Hay una plaza en Ariza, junto al Portegado, a la que todo el mundo llama “la placetilla de la Inés”, pese a llamarse “plaza nueva”. Cuando yo era pequeña, la parte elevada de dicha plaza la ocupaba un edificio propiedad del Marqués, en cuyos bajos estaba situada la carpintería de los hermanos Luis y Manolo Bueno y que probablemente hace siglos fue la mezquita medieval de Ariza. De esa carpintería recuerdo el olor a madera y a Chispas y a Tom, los perros que tenían a la entrada. Ese edificio se derribó en los años 80, cuando el marqués donó (o vendió al Ayuntamiento) el inmueble, que estaba en mal estado, dando lugar a la actual plaza. Pues bien, en la calle oriente, en la actual plaza, tenía mi abuela Inés Velázquez una tienda de alimentación que mucha gente mayor recuerda con cariño, porque era paso obligado de las chicas cuando iban hacia al colegio de las monjas que había en el Palacio de los Marqueses.
Desde su pequeña tienda veía pasar la vida entre poesía y poesía, siempre con su boli dispuesto a escribir en cualquier papel que tuviera a mano hasta el momento de pasarlas a limpio a un cuaderno, con ese estilo de poetisa popular de aquélla época parecido a las letras de las jotas, esa letra florida y sin faltas de ortografía, que hizo que en un momento en el que faltaban maestras en el colegio, se llegase a proponer que “la señorita Inés Velázquez Arana, pese carecer de la titulación necesaria” impartiese clases hasta que llegasen las profesoras solicitadas, aunque finalmente no se llevó a cabo.
Siempre con una inocencia tierna, me contaba anécdotas de su juventud: cómo se lavaban las chicas la cara con el agua de rocío que quedaba en las lechugas y las coles del huerto, porque creían que así cuidaban su cutis; cómo durante la postguerra, las chicas escondían los alimentos y el grano dentro de su escote para burlar la vigilancia de los guardias en la estación de tren.... cuando llegaron Dallas y Dinastía a la tele, contaba sorprendida que en América te podías enamorar de un hombre que luego resultase ser tu hermano... ella que había tenido una vida de película, salvando de una muerte segura al muchacho del que se enamoró, abogando insistente por su libertad ante un alto mando militar alojado en la posada de su familia, la “Fonda Velázquez”. Mi propio abuelo Valeriano Yagüe Vela, que en aquel momento se encontraba preso en la prisión militar de Jaca, condenado por sublevación contra el alzamiento por arengar a los jóvenes de Deza, su pueblo, contra el golpe de Estado de Franco, lo cuenta en unas memorias de su puño y letra a un amigo. Mi abuelo era sastre y, según me contó Amelia Ariza, tenía fama de donjuán, porque en aquella época cuando en una familia de posibles se preparaba una boda, bajaba en su yegua desde Deza, alto y rubio como era y pasaba varios días en la casa tomando medidas y probando trajes, con lo que accedía a una intimidad impensable para otros.
Recuerdo llegar para el verano desde Barcelona y encontrarme con fajos de cromos de la abeja Maya o de lo que en ese momento regalasen con los Danones, y pasar tardes enteras rellenando los álbumes (¿dónde habrán ido a parar?), subir a la camioneta que le traía la fruta y que el hombre me explicara “mira: se llaman naranjas sanguinas porque el zumo es rojo como la sangre”, y siempre rodeada de versos: un poema para un vecinito que acaba de nacer, una poesía a la Virgen del Pilar, los versos del ángel que todos los años le pedían y que nunca eran iguales, y muchos poemas a Ariza, puesto que a pesar de haber nacido en Embid de Ariza, siempre se sintió de aquí y formó parte de su pequeña Historia. Hoy, Día de la poesía, os dejo como regalo un poema a nuestro pueblo, escrito hace décadas, pero con un mensaje muy actual y lo quiero dedicar con vuestro permiso a mi tío Fernando, que nos dejó hace unas semanas. Espero que lo lea junto a mis abuelos desde allá arriba.
Verso a Ariza
Pueblo de Ariza, te llevo
Tan dentro del corazón
Que me parece que eres
Algo de mi posesión.
¿Y por qué no? Si he crecido
A tu amparo y protección,
Y me has dado tantas cosas
Que solo te debo amor.
¡Y qué grande yo te haría
Si fuera tu regidor!
Tan grande es mi fantasía
Que te haría campeón
De todos pueblos de España
Tú serías el mejor:
Con plazas de maravilla
Hermosas calles con sol,
Bellos parques, bellas fuentes,
Lugares de diversión.
Ya que hoy tus juventudes
No tienen más distracción
Que correr calles y calles
Sin ninguna diversión.
Tú mereces ser más grande,
Tú mereces ser mejor
Alguien ha de hacerte grande
Que te tenga mucho amor.
¿Y por qué no? Si eres Tierra
De bravura y corazón,
Si tienes hermosa huerta,
Si eres grande en extensión.
Si estás tan bien situado
Que eres centro y corazón
De todos pueblos lindantes
Que están a tu alrededor.
Solo alguien que te gobierne
Con un poquito de amor
Hará de ti sin esfuerzo
Lo que debieras ser hoy.
Que tu suelo rico y fértil
Se trabaje con amor
Palmo a palmo, con esmero
Hasta el último rincón.
Y que la industria florezca
Y crezca tu población
Para que tengan tus hijos
Ese trabajo que anhelan
Con todo su corazón.
Así lucirán tus calles
Tu juventud que es un sol
Aquel verano, Zaino había descubierto que con Aline se sentía diferente que con las demás niñas. ¿Se estaría haciendo tan mayor como para tener novia? –se preguntaba mientras ya salía de casa, con su jersey granate de ochos tejido por su madre el invierno pasado. (leer más)
JALON
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