CUANDO LA IRA TE CIEGA

|

En el artículo de esta semana vamos a tratar de comprender el origen de la Ira, para poder identificarla y no dejar que nos lleve a acciones, de las que más tarde es posible que nos arrepintamos…


La Ira es una emoción que aparece como una respuesta natural ante lo que consideramos una amenaza (enfado) o una injusticia (indignación), y puede variar en su intensidad: desde una leve irritación a una furia desmedida.


La clave para gestionar esta emoción consiste en “parar” cuando aparece. Es decir, no tomar decisiones importantes o simplemente callarnos, hasta que baje su intensidad y podamos razonar.


Seguro que todos recordamos algún momento en el que, estando enfadados, hemos hecho o dicho algo de lo que más tarde, cuando hemos recobrado la razón, nos hemos arrepentido (por lo menos de las formas). Y es que nuestro cerebro, cuando hay una alteración emocional, no puede razonar, y cuando se trata de la Ira, todavía menos, por eso decimos que “la Ira nos ciega”.


Es importante aceptar que, por el mero hecho de ser seres sociales, al relacionarnos con otras personas siempre estaremos expuestos a “ataques”, injusticias, malos entendidos, interpretaciones de situaciones que entendemos que nos perjudican, etc. Y que empezará a “hervirnos la sangre” y aparecerá la necesidad de venganza o de hacer el daño necesario para reestablecer el equilibrio desde una “ceguera” absoluta, que no nos permite razonar.


Para conocer mejor el mecanismo que regula esta “ceguera emocional”, te recomiendo leer el artículo “Cómo gestionar la Ira”, de esta misma sección: https://www.elaltojalon.es/texto-diario/mostrar/2681209/como-gestionar-ira   


Recuerdo que cuando estaba estudiando los mecanismos que regulan las emociones y el profesor dedicó una clase de cuatro horas a la Ira, se me vino a la memoria un símil que me ayudó a entender mejor este proceso. Me gustaría compartirlo con vosotros, por si os ayuda también a comprender mejor a esta emoción:


Cuando era niña, siempre veraneábamos en el pueblo y, a menudo, volvía a casa con la ropa manchada de barro (era lo más divertido). Pero un día me manché mi vestido preferido y fui corriendo a casa, le pedí a mi madre que lo lavase inmediatamente para que se secase lo antes posible, ya que quería ponérmelo para ir a una fiesta que había esa misma tarde. Ante tal impaciencia mi madre me dijo: “Tranquila, hay que esperar a que el barro se seque, porque así será más fácil limpiarlo”.


Con la Ira sucede lo mismo. No nos permite ver las cosas con objetividad, como son realmente. Si quieres evitar cometer la injusticia de “pagar” tus enfados con los demás, haciéndoles daño, acuérdate: ¡Deja “secar tu ira” hasta que puedas razonar!



Montse Martínez. Formadora y Máster en Psicoterapia e Inteligencia Emocional.

Comentarios