A MI AMIGA, SOLEDAD

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María ha recibido una invitación para participar en un coloquio en el que se van a tratar varios temas. A ella le ha tocado hablar acerca de la soledad. Sabe mucho sobre ella y de cómo llenar sus días o convertirlos en lo más llevaderos posibles. Y también sabe de personas que viven la soledad en compañía. Triste soledad…


Cuando María tenía llena su vida de compañía, no imaginaba cómo habría de aprender a admitir como compañera a la soledad. Terminó considerándola amiga, terminó haciéndose selectiva en las compañías y llegó a molestarle toda presencia que no fuera la de su amiga Soledad. O aquella compañía que de verdad quiere, que de verdad le resulta amena y con la que el tiempo se hace corto.


Y María le hizo un poema a su amiga:


“Hoy quiero darte las gracias, amiga,

por las horas que contigo paso.

Insististe en ser mi compañera,

me aconsejaste que no parara,

que cosiera, pintara o leyera.

Tú y yo solas en el mismo cuarto.

Aunque no te aceptara al principio,

noche a noche pasamos el rato,

y me obligas, ingenua de mí,

escribiendo, a hacer algún garabato.

Hago incluso ingenuos proyectos,

que yo sé no se cumplirán.

Pero sola, contigo en la noche,

altas horas a las dos nos darán.

Y aunque raro a veces te parezca,

pero sé que todo esto es verdad,

quiero darte hoy, amiga, las gracias

por tu compañía, amiga Soledad.”

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