Según el diccionario de la lengua española, humildad significa “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades, y en obrar de acuerdo con este conocimiento”.
Por eso, la humildad es una herramienta muy valiosa para los seres humanos, ya que tiene la utilidad de conseguir la mejora continua: nos permite ser objetivos con nosotros mismos para aceptar (aquí y ahora) nuestras limitaciones, poner foco en nuestras áreas de mejora y predisponernos a trabajar en ellas.
Entonces, ¿por qué está tan poco valorada en la sociedad actual? ¿Por qué la asociamos con la debilidad, cuando nos hace cada día más fuertes, objetivos y realistas con nosotros mismos?
La respuesta a estas preguntas podemos encontrarla en su significado etimológico: la palabra humildad procede del latín “humilitas”, que significa “pegado a la tierra” o “con los pies en la tierra”, entendiendo la “tierra” como “lo esencial” que nos fertiliza y nos hace crecer…
Si consideramos esencial lo material, el postureo, el aparentar, etc., nos acabamos distanciando de nuestra verdadera esencia, de nuestra autenticidad, hasta que acabamos deambulando por la vida, perdiendo el rumbo, dando tumbos según nos lleve la corriente… Y desde luego, mermando la capacidad de mejora continua, al no permitirnos ser realistas con nosotros mismos (a no permitirnos poner “los pies en la tierra”).
Entonces nos volvemos soberbios y orgullosos, con comportamientos prepotentes: Nos estamos engañando a nosotros mismos pensando (en un momento dado) que estamos en posesión de la verdad absoluta o que lo sabemos todo… Así es imposible crecer y evolucionar ¡Esa es la trampa!
¿Qué podemos hacer para rescatar nuestra autenticidad?
Para sentir un bienestar emocional, los seres humanos necesitamos percibir que cada día somos más sabios, que crecemos, que evolucionamos...
¿Quieres ser feliz? Empieza por revisar tu humildad…
Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.
JALON
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