FANTASMAS

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Los muertos se aparecen, es un hecho comprobado, y más evidente cuando la perdida es reciente. una y otra vez vienen a buscarnos. Al volver a casa, detrás de la puerta, sentimos nítida su presencia y su espera. Cuando bajamos la guardia, escuchamos sus pasos y sus ruidos por las habitaciones. Reaparecen de golpe en una nota escrita con su letra, tararean dentro de nuestras cabezas, incluso dicen sus frases favoritas por nuestra boca.


En la calle a lo lejos creemos verlos entre la gente: su nuca, su corte de pelo, su manera de andar. Los recuperamos un instante por sorpresa, se nos desboca el corazón y después volvemos a perderlos. El impulso de contarles las buenas o malas noticias dura mucho tiempo, tal vez toda nuestra vida. hablamos con ellos a escondidas, en silencio pudoroso, algunos les rezan, revivimos queriendo o sin querer un recuerdo, un detalle nimio, una broma con sentido oculto que nadie más sabría descifrar, e inesperadamente nos asaltan las lágrimas. Las sombras también duelen.

Los relatos de fantasmas no tienen porque ser historias de miedo. Podemos hablar y encontrar a los ausentes por los rincones de la casa, por las calles de nuestra ciudad olerlos en el aroma de un guiso. Las personas que perdemos son presencias invisibles con el poder de acompañarnos siempre: recordar, en cierto modo es dejarse visitar por fantasmas.


En los primeros momentos de una perdida, cuando el dolor es algo casi irracional, deseamos convivir con la memoria, no queremos volver a nuestra vida normal, a la realidad. La idea de aceptar el consuelo ajeno suena a deserción, a traición, a falsedad.


Durante las horas solitarias y vacías, invitamos al espectro, unas veces le rehuimos y otras le pedimos, que no se olvide que esa es su casa.


Hay incluso fantasmas que están vivos, que malviven errantes por el mundo, que una vez pierden lo que más quieren se convierten en moribundos y suplican a los recuerdos que tomen cualquier forma y se aparezcan.


Lo que es un hecho evidente, es que, de una y otra forma, los fantasma existen y no pueden vivir solos, están entre nosotros porque los necesitamos. Si los hemos querido, no sabemos vivir sin los muertos.

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