cuerpo de la torre de la Magdalena, en Zaragoza, eliminado por los profanos en el siglo XVIII, Íñiguez mandó descabalgar ese añadido y lo volvió a reconstruir en su primitivo estado partiendo de un croquis obtenido de un curioso plano de la ciudad de Zaragoza encontrado en la Biblioteca Imperial de Viena, el más antiguo que se conoce de la ciudad de Zaragoza, obra de Antón van Wyngaerde, de 1563.
Pero sin lugar a dudas, y este es uno de los dibujos que más me llama la atención es el realizado sobre el Castillejo de Embid de Ariza. A nuestros embidanos más curiosos les sorprenderá la aparición de dos cuerpos más, muralla y torre, que en la actualidad no existen. Y poco más les puedo decir, si de una reconstrucción hipotética se trata o si por el contrario pudo visionarlo hace casi un siglo que es de cuando podría estar hecho el dibujo. Lo que sí puedo garantizarles es que la rigurosidad con que ejecutaba cada trabajo a lo largo de su vida nos hace creer que no habría dibujado estas ruinas a la ligera.
En 1981 se le diagnostica cáncer y el 6 de agosto de 1982 fallece en la Clínica Universitaria de Pamplona. Cuarenta años desde entonces, y ya cien de la pérdida de su padre el astrónomo, parece apropiado, como si de un marcador matemático se tratase, hacer esta modesta reseña y recordarlos.
Y heme aquí abriendo con sumo cuidado el libro de “Apuntes de Arquitectura”, que con mucho ánimo editó Carlos Montes, donde pueden encontrar una multitud de dibujos de este gran arquitecto, de aquel joven que quiso aprender a pintar y que restauró una gran parte del patrimonio histórico de este país que tanto empeño tuvo en recuperar. En la “Breve historia de Zaragoza”, Íñiguez termina diciendo, “Pocas líneas más, porque tan sólo de desastres pueden hablar en este resumen apretado, que no entra en trazados, calles y casas posteriores, y se para en el destrozo de los Sitios, que una vez más arrasó Zaragoza y dejó como de milagro lo poco que en pie queda, como pasó con lo romano, y lo visigodo, y lo árabe y lo románico...¿cómo hubiera sido si no hubiese padecido tales trastornos?”
Por último quería dejarles con una frase recogida por Carlos Montes de José Antonio Íñiguez Herrero, hijo de Francisco.
“El lápiz llegó a ser para él como un pincel cargado de grises, desde el más débil hasta el negro, y con él modelaba, pintaba, más que dibujaba”
JALON
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