SIGUE BRILLANDO, DIAMANTE LOCO DE LA COLINA

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Foto tejar (1)


1981, una noche cualquiera, hace frío en la calle y son las doce de la noche. La noche, cuando se es tan descaradamente joven que apenas has usado el DNI, también Es descarada a esas horas.

Noctámbulos, locos, transeúntes de la noche... “Cuando se marcha el sol, la soledad se pone un ajustado traje de noche, se dispone a visitar a los solitarios, a sus fieles… besa a un mendigo y lo deja dormido en un portal… charla con una prostituta aburrida… la soledad compra algo en una farmacia de guardia… arropa y acuna a un niño o niña que se ha despertado… llega a tu casa y se tumba junto a ti… la compañía de los insomnes y solitarios… Soleá no es estar solo, es estarte a ti queriendo y tú querer a otro”. He vuelto a recordar estas palabras de Jesús Quintero, esta noche, inevitablemente. Y resuenan aún más en mi inconsciente. ¿Fuiste mi primer maestro sin darme cuenta?


Tal vez aquellas noches de inicio de los ochenta, donde no había teclas que pulsar ni canales donde indagar y perderse, casi ni libros donde trasnochar… Solo una radio y tú, la mayor complicidad posible que conformaba la mejor red social del momento. El loco de la colina fuera la primera ventana que muchos dejamos entreabierta para dejar pasar una mínima corriente cultural, que tal vez por mínima marcara para siempre la vida. Poesía, música, filosofía… Desde los primeros acordes del Shine on you crazy diamond de los Pink Floid, ya sabías que algo no iba a pasar, porque no tenía nada que suceder, lo peor podría ser que te durmieras al cuarto de hora. Pegado al aparato de radio, subiéndolo o bajándolo, sintonizando para escuchar mejor, solo escuchar una voz profunda, incluso un silencio tentador, un silencio acompañado por el sonido de un cigarrillo que se consume, algún verso conmovedor con el que ya cerrabas los ojos rumiando su sentido. Una reflexión sobre la soledad, la pobreza, la desesperanza, el desafío a la luna llena… La irreverencia de la nocturnidad caló en la mayoría de sus escuchantes. Hoy lo he vuelto a escuchar porque quien pulía el diamante que brillaba cada noche seguirá brillando mientras lo recordemos. Para algo nos sirven ahora las teclas, afortunadamente. Loco diamante, sigues brillando y el dial de la radio sigue buscando frescura. Soleá no es estar solo…

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