FLUIR PARA SOBREVIVIR

|

En el artículo anterior vimos que hay tres elementos imprescindibles que no pueden faltar en nuestro “kit de supervivencia” en el emprendimiento, y que deben estar presentes en todo momento si no queremos quedar atrapados en un círculo vicioso: Fluir, influir y confluir.

Analicemos en primer lugar el significado del primero: Fluir supone autoliderazgo, no tener bloqueos ni barreras, la conducción de uno mismo, el poder de decidir y actuar.  Cuando tú fluyes, todo fluye.  Si te empecinas, todo te cuesta el doble…

Y tú, ¿Fluyes o te has quedado congelado?

Ante esta pregunta, la mayoría contestamos con un “¡Si fluyo!” rotundo. A continuación, te propongo un Auto Test, para que te ayude a reflexionar sobre este tema, porque es posible que la respuesta se vaya transformando poco a poco en “No siempre fluyo”.

Y lo más importante: este proceso de reflexión puede ayudarte a identificar las “piedras que tienes en tu camino” y los “lastres” que deberías ir soltando para poder avanzar tanto a nivel personal y profesional.

Coge lápiz y papel y responde a estas preguntas Auto Test:


1. Cuando quieres solucionar un problema ¿te centras más en el origen de dicho problema o en las posibles soluciones?

2. ¿Sabes realmente lo que quieres para ti?

3. ¿Qué te motiva?

4. ¿Qué tipo de profesional quieres ser?

5. ¿Identificas y gestionas tus propias emociones?

6. ¿Y las de los demás?


Una vez contestadas, reflexiona sobre tus respuestas y seguramente identificarás aquello que no te permite fluir.  Para ayudarte a llevar a cabo esta reflexión vamos a centrarnos en la primera pregunta, ya que nos dará mucha información…

Cuando aparece un problema, el cerebro actúa para protegernos y hace que pongamos todo el foco de atención en el origen del mismo. Este un mecanismo de defensa y de supervivencia, pero según como lo gestionemos va a marcar una diferencia importante:

Nos facilita concentrarnos en el planteamiento de la situación y que podamos identificar cual es nuestro radio de acción (hasta donde podemos influir nosotros y hasta donde no). Y una vez aceptado todo aquello que no depende de nosotros, nos pongamos rápidamente a buscar las posibles soluciones y a decidir por cuál de ellas vamos a optar.  Cuando seguimos este proceso, todo fluye, avanzamos y nos sentimos “protagonistas de nuestra vida”.


Pero ¡Atención peligro!


Existe también el riesgo de quedar atrapados, dándole vueltas mucho tiempo al mismo problema, enfadados con el mundo y sin aceptar todo aquello en lo que no tenemos ninguna capacidad de decisión.

Esto supone un mal uso de la capacidad de concentración que nos facilita el cerebro, ya que, en lugar de utilizarla para encontrar la mejor solución, la estamos usando para darle vueltas y más vueltas (generalmente de una forma obsesiva) hasta darle una mayor dimensión al problema y convertirlo en un gigante que se nos presenta imposible de vencer.

Cuando esto ocurre, el problema en sí no nos permite ver las posibles soluciones, por lo que no somos capaces de tomar ninguna decisión. Y es cuando empezamos a hacernos preguntas tipo: “¿Por qué me pasa esto a mí?”, ¿Qué hecho yo para merecer esto?”, “Lo que no me pase a mí…, no le pasa a nadie …”, etc.

Entonces nada fluye, no avanzamos y nos sentimos “víctimas de nuestro destino”.

Pero la clave está en: ¿Cuánto tiempo te quedas enfadado, dándole vueltas y más vueltas? ¿Buscando culpables, frustrándote y mermando tu Autoestima?

Solamente tu parte racional puede salvarte de esta tortura. Pregúntate ¿Qué puedo hacer? ¿Puedo cambiar algo? ¿Qué depende de mí?

Si puedes hacer algo ¡Hazlo! ¡Y rápido! No pierdas más tiempo. Centra tu mente y tu energía en encontrar soluciones y ¡Actúa!

Si no puedes hacer nada, porque la situación queda fuera de tu radio de acción. ¡Acéptalo! No te lamentes más. Porque todo el tiempo, energía y esfuerzo que estás empleando dándote cabezazos contra la pared, lo estás desperdiciando.


Oriéntate hacia encontrar soluciones que dependan de ti y ¡lucha por ellas!



Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

Comentarios