TORRIJO DE LA CAÑADA, SU COBERTURA TELEFÓNICA A PEDALES Y EL CONCIERTO DE BOB DYLAN

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No. Este no es un titular sensacionalista de esos que proliferan por ahí y sólo buscan poner el algoritmo de su parte para obtener unos buenos cuartos publicitarios. Sólo son tres términos que bien hilvanados en la aguja de coser arpilleras informativas harían posible una puntada espectacular: "Bob Dylan podría tocar en Torrijo de la Cañada (Zaragoza)".



Notición ¿eh? Pues si. Podría. Otra cosa es que vaya a hacerlo, que eso ya no depende tanto de la voluntad del artista como de la avaricia de los inversores que manejan la nueva burbuja de la música en directo. Y decimos que podría hacerlo porque en Torrijo de la Cañada cumplimos una de las condiciones que el cantante y premio Nobel de literatura exige en su próxima gira del 2023 por la península: el público no puede utilizar teléfonos móviles. Acostumbrad@s como estamos en nuestro pueblo a dejarlo en casa porque la cobertura funciona como el régimen de la marea alta, sólo de madrugada y si no hay muchos usuarios conectados, nos convertiría en un público ideal para el evento. Total, de nada nos serviría la foto furtiva que seguro nos echaríamos con el de Minnesota si no es posible alojarla luego en una red social, e incluso podría darse la paradoja de estar asistiendo a un concierto cuya entrada no podríamos haber comprado porque el apagón digital que se cierne sobre nuestras cabezas así nos lo impone.


Y es que en la era de las comunicaciones, de los pulsos inalámbricos de información y del internet de las cosas, parece que a la "España llena de posibilidades" en la que vivimos, y en particular a nuestro pueblo, nos reservan el papel de Parque Temático de la Desconexión Digital con todas los inconvenientes que ello acarrea.


Avocad@s como estamos a realizar la mayor parte de las gestiones administrativas a través de la red, imaginen la epopeya de enfrentarnos a un trámite bancario con la oficina física cerrada 6 días a la semana, por no decir 7, y con una alternativa digital que nos obliga a hacer la diligencia de madrugada, con alevosía y nocturnidad para evitar el colapso en la red y con la inquietud que genera no saber si las poco fiables megas han cumplido con nuestro mandato. O pedir una cita médica cuando ni el teléfono fijo funciona, caso que se da muy a menudo, y la fibra óptica es una quimera próxima a la revelación divina que no permite ni despachar en condiciones una receta electrónica en la farmacia. Ni os cuento cuando quieres vender los productos de tu hipotético negocio y estos se te caducan en la estantería esperando a que el comercio digital considere el I+D+I de las palomas mensajeras. Y ya ni hablemos del difícil, por no decir imposible, acceso al ocio y al material cultural distribuido en su mayor parte por la red que, aunque para algun@s pueda sonar frívolo, también nosotr@s necesitamos satisfacer las inquietudes del alma.


Y así todo. Y mientras LOS SEÑORES de las telecomunicaciones reducen sus malos y a veces inexistentes servicios a descuentos puntuales en nuestra cartilla de ahorro, que ahí nunca fallan, ante la mirada pasiva de algunas autoridades competentes en la materia que deberían afear esta conducta empresarial y estimular una solución que se dilata en exceso, desde aquí, Torrijo de la Cañada y, en general, desde esa "España llena de necesidades y ávida de satisfacciones" en la que vivimos, reclamamos ya una sutura firme y definitiva para coser la brecha digital que sufrimos y nos aparta del mundo, para que una simple llamada de teléfono o una gestión digital no se conviertan en un dolor de cabeza, en una frustración o, lo que es peor, en una desatención.


En tanto en cuanto, y forzando nuestra cada vez más desgastada "resiliencia", seguiremos porfíando en esto de la comunicación con recursos imaginativos como el Silbo Gomero, enviando pequeñas nabatas por el Manubles a modo de correos fluviales, tañiendo puntos y rayas del código Morse en la forja de nuestros balcones, utilizando al cartero como heraldo de nuestra correspondencia epistolar o, como siempre se ha hecho, mandando al chiquillo de un lado al otro con el recado mientras, por otro lado, el reloj del wasap agoniza girando sin alcanzar nunca el doble check.


Ah, y considere nuestra propuesta, Mister Bob Dylan, que con el nubarrón digital que nos anuncia el hombre del tiempo, su "the answer, muy friend, is blowin' in the wind" sería canción verité, y ni una fibra óptica eficaz ni un teléfono operativo le perturbarían, que esos cachivaches aquí sólo son entes abstractos equiparables a los cronopios de Cortázar, los unicornios de Narnia o los gamusinos de la Ladera de las Bodegas de Torrijo de la Cañada.




Luther Blisset. Un torrijano incomunicado.

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