FESTEJAR EN LAS ESTRELLAS

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Por Fiestas en mi pueblo, todo revienta,

las yerbas tienen tan profundos los olores

que avergüenzan y acomplejan

a las más aromáticas de las flores.



Los punzantes arbustos, clavan la luz a su paso,

mientras en su interior se refugia la vida

camuflando sus muchos temores.



En sus ásperos y secos caminos

se confunden las pisadas de todos

abriendo las confusas e indiscretas huellas,

nuevos senderos tras cada recodo.



Desde el otero, vigilante, una torre sin almenas

y un Cristo sin cruz, contemplan la puesta en escena.



Al llegar las últimas noches del corto verano,

y éstas, volverse oscuras y frías,

el atento centinela suele aflojar su vigilia

para acabar buscando refugio, en su cercana garita.



Si entonces reparas en las intermitentes bombillas

que mantienen encendido el cielo,

de cada punta de estrella

verás colgar largas cuerdas

que apuntan al lejano suelo.



Sigiloso escudriña entre los luminosos destellos,

bamboleantes descenderán por cada soga,

pintarrajeados y descoloridos mambos que festejaron otros tiempos,

y que una vez aterrizados, buscan amparo en las sombras.



Cuentan los que no duermen, ancianos,

bebevidas, dolientes, hombrelobos y enamorados

que algunas de estas noches que preceden a Fiestas,

cuánta menos luz hay en el cielo

más color desprende nuestra tierra,

y por las calles olvidadas y menos transitadas,

ensayan silenciosas y huidizas charangas

que brindan sin alcohol en vasos de piedra.




Hemos de esperar que el Cristo guardián entre en duermevela,

y la más cómplice de las lunas transite por otros cielos,

en ese momento, la noche se vuelve densa y espesa,

como cuando las cenizas le roban la luz al fuego.



Entonces, fija la mirada en una estrella, sin parpadeos

salta de una a otra, creando puentes sin pilares ni hierros,

entre centelleos, se descolgarán las sogas,

se tensarán bajo el peso de mambos y pañuelos,

reconocerás camisolas, cachirulos, ponchos

y algún traje de volantes, sembrado de lunares rojos.



Se mezclarán prietos claveles con abiertos espliegos,

competirán jotas y sanjuaneras

con las bulerías de algún despistado palmero.


Pero recuerda, si ves colgando una solitaria cuerda

de la brillante punta de una lejana estrella,

siempre puedes esperar, que alguien baje y te sorprenda

o auparte, izarte y tratar de llegar hasta ella.

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