Llegó el 14 de febrero, y con él, San Valentín. Un día señalado en el calendario y en el Corte Inglés, para 'celebrar el amor', para comprar flores, bombones, preparar cenas románticas y compartir fotos con corazones en redes sociales. Porque si no sale en redes, ¡es que no ha sucedido!. Un día en el que parece que si no haces algo especial con tu pareja, es que algo va mal, que ya no hay chispa, que te has vuelto poco detallista o, peor aún, que no eres lo suficientemente romántica.
Pero, ¿desde cuándo el amor necesita un día concreto para ser celebrado? ¿Desde cuándo demostrar amor tiene que venir con ticket de compra?
No critico a quien lo celebra, al final, cualquier excusa es buena para recordar que amar es maravilloso. Pero yo me quedo con los gestos que nacen sin presión, con los regalos que llegan sin esperarlos y que no necesariamente tienen que ser materiales, con los detalles que no obedecen a un calendario sino a un impulso genuino. Porque lo que de verdad emociona no es recibir algo “porque toca”, sino porque la otra persona, sin ningún motivo concreto, se ha acordado de tí y ha querido hacerte un poquito más feliz.
Pero más allá del cómo se celebra, lo que realmente me hace pensar en este día es el amor que nos han vendido. Nos contaron historias de príncipes y princesas, de almas gemelas, de medias naranjas, como si viniéramos al mundo incompletos. Nos hicieron creer que el amor se busca, que hay que encontrarlo como si fuera una meta, un objetivo de vida, como si sin él estuviéramos perdidos.
¿Cuántas veces habéis oido eso de estoy buscando pareja? ¿O estoy en busca del amor? Ni que el amor fuese una lentilla caida en un ascensor o un perro extraviado. ¿Qué buscas qué..?
Y en esa búsqueda desesperada, a veces nos encontramos con espejismos. Con amores que duelen, que pesan, que exigen o que simplemente no son, por muy cómodos que nos resulten. Nos dicen que amar es sacrificarse, que hay que aguantar, que hay que dar segundas, terceras, cuartas oportunidades. Que el amor es pasión desenfrenada, celos, intensidad… y que, si duele, es porque es real.
No. Eso no es amor. (como dice la canción)
El amor de verdad no aprieta, no asfixia, no convierte los días en una lucha constante. El amor no es mendigar afecto, ni aguantar, el amor no es vivir con la angustia de si mañana seguirán eligiéndote. No es sentir que debes cambiar para encajar, que tienes que ser menos tú para ser más del otro.
El amor de verdad es luz, es libertad. Es calma y tempestad al mismo tiempo, pero de la que empuja y no de la que arrastra. Es sentirte en casa en unos brazos, es saber que, pase lo que pase, ahí hay refugio, hay ternura, hay respeto.
Y que nadie os engañe: el amor bonito sí que existe. Ese que con los años no se apaga, sino que se transforma. No con la chispa efímera de los primeros meses, sino con la certeza profunda de saber que el otro sigue ahí, eligiéndote cada día. No porque tenga que hacerlo, sino porque quiere.
Así que, si tienes la suerte de vivir un amor bonito, cuídalo, celébralo, pero no solo hoy. Y si el amor que tienes duele, te pesa o te hace sentir pequeño/a, tal vez sea momento de preguntarte si eso que vives es amor o simplemente el miedo a soltar lo que crees que debería ser.
Que viva el amor, sí. Pero el de verdad. El que no necesita fechas ni excusas. El que se siente todos los días del año. Como dicen La Otra y mi querido filósofo El Kanka: 'Te quiero libre y me quiero libre contigo' una buena definición de como debe ser el amor.
JALON
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