EXPOLIO INFANTIL -ARCOS,1788-1789

|


IMG 4316 (2)


Cuando D. Pedro Escolano de Arrieta, nacido en Almaluez, presenta hacia 1789, las pruebas de nobleza para entrar en la Orden de Carlos III, se está embarcando en una empresa de gran envergadura. Don Pedro llegó a ser secretario de Cámara del Rey Carlos III, pero tenía que probar hasta sus bisabuelos su condición de noble. Aportando la fe de bautismo, de casamiento, testamento y condición de noble, bien por parentesco paterno o por empleos honoríficos de cada uno de sus antepasados hasta sus bisabuelos.


Cuando llegamos al bisabuelo, Juan Escolano de Arrieta, se nos dice que es natural de Arcos y todos los requisitos los cumple, pero falta el testamento, desaparecido según el escrito oficial en la Guerra de Sucesión. Finalmente, nuestro ilustre paisano es aceptado en la Real Orden de Carlos III, el 13 de febrero de 1790.


Lo que realmente pasó con el testamento, lo sabemos por la obra póstuma de nuestro protagonista de hoy “Práctica del Consejo Real…” publicada un año después de su muerte, a instancias de su mujer Antonia Sáenz de Tejada, quien suplica a Godoy, la concesión para publicar la obra de su difunto marido en la Imprenta Real.


El bisabuelo Juan Escolano de Arrieta, se había casado con la también arcobrigense Isabel Morales, en la “iglesia de Nuestra Señora de los Mártires del lugar de Jubera, en el obispado de Sigüenza el 22-1-1656“. Al haber desaparecido el testamento, había que aportar un testimonio que supliese la prueba documental.


Eutiquiano Escolano, tío de Pedro, se pone en contacto con Pedro Bodega, escribano de Arcos, para ver qué testimonio se puede aportar en ausencia del testamento del bisabuelo.


El escribano les contesta que cuando llega a Arcos, faltaban protocolos correspondientes al año 1680, y que durante la Guerra de Sucesión se quemaron papeles y faltaban muchas hojas. Pero apunta algo muy curioso. “A lo que se había unido otra desgracia al trasladarse a la sacristía de la iglesia parroquial de Arcos, diversos protocolos, lo que propició que los niños de la escuela, que entraban continuamente a dicha sacristía, como faltos de reflexión, quitaron las hojas que quisieron".


El lío era mayúsculo, el testamento del bisabuelo había desaparecido ¿pero como ibas a argumentar que los culpables eran los vándalos niños de Arcos, que desvalijaban la sacristía de forma habitual?


Pues se argumentó. La documentación de las pruebas de nobleza de Pedro Escolano Arrieta ocupa 160 hojas. En la página 139 se transcribe literalmente el expolio de la sacristía por parte de los chiquillos de Arcos y dan fe de ello en calidad de testigos, Pedro Bodega como escribano, Pascual del Molino, Blas Palacios, Fro. Martínez y José Benito, vecinos y naturales de Arcos.


En el expediente se anota, además, que lo que queda de papeles y legajos de la sacristía, son guardados en un arca en el ayuntamiento. Era evidente que la sacristía había dejado de ser un sitio seguro para aquellos legajos.



De esta manera los chiquillos de Arcos pasaron a la historia, por poner en aprietos a su paisano y secretario del mismísimo rey. Pero D. Pedro se acordó de ellos en su excepcional obra “Práctica del Consejo Real en el despacho de los negocios consultivos, instructivos y consultivos“. Es muy probable que llegara a conocer la historia de primera mano o incluso conociera a alguno de los desvalijadores que seguramente ya peinaban canas. No en vano aquellos niños probablemente llevaban su propio apellido, Escolano y otros que hoy suenan más como Del Molino, Rodrigálvarez, Benito (o De Benito) o Tarodo.

Comentarios