En plena campaña de recogida del cereal, las cosechadoras ya trabajan a pleno rendimiento en los campos del Alto Jalón. Para conocer de primera mano cómo se presenta la temporada, Alto Jalón Radio ha conversado con Javier Fatás, responsable nacional de cereales en la Ejecutiva de COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos). La entrevista no se produjo desde una oficina ni un despacho: Fatás respondió desde lo alto de una cosechadora, entre Cadrete y María de Huerva (Zaragoza), demostrando que el campo actual es un engranaje donde la tecnología y el compromiso diario conviven en equilibrio precario.
Tras dos años marcados por una sequía extrema, especialmente en las provincias de Zaragoza y Teruel, el campo necesitaba un respiro. “Este año ha sido bueno en producción. Hacía falta. Pero esa producción no se ha acompañado de precios razonables”, ha lamentado Fatás. A pesar de los buenos rendimientos, el precio del cereal ha caído hasta niveles que no cubren los costes de producción, lo que ha obligado a movilizaciones y protestas, como la reciente concentración en Madrid.
El dirigente de COAG señala que los precios están sometidos a presiones externas y no se rigen por una lógica de mercado transparente. “No depende de lo que producimos aquí, sino de las bolsas internacionales, de especuladores que buscan beneficios sin límites. Se prioriza el beneficio de unos pocos sobre la supervivencia del agricultor”, ha denunciado.
Según ha detallado, el mercado agrícola está sometido a una presión que nada tiene que ver con la oferta y la demanda local. “No depende de la producción de Aragón o de España, sino de especuladores y de bolsas como la de Chicago”, ha señalado, denunciando que algunos grandes operadores han presionado a la baja los precios desde el inicio de la campaña en Andalucía. “Buscan un cereal barato para maximizar beneficios, aunque eso implique que los agricultores perdamos dinero”.
El pequeño y mediano agricultor, como el que habita los pueblos del Alto Jalón, sufre especialmente esta situación. Según Fatás, muchos están endeudados tras años de malas cosechas y tienen que vender el cereal incluso por debajo de los costes para poder hacer frente a préstamos. “Todo ha subido: maquinaria, fertilizantes, gasóleo... Pero los precios del cereal parecen querer volver a los años 80”, ha subrayado.
La competencia con países que no comparten los mismos estándares laborales ni sanitarios es otro de los grandes retos. “Nos obligan a competir con producciones de fuera que no tienen nuestros costes ni nuestros controles. Y aún así, inundan el mercado español para tirar los precios internos”, ha denunciado. Este desequilibrio también tiene consecuencias para los consumidores, quienes pagan más por alimentos mientras los agricultores reciben menos. “Somos los eslabones más débiles de la cadena: el productor y el consumidor”, ha sentenciado.
Esta es una cuestión que mantiene viva en su interlocución con el Gobierno de Aragón. Fatás ha señalado que, aunque el consejero Javier Rincón muestra sensibilidad con el sector, existe una tendencia institucional a derivar responsabilidades entre administraciones: “El Gobierno autonómico culpa al Ministerio, el Ministerio a Europa… y nadie asume soluciones”.
En este sentido, el responsable de COAG ha defendido la necesidad de una mayor regulación del mercado agrícola y ha criticado la competencia desleal con terceros países que no cumplen los mismos estándares laborales o sanitarios. “Necesitamos importar cereal, pero no cantidades que inunden el mercado interno y hundan los precios. Esa especulación es la que nos mata”.
A esa presión económica se suma la frustración de ver cómo las ayudas institucionales, como las de la Política Agraria Común (PAC), no son suficientes ni están bien diseñadas. “Son compensaciones mínimas por pérdidas enormes. No permiten sostener una explotación ni mucho menos pensar en un futuro”.
Las administraciones repiten una y otra vez la importancia del relevo generacional, pero desde COAG lo tienen claro: sin rentabilidad no hay futuro. “¿De qué sirve ayudar a un joven a instalarse si en cinco años se ve obligado a dejarlo por no poder vivir del campo?”, ha planteado Fatás. Y añade que, sin cambios estructurales, todo apoyo queda en un maquillaje que no resuelve el problema de fondo.
Pese a todo, Fatás no pierde la fe. “El agricultor por naturaleza tiene que ser optimista. Sembramos sin saber qué pasará dentro de ocho meses”. Y frente a la adversidad, reafirma el compromiso del sector: seguirán movilizándose, exigiendo cambios estructurales, defendiendo su trabajo y su tierra. “Hay que estar en cada momento, en cada cultivo, al pie del cañón. No podemos rendirnos”.
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