¿VIVES TODAVÍA?

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Parece que a la hora de morir todo son ventajas. Si mueres muy joven, durante tu entierro, dirán: ha muerto como los elegidos de los dioses, ha saboreado lo mejor de la vida no ha tenido que soportar las miserias de la vejez. Si mueres muy viejo, dirán: ha gozado de buena salud se ha ido al otro mundo lleno de experiencia, rodeado de hijos y nietos, ha tenido muchas vivencias, ¿ que más puede pedir?. Si mueres de repente, de sincope o de infarto, dirán: no ha sufrido, no se ha enterado de nada, ya me gustaría a mí. Si mueres al final de una larga y cruel enfermedad, dirán: por fin ha descansado.


Y encima, aunque en vida hayas sido una mala persona, un aburrido y un mediocre, la familia y los amigos, incluso el cura, que ni siquiera te conocía, en el funeral te colmaran de elogios y, sin duda, habrá alguien que diga: siempre se van los mejores y, a ti te convierten en uno de ellos. Todas estas líneas no son una invitación a abandonar cuanto antes este perro mundo.


Vamos a estar tanto tiempo muertos que no hay que precipitarse. Pero si eres alguien que ha triunfado en la vida y quieres pasar a la posteridad es aconsejable que mueras de los primeros de tu generación, puesto que tu memoria solo perdurara mientras que tus colegas y familiares cuenten anécdotas de tu vida en las mesas y en las barras de los bares.


El espacio infinito del olvido comienza cuando se extingue el ultimo de los que te quieren y recuerdan. Si la vida fuera una inagotable sobremesa, la vejez seria ese humeante carajillo, a ser posible de anís, acompañado de un chupito de ron, algo dulce y luego algo seco, si invita la casa o los amigos miel sobre hojuelas.


Cada edad tiene sus cartas y, siempre en cada tiempo hay una baza ganadora, solo hay que saber jugarlas, sino lo haces o las juegas mal, pierdes todas las manos y la partida se hace larga y aburrida. Cae el tiempo sobre tu vida, mucho o poco y, al final lo peor es vivir y , que alguien al verte en la calle, diga:


¿ Pero este sigue vivo todavía?



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