MARGARITAS A LOS CERDOS

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“Aguanta la contradicción” parece el nuevo lema de cualquiera que se intente enfrentar al problema del mundo rural con un mínimo de inteligencia: Por una parte, el mensaje urbanita- bucólico de mantener los pueblos y sus gentes en estado fósil mezclado con el concepto animalista de mascotización. Mensaje de éxito en el mundo urbano y que una parte política ha adoptado por su rentabilidad electoral. Por otra parte, el criterio hiperrealista de “todo vale” por el que se maximiza la rentabilidad económica y se confía al “milagro mercado”. Este mensaje es fácil de vender en los ámbitos rurales donde lo bucólico se funde en la desesperación del abandono.


A todo esto se añade la esquizofrenia de la política europea que nada entre el sagrado libremercado y las necesidades de intervención a favor de una realidad más sostenible. Después de imponer, durante décadas, las producciones intensivas y ligadas a la agroindustria, ahora propone reconvertir todo eso en producción selectiva- es verdad que es la única opción para Europa-. En otros continentes se pueden producir muchísimo más y más barato, pero un cambio tan revolucionario, y en tan poco tiempo, implica costes astronómicos y un malestar evidente en los productores.


La culturización del mundo rural, basada en su potente patrimonio histórico, y el consiguiente fruto turístico son muy positivos, pero solamente es parte de la solución e incluso pueden ser simplemente un maquillaje inmediato de la realidad dramática.


Agarrarse a soluciones temporales, algunas ya en franca decadencia, de rentabilidad inmediata, pero con una evidente carga negativa para el medio ambiente, puede ser pan para hoy…; sobre todo cuando hay recursos tradicionales, dejados de lado y que podían proporcionar una sólida revitalización tanto económica como poblacional: La ganadería extensiva, de profunda tradición y sistemáticamente destruida por una PAC miope, o la puesta en valor de vegas y regadíos infrautilizados son algunos de ellos.


Pero el mayor error en que podemos caer es dejarnos dividir entre cualquiera de los dos extremos: la cultura como única panacea y las soluciones económicas cortoplacistas. Lo que se impone es una racionalidad que tenga en cuenta que lo rural no es una pura marioneta, o una colonia extractiva, al servicio de lo urbano. 

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