EL MILAGRO DE BALTASAR EN ARCOS DE JALÓN

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Era la víspera de Reyes en Arcos de Jalón, y el aire helado de enero parecía más cálido gracias a la ilusión que impregnaba cada rincón del pueblo. Los vecinos corrían de un lado a otro ultimando los detalles para la cabalgata, mientras los niños, con ojos brillantes, esperaban impacientes la llegada de los Reyes Magos. Pero aquella noche, el destino tenía preparado un regalo especial para Arcos de Jalón.


Un joven guineano, residente en Madrid, viajaba hacia Zaragoza en un tren Regional. Obligado a hacer noche en el pueblo soriano del Alto Jalón, sin compañía y con solo su mochila, decidió recorrer las calles para distraerse mientras esperaba el tren de la mañana siguiente.


Al doblar una esquina, se encontró con el ajetreo del pueblo. Risas, mucho movimiento y el murmullo de los preparativos lo envolvieron. Fascinado por la escena, el joven observó cómo los vecinos trabajaban en equipo, preparando disfraces, decorando carros y organizando la magia que pronto llenaría las calles. Algo en su interior lo impulsó a acercarse.


—¿Puedo ayudar? —preguntó con una sonrisa tímida, pero sincera.


Los organizadores, sorprendidos, lo miraron. Su humildad y disposición desinteresada desarmaron cualquier duda. Sin dudarlo, lo invitaron a participar.

—¿Te gustaría ser Baltasar? —le propuso uno de los encargados.


El joven se quedó pensativo un instante, pero luego asintió. "Si puedo hacer felices a los niños, entonces sí, seré Baltasar esta noche", respondió.


No llevaba una corona de oro ni vestía lujosas telas, pero su presencia irradiaba algo que ningún traje podía imitar: generosidad y bondad. Melchor y Gaspar, ya caracterizados, lo recibieron como si fuera un viejo amigo. Juntos, subieron al trono improvisado y comenzaron el recorrido.


Cuando la cabalgata inició, el pueblo entero salió a las calles. Los niños gritaban emocionados al ver pasar a los Reyes Magos, y Baltasar, con una sonrisa que iluminaba más que las luces navideñas, saludaba y repartía caramelos. Pero su verdadero regalo no eran los dulces, sino la calidez y el mensaje que transmitía: la magia de la Navidad está en dar lo mejor de uno mismo, sin esperar nada a cambio.


Al día siguiente, las historias sobre el misterioso Baltasar se esparcieron por el pueblo. Algunos decían que lo habían bajado del tren; otros, que su parada estaba programada y todo había sido cuestión del destino. Y todos coincidían en algo: su llegada había sido un milagro.


El joven partió en el primer tren de la mañana, sin buscar reconocimiento ni aplausos. Pero en Arcos de Jalón, nadie lo olvidará. Para los vecinos, siempre será el Rey Mago que, sin quererlo, les recordó el verdadero significado de la Navidad: la bondad, la entrega y la magia de compartir momentos únicos.


A veces, los milagros no vienen envueltos en papel de regalo, sino que llegan en forma de personas dispuestas a dar lo mejor de sí mismas. Y eso fue lo que ocurrió en la mágica noche del 5 de enero de 2025 en Arcos de Jalón, cuando Baltasar demostró quiénes son realmente los Reyes Magos.

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