AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA-CETINA 1992

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Las guerras sacan lo peor y lo mejor del ser humano, la barbarie frente a la compasión. No somos capaces, ni tan siquiera de asimilar esas familias con niños, que huyen, dejando su vida enterrada entre los escombros de las bombas. Una vida que de la noche a la mañana se trunca, sin atisbar la más mínima esperanza. Pero la hemeroteca de hoy pretende ser una bocanada de esperanza en medio de tanta tristeza.


A estas horas de la mañana del jueves, el Alto Jalón y Espíritu Animal Rural partirán hacia Medyka (Polonia), en la frontera con Ucrania, para llevar la solidaridad entre los refugiados a pie de cuneta y para volver con una familia y traerla hasta Alhama. Suerte, compañeros.


Para la historia de hoy, nos remontamos a la guerra de Yugoslavia (1991-2001). En el año 1992 la Diputación de Zaragoza y el Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL), trajeron a 83 refugiados bosnios de ciudades como Sarajevo y Mostar, tan castigadas por la guerra y que tan triste recuerdo nos traen. Aquellas 83 personas fueron sacadas de un campo de refugiados de Macedonia y llegaron a Zaragoza.


Edina Redich de 28 años, era una de las refugiadas del grupo de 83 llegados a Zaragoza. Junto a su marido Senad, ex jugador de fútbol, salieron del infierno de Móstar y se establecieron en Cetina, con otro hijo de seis años.


Habían llegado en el mes de noviembre y a principios de agosto de 1993, la felicidad llegaba a las vidas de Edina y Senad. En el hospital de Calatayud, venía al mundo el pequeño Benjamín, el primer niño de padres refugiados de Bosnia nacido en Aragón y el segundo en España. De Mostar a Cetina. Como curiosidad en Croacia hay un río llamado Cetina y en Montenegro una ciudad llamada Cetiña.Rio y ciudad formaron en su día parte de lo que conocíamos como Yugoslavia. Quizás ese fuese el detalle que les hizo decantarse por el famoso pueblo aragonés, que le devolvió a una vida digna.


Para 2002, solo cinco familias de las venidas a Zaragoza en 1992 seguían viviendo en la capital aragonesa y se reunieron para conmemorar la efeméride, en el centro logístico del movimiento humanitario que los trajo. Hoy están felices de haber rehecho sus vidas lejos del terror de la guerra, gracias a la solidaridad.


Según me dicen, Edina y Senad ya no viven en Cetina, parece que se fueron a Barcelona, pero seguro recuerdan con gran cariño la acogida de este bonito pueblo y la generosidad de sus gentes.

Hace bastantes años un buen amigo de nombre Jesús, me dijo cuán importante es no poner la tirita antes que haya herida, o dicho de otro modo no preocuparnos por lo que ha de venir, aunque en muchas ocasiones, eso es prácticamente imposible. Hace unos diez años, se trasladó a Ucrania en busca de una nueva vida. Me contaba como sus buenos amigos ucranianos, le ayudaron a construir su casa, a tan sólo cuarenta kilómetros de la frontera rusa. El 6 de febrero fue la última vez que pude hablar con él, pero no me cabe ninguna duda que sus amigos ucranianos le ayudarán con la misma fuerza que las gentes de Cetina ayudaron a Edina y Senad y con la misma voluntad que las gentes del Alto Jalón muestran su solidaridad con esa furgoneta, que seguramente enfila ya carretera camino de la frontera entre Polonia y Ucrania. Tres ejemplos de cómo el amor triunfa siempre en tiempos de guerra, para vergüenza y bochorno de esos sátrapas que buscan en la matanza de inocentes, satisfacer sus miserables deseos egoístas.

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