LAS TRIBULACIONES DEL SR. CONDE-MONTUENGA DE SORIA ¿1782-1788?

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La vista del castillo de Montuenga siempre me produce una verdadera emoción. Estoy a la entrada a esa tierra soriana que quiero como propia, por donde corretearon los míos a lo largo de los siglos. Pero gracias a mi buen amigo Félix, he descubierto las propiedades terapéuticas del pilón de su pueblo y sus ilustres pececillos, que transmiten un sosiego y paz, digamos que indescriptibles.


También nuestro protagonista de hoy, José Antonio Conde, dejó claro que este pueblo soriano le marcó y marcaría la historia de su vida. Fue Conde arabista, historiador, miembro de la Real Academia, intérprete de José Napoleón I, (hermano de Napoleón), entre otras muchas cosas. Todo un genio en su época, injustamente poco reconocido. Dominaba el latín, griego, árabe, se defendía en persa y posiblemente en turco. Hablaba con fluidez francés, algo de alemán y vasco, en una época en la que el analfabetismo reinaba en España.


En 1788 su aspecto era tal que así: “De edad al parecer de unos veintiséis años, poco más o menos, estatura algo menos de dos varas (1,60 cms aproximadamente.), color moreno, lleno de cara y redondo, cejas grandes, ojos y pelo largo, negros”.


Había nacido en un pueblo de Cuenca llamado La Peraleja, en 1766, y estudió en el Seminario de San Julián de dicha ciudad (1781-1782). Pero se cansó pronto y tras un año abandonó el seminario. Todo parece indicar que acabó en el seminario debido a su tío sacerdote, que puso como condición que si querían heredar tenían que hacerse curas. Siguiendo con las tribulaciones del señor Conde, sabemos del aspecto del mismo, por una denuncia hecha contra él ante el Tribunal de la Inquisición en 1789, por “antirreligioso”. Llegó a decir que Jesucristo no vino al mundo, en aquella época, pero milagrosamente salió airoso, lo cual da fe de su valentía. Así, en 1782 sale del seminario y en 1789 lo tachan de antirreligioso. Curiosamente recibió las órdenes menores y obtuvo de manos del Obispado de Sigüenza el beneficio en Montuenga.


Antaño se popularizó una frase que decía: “ser cura es un buen trabajo, sobre todo si se era cura beneficiado”. El beneficio es un término de origen feudal que se refiere a la remuneración de un cargo. Para entendernos, que los curas cobraban en función de donde estaban y no del trabajo que realizaban o rango que tenían. Digamos que ser cura beneficiado o recibir el beneficio de una población no era mal negocio.


Todo parece indicar que entre 1782 a 1788, José Antonio Conde, fue cura de Montuenga de Soria. De hecho, alguna de sus obras las firma como “cura de Montuenga” entre 1804 y 1806, cuando ya vive en Madrid.


Leandro Fernández de Moratín, uno de sus mejores amigos, lo llamaba en sus cartas, sabio, el Moro, Mustafá, Guayloli, musulmán, Martín y cura de Montuenga. Conde se acabó casando con una sobrina de Moratín en 1816.  Nuestro protagonista, falleció en la más absoluta miseria en 1820.Moratín lo despidió con una Oda que empezaba tal que así “Adiós mi dulce amigo”.


El jueves 12 d abril de 1798, se publicaba en el Semanario de Agricultura y Artes, dirigido a los párrocos, un artículo sobre el azafrán que nos dirige el cura de Montuenga. Curiosamente aquí no aparecen sus iniciales J.A.C, con las que habitualmente aparece, pero en 1799, casualidades de la vida, José Antonio Conde (el cura de Montuenga, no sea que se nos olvide), traduce una obra titulada “Descripción de España de Al Idrisi”, donde hace alguna referencia sobre el azafrán. Conde había nacido en tierra de azafrán, pero curiosidades de la vida, en la Montuenga del siglo XVIII, también se cultivaba el azafrán. Pero nos quedamos con un extracto del artículo sobre el azafrán, de nuestro famoso cura: “yo también he pasado en el campo mis más deliciosos años, y no olvidaré jamás, las prácticas de labranza, ni las costumbres, ni apacible trato, ni el sencillo lenguaje que aprendí en él “. ¿Entiende ahora, amigo lector, la razón por la cual este genio se hizo llamar “cura de Montuenga”?


Pudo escoger cualquier seudónimo, más un hombre de una cultura como la suya, pero en su carácter retraído, tímido y humilde quiso conocerse como “el cura de Montuenga” y así ha pasado a la historia. Dando a conocer su excelsa figura y la de ese pequeño pueblo soriano.

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