EL CASTILLO DE BELIMBRE Y LA VENGANZA DE ZULIMA

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Con motivo de la festividad de Todos los Santos, o lo que se celebra ahora, Halloween, recuperamos una leyenda del Alto Jalón que contamos en esta sección el pasado año, el 27-12-2020. Un relato que todavía cuentan los mayores del lugar e incluso alguno, dice haber sido testigo directo. Feliz día de Difuntos.


La vida en esta comarca no está exenta de matices. Vivir aquí es agradable, es cierto, pero hace un frío de narices. Cada domingo acudimos a nuestra misión directa de dar a conocer al mundo lo mejor de nuestra tierra. La semana pasada visitamos Ovetago y reinventamos su leyenda. De nuevo esta semana, paseamos por la senda de lo 'no escrito', para revisar las ruinas y los dichos del Castillo de Belimbre, en Santa María de Huerta.

A las afueras del pueblo, allí donde en otro tiempo estuvo asentada Huerta, ruinoso y apesadumbrado, todavía conserva su fuerza el Castillo de Belimbre. No hay fecha concreta de su construcción. Buscando documentación a penas encontramos algo. Alguna pequeña descripción de sus cubos redondos con sus bases cuadradas y de su ancho muro, fabricado en mampostería. Datará del s.IX o s.X, pero más lo afirman por una leyenda y por estimación, que por sabiduría.

Es curioso cómo en los pueblos, la tradición oral y las historias perduran en el tiempo grabándose en la memoria generación tras generación.





Con Paula hacemos camino, tras un café bien caliente en el Bar Remacha, hacia el arroyo Belimbre, del que recibe su nombre el castillo de Aben-Zaide. Tenía una hija preciosa aquel árabe que habitaba el interior de la fortaleza. Zulima, así se llamaba ella, tenía la piel de canela y un carácter encantador del que la dotaba su inocencia, pues no conocía el amor.

En plena guerra por tierras de reconquista y de venganzas, Don Suero, capitán de tropas y caballero de Alfonso VI de León, llegó hasta la falda de la loma del Castillo. Venció primero al pueblo e intentó, con la palabra, convencer a Aben-Zaide de que abandonaran la zona. Pero el árabe era orgulloso y decidió seguir luchando. La batalla desigual les acabó enfrentando en un cara a cara a espada y con el casco descubierto. El español era fuerte y el árabe estaba exhausto y con un espadazo de gran suerte, tiró a Aben-Zaide al barro para, con intención de darle muerte, sacudir con su hoja la cabeza del árabe ya casi inerte.




-"¡Parad, os lo suplico!"- gritó desde lejos Zulima. -"Me ofrezco a ser su sirvienta por siempre jamás, si lo suelta, y le deja marchar con su guardia lejos de aquí". Don Suero, que la estaba mirando entre descreído e impávido, salió de su asombro al ver a tan bella mujer, para decidir rápido. -"¡Que le dejen marchar!"- ordenó mientras enfundaba su espada con el castillo de Montuenga tres kilómetros a la espalda y orgulloso de haber vencido.

Zulima se quedó en el castillo, donde reinaba Don Suero. Los días fueron pasando y se hiceron amigos. Tenían el tiempo para disfrutarlo entre el Jalón y las huertas. Zulima se enamoró y Don Suero... se casó con Doña Luz, una noble hija de una reina, estando Zulima en cinta, sin que ni siquiera ella misma aún lo supiera. 

Aquellos tiempos eran así. Zuleima era una exclava y Doña Luz, poderosa y heredera. Don Suero la echó del castillo, presionada por Doña Luz, pues la que ahora era sirvienta, antes fue la enamorada. La nueva señora no se conformaba con verla agachada limpiando el suelo. Quería verla humillada viviendo a las afueras del pueblo. Además también era mujer e intuía lo que escondía la ropa ancha que últimamente Zuleima lucía.




Jamás volvieron a saber de Zuleima en el castillo, ni tampoco en el pueblo de Huerta. Hasta que en una noche de tormenta, cuando todos en el pueblo creían que Doña Luz jamás daría un hijo a Don Suero, bajo corriendo el capellán anunciando nacimiento. Recién anunciado el hijo varón de Don Suero y Doña Luz, y estando todos dormidos, el pueblo comenzó a arder, casa por casa sin tregua. Don Suero se apresuró a coger los cubos y los caballos y ayudó a extinguir los fuegos de casas y establos. Cuando terminó la faena, miró hacia arriba al castillo buscando a la mujer y a su hijo, mientras un grito de muerte le congeló el corazón. Subió raudo y veloz la cuesta de la loma y cuando llegó, ni rastro del niño, sangre alrededor y en el suelo Doña Luz, sin vida.

Don Suero se puso a buscar a su hijo y a Zuleima por todo el lugar, hasta encontrar a la sirvienta escondida en un pajar. Tenía al niño de rehén y no quería negociar. Le daría muerte también a él, se quería vengar. Mientras Zuleima amenazaba el frágil cuello del pequeño, Don Suero la intentó convencer de que su amor era igual. Que se casó con Doña Luz por obligación real. Pero Zuleima, loca de amor y enferma de rechazo, no quiso creer al caballero hundiendo el cuchillo fuerte en el pecho del muchacho. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho ya era tarde. La sangre de su propio hijo, al que Doña Luz había robado, teñía su camisón blanco de un intenso dolor rojizo. Apartó el cuchillo del muchacho. Inmediatamente Don Suero corrió a socorrer a su hijo y dos guardias, que le custodiaban, amenazaron a Zuleima. Ella, muerta por dentro y sin más tregua, se tiró por la ventana quitándose la vida.




Tras la tragedia quedaron, impregnados en la zona, rastros de energías en las malezas y de amor roto entre las rocas. Se cuenta todavía en Huerta, que en las noches que hay tormenta, se puede ver a Zuleima bajando desde el castillo, corriendo presa de miedo a lavarse en el río Jalón, la sangre que en su camisón de lino blanco, dibuja el llanto de su hijo muerto.


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Esta semana me quito ya las botas y me las pondré de turrones. La semana que viene volveremos, si nos caben los pantalones, a pasear por ruinas celtíberas y sinuosos cañones hasta el nacimiento del Jalón. Imposible guía mejor que lo que ha sido hoy Paula: Sus vídeos son geniales y sus fotos una pasada, pero es que encima ha pagado el café... ¡Gracias! ¡Os espero la semana que viene!.



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