¡LUCES, CÁMARAS.... CARETAS ABAJO!: LA CONTRADANZA SE LUCE ANTE LOS OBJETIVOS DE 'CIERZO Y SED'

La Plaza de la Villa de Cetina cambió anoche el silencio habitual de la medianoche por focos, cámaras y el ritmo ancestral de la Contradanza. Desde las doce en punto, y durante dos intensas horas que parecieron suspendidas en el tiempo, el corazón del pueblo se convirtió en plató de rodaje para “Cierzo y Sed”, un documental que busca atrapar el alma de Aragón a través de sus tradiciones más singulares.

La Contradanza de Cetina, declarada Fiesta de Interés Turístico de Aragón, se vistió de nuevo con todo su misterio: túnicas negras, caretas blancas, cuchillos simbólicos y la música de tambor y dulzaina que marca el paso solemne de una danza con siglos de historia. Pero esta vez, además de la habitual carga simbólica, se añadió la magia —y la presión— de las cámaras.

Al grito de "¡luces, cámaras.... caretas abajo!", los contradanceros y el diablo bailaron como manda la tradición, y las luces de la productora Freeman Creación Audiovisual hicieron el resto. El espectáculo fue capturado desde todos los ángulos posibles mientras el equipo técnico intentaba mantener la esencia sin interrumpir el ritual. La plaza, por momentos, parecía el cruce entre un rodaje de cine y una liturgia popular, con vecinos haciendo de figurantes y espectadores a la vez, algunos perplejos, otros emocionados, y muchos con el móvil listo para inmortalizar el momento.

La convocatoria del Ayuntamiento fue atendida con creces, y decenas de cetineros acudieron a llenar la plaza, especialmente en los primeros compases del rodaje, para aportar ese calor colectivo que da sentido a la fiesta. El eco de los pasos, el brillo de las cuchillas y el enigma de las caretas contrastaban con el parpadeo de los focos y el susurro de los técnicos afinando cada toma.

Más allá del metraje que finalmente llegue a la pantalla, la noche dejó la sensación de que algo importante se había grabado, sí, pero también vivido. Porque no todos los días la Contradanza se representa fuera del 19 de mayo, y menos aún para ser filmada con fines culturales. Fue, en cierto modo, una doble representación: una para la historia, y otra para el futuro.

Cetina, una vez más, se reafirma como uno de esos pueblos que no se limita a conservar sus tradiciones, sino que sabe reinterpretarlas y compartirlas, incluso bajo el objetivo de una cámara. Y anoche, entre focos y máscaras, lo volvió a dejar claro: tradición y modernidad no son enemigos cuando se respetan los rituales y se iluminan las raíces.