DE LA ÉPOCA ROMANA EN "ALHAMA"

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Que Alhama tiene un pasado romano, especialmente vinculado a sus aguas termales, es un asunto plenamente conocido. Desde sus habitantes hasta los investigadores o estudiosos del tema, todo el mundo parece tenerlo del todo asumido. ¡Sí hasta se menciona en Los Jueves, milagro (min. 27) en un trasunto de las aguas de Fontecilla!


Sin embargo, si planteamos la cuestión de qué sabe realmente la gente sobre esta época en nuestro pueblo, muchas veces da la sensación de que se trata de un conocimiento bastante hueco. Está fuertemente asumido e integrado en nuestra mentalidad, pero a la hora de definirlo o explicarlo de manera más concreta suelen empezar a aparecer las dificultades. Algo hay. ¡Seguro! Aunque no se sabe exactamente el qué.


Realmente, pensándolo un poco, tampoco resulta una situación tan extraña ni habría que reprocharse excesivamente por ello. Por un lado, los testimonios escritos de ese periodo sobre el tema son escasos. Por otro, los presumibles restos materiales de aquellos días se han perdido irremediablemente después de 2.000 años de acción humana sobre la zona en la que –presuntamente– se encontrarían.


Así pues, vamos a intentar arrojar algo de luz sobre el pasado romano en «Alhama». Para empezar, si escribo Alhama entre comillas es porque la primera cuestión que debemos plantearnos al abordar el tema es si realmente existió algo que pudiera definirse como «Alhama romana». Ya digo que hay evidencias, no solo ya de presencia, sino también una actividad romana en nuestro término más o menos intensa o relevante. El problema surge al plantear la equivalencia entre Aquae Bilbilitanorum y la Alhama contemporánea.


Veamos entonces con qué elementos contamos para intentar desentrañar el pasado romano en nuestra localidad e intentar aportar una explicación a la cuestión referida:


Poca duda puede haber de que el texto más conocido, trabajado y comentado sobre la Antigüedad romana referente a Alhama es aquel célebre –a menos para nosotros– epigrama (1.49, vv.9-14) de Marcial (40 -104 d.C.) que decía así:


Tepidi natabis lene Congedi vadum - Nadarás plácidamente en el vado del tibio Congedo- 

mollesque Nympharum lacus, - y los agradables lagos de las Ninfas, -

quibus remissum corpus astringes brevi - gracias a los cuales contraes el cuerpo relajado en el breve -

Salone, qui ferrum gelat. - Jalón, que congela el hierro. - 

Praestabit illic ipsa figendas prope - Allí la propia Bubierca garantizará de almorzar -

Voberca prandenti feras.”-     fieras que serán cerca acribilladas. - 


 Hay que señalar, en primer lugar, que el poeta bilbilitano no ofrece unas explicaciones concretas –ni lo pretende– del lugar sobre el que habla. Al fin y al cabo, el escritor se dedica a la poesía y se centra más en la belleza del lenguaje. No es un geógrafo o un historiador en prosa preocupado por la precisión de sus palabras.


No obstante, hay varios puntos que efectivamente apuntan a la identificación de este «Congedo» con las aguas termales de Alhama y los «lagos de las ninfas» probablemente con algunas pozas naturales cercanas en el Jalón. Así, una sencilla lectura de los elementos que aparecen en los versos del poeta nos proporciona un paraje que encaja muy bien con la zona de nuestro pueblo donde brotan las aguas termales y –lo que es incluso más importante– que se ajusta a la misma mejor que cualquier otro enclave de nuestro entorno.


Moro mora alhama


Sin entrar en demasiadas explicaciones, un área en la que se puede combinar el baño en unas aguas templadas de origen natural con las más frías de Jalón y que, además, se encuentra cerca de un lugar llamado Voberca, que por simple homofonía –y en verdad un tanto a la ligera– se ha identificado tradicionalmente con Bubierca, hace pensar de modo irremediable y casi inmediato en los manantiales de Alhama. No obstante, si este tema suscita el interés de un lector que desee más información sobre el mismo, le emplazo a que eche una ojeada a un artículo que escribí hace años para la Revista cultural de Alhama nº4, ya que en él analizo el asunto con mucho más detalle.


De acuerdo entonces, el epigrama de Marcial reflejaría con toda probabilidad ya un uso recreativo, higiénico –y tal vez incluso terapéutico– de las aguas termales de Alhama, pero, en ningún momento, el poeta habla de asentamiento alguno, poblado o cualquier infraestructura. No quiere decir que no hubiera algo, al menos, como se verá enseguida, una mansio. Sin embargo, el poeta bilbilitano, más interesado de recrear lo idílico del lugar, no menciona nada al respecto.


Por tanto, de sus versos apenas podemos deducir que las aguas de Alhama eran conocidas y disfrutadas a finales del s.I d.C. y que había unos lugares de baño llamados de «Congedo» (de agua termal) y «lagos de las ninfas» (seguramente en el Jalón). Asimismo, desde un punto de vista cultural, resulta de un valor muy considerable que las virtudes de las aguas de nuestro pueblo estén reseñadas desde tan antiguo y por uno de los mayores poetas que ha dado esta tierra. Creo que puede o debería constituir un «pequeño motivo de orgullo local».


Finalmente, debo añadir que el término «Congedo» ha suscitado alguna vez más de un comentario. Es cierto que resulta muy probable que se trate de una denominación procedente de un sustrato lingüístico prelatino, en este caso celtíbero. No obstante, no deja de ser un hidrónimo, es decir, el nombre propio de una masa de agua concreta, al igual que en la actualidad tienen nombres –o tenían– las pozas, acequias, charcas, fuentes y demás. En ningún caso parece que pueda considerarse «Congedo» como la denominación de una aldea o poblado anterior incluso a la llegada de los romanos.


Más relevante, aunque con infinitamente menos belleza y valor literarios, es la noticia que aporta el llamado Itinerario Antonino. Esta obra constituye una auténtica «guía de carreteras» del Imperio Romano. No obstante, su título no debe llegar a engaño pues su redacción no se produce en el reinado del emperador generalmente conocido como Antonino (138-161 d.C.), ya que el grueso de la misma procede de la época de Caracalla (211-217 d.C.), a pesar de que se acepta que existen varias interpolaciones de tiempos posteriores (siglos III y IV d.C.) en su texto.


De todas formas, el nombre de la obra tampoco resulta tan extraño. Al fin y al cabo, Lucio Septimio Severo, el padre de Caracalla y fundador de la conocida como «dinastía Severa», siempre intentó vincular a su familia con la más prestigiosa dinastía Antonina. Así, una vez que accedió al trono tras unos años tumultuosos, cambió el nombre de su hijo, Lucio Septimio Basiano, por el de Marco Aurelio Antonino, siendo Caracalla –el nombre por el que este personaje histórico pasó a la posteridad– únicamente un apodo popular relacionado con su vestimenta, nunca su nombre «oficial». Pero dejemos ese tema que me voy por las ramas, la cabra tira al monte y todos los caminos llevan a Roma.


La cuestión es que, en esta guía de las calzadas romanas de principios del s.III d.C., aparece una mansio llamada Aquae Bilbilitanorum entre Bilbilis y Arcóbriga. La identificación de Bilbilis no deja lugar a la duda. La de Arcóbriga la mayoría de las veces se hace con el yacimiento de Monreal de Ariza, aunque también se ha postulado Arcos de Jalón como su posible ubicación. Pero dejemos ahora también esa «pequeña» polémica a un lado. Por otra parte, los topónimos con el elemento Aquae seguidos de un segundo término que hace las veces de distintivo o aclaración son bastante frecuentes en el mundo romano y siempre se refieren a lugares con presencia de aguas termales. Así pues, Aquae Bilbilitanorum se corresponde con un enclave con manantiales termales en, más o menos, la mitad de un trayecto que conectaría las ruinas de Bilbilis con Monreal de Ariza o Arcos de Jalón. Poca duda puede haber de que tal punto hay que situarlo en la actual Alhama.


Bien, entonces en lo que hoy es Alhama habría una mansio. Así, tal afirmación puede dar lugar a varias preguntas tales como qué es una mansio, dónde se ubicaría exactamente o por qué no quedan restos de ella.


A grandes rasgos las mansiones pueden definirse como puntos permanentes de parada o descanso de las calzadas imperiales. Particularmente, me gusta decir que eran las «áreas de servicio» –situadas siempre a una jornada de viaje a pie–, de los romanos y, como tales, un elemento básico y trascendental de la impresionante estructura de comunicaciones y transporte que fue la red viaria romana, tan importante como característica del Imperio.


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Este tipo de emplazamientos suelen presentar una serie de elementos comunes como son un gran patio central con pórtico y una amplia entrada para vehículos; establos, cuadras y abrevaderos; una cantina y habitaciones a disposición de los viajeros; baños termales; forjas, talleres, tiendas o almacenes que pudiesen solucionar cualquier contratiempo surgido durante el camino; algún edificio administrativo relacionado con los beneficiarii (legionarios encargados de la seguridad en las provincias), el cursus publicus (correo público) y, en ocasiones hasta médico–si se me permite un toque de humor: «cuartel de la Guardia Civil», «oficina de Correos» y «consultorio»–; y, finalmente, alguna pequeño templo o zona de culto. Por poner un símil, incluso más claro que el anterior, se parecían mucho a las antiguas ventas dispersas por toda España y que tanto frecuentaba, entre otros Don Quijote, pero con más servicios.


Volviendo a lo que estábamos, todo apunta a que, dado su nombre, el enclave de la mansio de Aquae Bilbilitanorum se situaría junto a los manantiales de Alhama, de los que aprovecharía el agua para sus propias instalaciones. No obstante, a pesar de que no conocemos el trazado exacto de la vía a veces me cuesta imaginar que ésta pasase por el estrecho desfiladero que el Jalón atraviesa a su entrada en el pueblo, aunque es posible.


Por otra parte, precisamente el uso que se ha venido dado a tales aguas y la intensa acción humana sobre el lugar en épocas posteriores a la romana se ha convertido en el factor que ha ocasionado que aparentemente no queden vestigios arqueológicos de lo que sería la antigua construcción de aquellos tiempos. Por tanto, debe asumirse que esta mansio se ajustaría a las características generales de este tipo de enclaves comentadas antes, pero realmente no podemos conocer con exactitud con qué servicios contaría y con cuáles no. Eso sí, tendría baños termales. Seguro.


Además, he dicho que aparentemente no contamos con información procedente del registro arqueológico porque, a día de hoy, ha desaparecido cualquier resto de estructuras y edificios. A pesar de esto, sabemos que Ceán-Bermúdez en su obra de 1832 Sumario de las antigüedades romanas que hay en España afirmaba que en aquel momento aún se conservaban «vestigios de sus antiguas termas», probablemente ahora pérdidas o soterradas bajo los nuevos complejos hoteleros. En cambio, sí que tenemos ciertos de testimonios de hallazgos materiales y epigráficos en Alhama.


El primero de ellos corresponde al cosmógrafo portugués Joâo Baptista Lavanha –o Juan Bautista Labaña si así lo prefiere el lector– cuando el 16 de febrero de 1611 pasó por Alhama mientras realizaba un mapa de Aragón por encargo del rey Felipe III. Entre otras cosas, Lavanha dejó constancia de lo siguiente:


«Aquí en Alhama me mostró el huésped una medalla de bronce, en el anverso tenía la imagen de Tiberio con estas letras:

“Ti. Caesar Divi Aug. f. Augustus”

Y en el reverso un buey, encima de él dice Municipium y debajo Cascant, no se leía más. Sospecho que dirá Cascantum»


La verdad es que la información sobre el objeto en cuestión es francamente interesante. Por un lado, más allá de la (acertada) interpretación de la imagen que hace Lavanha, el texto que la acompaña indica sin replica posible que la pieza debe datarse en el reinado de Tiberio (14-37 d.C.). Por otro, tiene todo el sentido que proceda de Cascantum –la actual Cascante en la Ribera de Navarra– ya que este era un municipio romano de la época que acuñaba moneda con la imagen de un buey. ¡Un punto para Lavanha por su interpretación! Lo que no tengo tan claro es que se tratase de una medalla. Pienso más bien que sería una moneda.


Moneda cascaita


Sin embargo, pese a que el comentario de Lavanha es muy preciso, tenemos el insalvable problema de no conocer las circunstancias del hallazgo. Es cierto que hay muchas posibilidades de se encontrase en la propia zona de Alhama, lo cual mostraría signos de actividad en época del emperador retratado, pero también pudo llegar aquí de cualquier otra forma.


El segundo testimonio presenta problemas en el mismo sentido. Se trata de una inscripción (CIL II 3021) que dice así:

DEO TVTEL

GENIO LOCI


La interpretación más plausible es que sea una dedicatoria «al dios genio tutelar del lugar». Por lo tanto, gracias a este documento epigráfico se observa un culto local, podría decirse que doméstico, a un genio. Este culto a los genios es muy habitual en la religiosidad romana.


Me gustaría hacer ahora un pequeño aparte para explicar que estos genios no tienen nada que ver con nuestra idea actual de tales seres. El tipo de personaje que comúnmente se conoce como «genio» procede de oriente y su nombre en árabe, que sería algo como yinn o djinn, se asimiló precisamente en las lenguas latinas al de los genios romanos por una semejanza tanto fonética como conceptual. Así, los genios en la religión romana son unos entes suprahumanos, una especie de espíritus sin nombre que principalmente cumplen una función apotropaica o protectora de lugares, familias, personas. Son, por hacer una analogía fácil de entender, una especie de «ángeles de la guarda»: no suelen tener nombre, protegen y no están vinculados con la religiosidad pública y colectiva, sino con un ámbito espiritual privado.


El gran contratiempo con esta inscripción es que lo único que sabemos es que un investigador alemán del s. XIX (¡cómo no!) llamado Hübner dijo que fue encontrada en Alhama y la registró así. No tenemos ninguna noticia más de su hallazgo. No sabemos ni dónde se encontró, ni dónde está ahora. Tampoco tenemos imágenes de la misma ni una estimación cronológica que nos permita fecharla. Lo único que demuestra es que algo había en lo que hoy es Alhama, algo que tenía un valor para que se pidiese la intercesión de su propio genio tutelar, tal vez la propia mansio.

Más allá de esta inscripción, existe un segundo texto epigráfico que, aunque no se halló en Alhama sino cerca de Bilbilis, es mucho más conocido y digno de mención. Se trata de la «famosa» inscripción de Filomuso (CIL II 3022). Este es el texto:


L. CORNELIVS

PHILOMUSI

L. SAMIVS

AQVENSIS

H.S.E.


Si es más célebre es porque gracias a ella, algunos hemos hablado –quizá de forma un poquitín exagerada– de Lucio Samio como «el primer alhameño de la historia». El texto, de carácter funerario, dice «Aquí yace Lucio Cornelio Samio, liberto de Filomuso, aquense». En este caso, por fortuna, tenemos más datos que en el anterior: fue encontrada cerca del yacimiento de Bilbilis, actualmente se encuentra en el museo de Calatayud y se fecha en época de Augusto (27 a.C-14 d.C.) o Tiberio (14 d.C.-37 d.C.).


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De esta pieza, además, se puede extraer bastante información interesante. Por ejemplo, se aprecia en torno al cambio de era un fenómeno a veces sorprendentemente corriente en el mundo romano: la movilidad de la población. De tal manera que, en nuestra «un tanto recóndita» zona del Alto Jalón aparecen sin problemas dos personajes –Samio y su antiguo amo Filomuso– cuyo origen habría que buscar en el Mediterráneo oriental de habla y cultura helena.


Pero, para el tema que nos interesa aquí, lo más reseñable es el calificativo de aquensis que acompaña al difunto, ya que dada la proximidad se ha identificado como el gentilicio de Aquae Bilbilitanorum. De ser así, y es una opción muy plausible, significaría no solo que ya existía la mansio a comienzos de la época imperial romana a principios del S. I d.C, sino que también se vinculaba con el lugar a la gente que allí vivía y trabajaba.


De esta forma, puesto que Aquae Bilbilitanorum es el nombre, evidentemente latino, de una mansio y no tenemos constancia de ninguna población anterior que antecediese o sobre la que se edificase esta parada en la ruta, todo hace indicar –como acabo de decir– que en ese momento ya existía la mansio sobre la que estamos hablando. Esto tiene asimismo mucho sentido. El gobierno de Augusto fue conocido, entre otras cosas, por una profunda organización del territorio de las provincias más allá de Roma. Sabemos que, bajo su principado, se construyó una vía que unía Caesaraugusta (Zaragoza) con la cercana Pompaelo (Pamplona) y que actuó también sobre muchas –por no decir casi todas– de las vías peninsulares dentro su referida política de organización territorial. Así pues, no sería de extrañar que en este momento se construyese la mansio en lo que hoy es Alhama, bien de nuevas, bien edificando en un lugar que ya constituyese una parada tradicional. Todo apunta entonces a la administración de Augusto como la responsable de la creación de este enclave.


Bien, ya sabemos que a comienzos del s.III d.C. en el Itinerario Antonino se habla de la mansio de Aquae Bilbilitanorum. Parece igualmente que por esta segunda inscripción ésta ya existiría en época de Augusto/Tiberio, siendo probablemente instituida por el primero. Pero ahora surge otra duda, ¿hasta cuándo estuvo «activa»?


Realmente, no se puede aportar una fecha exacta ni siquiera aproximada. Sin embargo, de nuevo existe una fuente antigua –la última de hoy, lo prometo– que puede arrojar algo de luz sobre la cuestión. Se trata esta vez del Anónimo de Rávena, una cosmografía –es decir, que pretende describir el mundo conocido entonces– escrita por un erudito de tal ciudad a finales del s. VII d.C, y, por lo tanto, después de la propia caída del Imperio Romano de Occidente.


El asunto es que en esta obra ya no se menciona, en la ruta que parte de Cesaraugusta hacia el centro de la península, la existencia de Aquae Bilbilitanorum como uno de los puntos intermedios, pasando directamente de Belbili (Bilbilis) a Arcobrica (Arcóbriga). Esta ausencia puede deberse a un desconocimiento del lugar por parte de su anónimo autor o, más probablemente, ser indicativa de que en este momento la vieja mansio situada en lo que hoy es Alhama ya habría sido abandonada.


Creo que ya hemos visto toda la información de la que disponemos sobre el pasado romano. Los datos no destacan precisamente por su abundancia, sin embargo, nos pueden proporcionar un cuadro general de un gran interés local sobre cómo fue la Antigüedad Clásica en lo que hoy conocemos como Alhama.


Así pues, intentaré a modo de síntesis –y de conclusión– exponer de manera diacrónica lo que podría ser una reconstrucción del pasado en nuestro pueblo durante aquel periodo histórico. En tal compendio habría que destacar los siguientes aspectos:


  • El nombre de Congedo, aunque seguramente proceda de un sustrato lingüístico prelatino –celtíbero–, haría referencia a un lugar con aguas aprovechado para el baño, nunca a un asentamiento o comunidad humana.



  • En lo que hoy es Alhama, junto y aprovechando las fuentes termales, se establecería una mansio, probablemente en época de Augusto. Se puede aventurar tal datación por dos motivos: el primero, la política de organización territorial en las provincias de este, el primer emperador de Roma. El segundo, por la inscripción funeraria de Lucio Cornelio Samio, un liberto que se identificaría como oriundo de allí y que moriría en época de este gobernante o de su inmediato sucesor Tiberio. Siendo liberto y de origen griego es muy tentador, aunque una especulación, pensar que el tal Samio se dedicase a algún tipo de labor administrativa en la propia mansio.



  • Existen otras informaciones, como la inscripción al genio tutelar local o los testimonios de Lavanha y Ceán-Bermúdez, que no hacen sino reafirmar la notable presencia y actividad humana durante el periodo romano en el enclave.



  • La aparición de la mansio en el itinerario antonino indica que, a comienzos del s. III d.C., seguía funcionando y prestando sus servicios a los viajeros.



  • Sin embargo, su ausencia en el Anónimo de Rávena hace pensar que la misma entraría en decadencia y finalmente se abandonaría en consonancia con la propia decadencia del Imperio Romano en una fecha difícil de precisar.



Finalmente, tras el abandono de la mansio de Aquae Bilbilitanorum, –quizá siglos después, tal vez durante el periodo musulmán– surgiría una población que curiosamente –o no tanto– también acabaría tomando su nombre del elemento natural más característico de nuestro municipio: las aguas termales. Esta aldea llamada Alhama se desarrollaría desde las faldas del monte en lo que hoy es la zona del Barrio Somero, alejada por tanto un poco de las fuentes termales y de lo que sería el antiguo asentamiento romano.



La cuestión entonces es que no hay una continuidad entre Aquae Bilbilitanorum y la actual Alhama, ni en el espacio ni en el tiempo. Sería una situación similar a la bien conocida de Bilbilis y Calatayud. Solo que en nuestro caso ni siquiera tenemos constancia de que, en tiempos de los romanos, hubiese un asentamiento, una aldea, más allá de la mansio, pese a que, como muestra el material epigráfico, hubiese una población asentada de forma permanente allí ocupándose del mantenimiento y los servicios del «complejo» que incluso pudiera identificarse y ser identificada como oriunda de allí. Por eso técnicamente no se podría hablar de una Alhama romana como tal y por eso lo he puesto entrecomillado al comienzo de este artículo.

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