De cuando en cuando me gusta realizar búsquedas por internet sobre diversos aspectos de la historia de Alhama. A veces uno encuentra cosas interesantes, especialmente en lo que a material gráfico se refiere –fotografías antiguas– y también en cuanto a información procedente de distintas bases de datos de antiguos archivos. Sin embargo, este proceder conlleva un riesgo muy real de hallar ciertos datos históricamente imprecisos o sin contrastar. Esto puede suponer que cualquier persona que, con toda su buena fe y legítima curiosidad, quiera ampliar sus conocimientos históricos de una forma sencilla y rápida adquiera en ocasiones una información inexacta. Tal problema además resulta considerablemente grave, ya que atañe, o puede llegar a hacerlo, a prácticamente cualquier cuestión histórica de cualquier período, sea esta de ámbito local, como es nuestro caso, o de un alcance mucho más amplio o general.
Así, hace meses que «vengo rumiando» una idea: la conveniencia de comentar algo sobre un par de afirmaciones que aparecen en el apartado de historia en la entrada de Alhama en la Wikipedia. De esta forma, en la popular y colaborativa enciclopedia online se puede leer que durante la guerra de los dos Pedros nuestro pueblo cambió varias veces de pertenecer al reino de Aragón para pasar al de Castilla y viceversa. Además, se afirma literalmente que esta situación volvió a repetirse al siglo siguiente, reinando en Aragón Alfonso V y en Castilla Juan II, hasta la paz de 1454 cuando quedó definitivamente incorporada a la Corona de Aragón.
Para empezar, he de decir que, cuando leí esto por primera vez, me puse a buscar casi «como loco» más información de estos traspasos entre reinos de nuestro pueblo ...y no encontré nada. Tras dedicar, como digo, un tiempo considerable con mucho ímpetu e interés a la consulta de varios libros sobre historia de Aragón en la Edad Media y sobre la época de Alfonso V «el Magnánimo» tras la pista de algún dato que contrastara esto ...nada. Así que, hasta que alguien me demuestre lo contrario, concluí que esta información era imprecisa y podía conducir a equívoco.
Por lo tanto, por un lado, es verdad que es históricamente preciso que en el transcurso de la guerra de los Pedros Alhama pasó al reino de Castilla en 1363 en virtud de la llamada Paz de Murviedro. No obstante, retornó a Aragón al final del conflicto, en 1369, cuando, al ascender al trono castellano Enrique II de Trastámara, este nuevo rey devolvió al monarca aragonés Pedro IV todos los territorios ganados en la guerra en compensación al apoyo recibido por parte de Aragón en su lucha fratricida contra su hermano Pedro I de Castilla. Por lo tanto, puede decirse que Alhama perteneció al reino de Castilla seis años, entre 1363 y 1369. Pero, hasta donde yo sé, únicamente durante ese periodo.
Es cierto también que, en la primera mitad del siglo siguiente, el XV, hubo muchas fricciones entre Castilla y Aragón. Esto fue fruto en última instancia del cambio dinástico de Aragón. Es así porque, tras la muerte en 1410 del rey de Aragón sin descendiente y la celebración del famoso «Compromiso de Caspe», se designa rey de Aragón a Fernando I de Trastámara, conocido habitualmente como Fernando de Antequera por haber dirigido la conquista de esta ciudad frente al reino nazarí de Granada. La cuestión es que este Fernando I pertenecía a la casa real de Castilla –de hecho, fue hijo, hermano y tío de reyes castellanos, además de regente en aquel reino– lo que, en definitiva, implicaba que tanto él como sus hijos tuviesen unos enormes intereses patrimoniales y políticos en Castilla, aun incluso a pesar de ostentar la corona aragonesa.
Las tensiones entre los dos reinos estallarán enseguida. En Aragón Fernando I muere pronto, en 1416, y le sucede su hijo mayor Alfonso V, llamado «el Magnánimo», mientras que en Castilla el rey, Juan II, es un niño. Con este panorama, los hermanos de Alfonso V tratarán de hacerse con el control de la política castellana. Son los célebremente conocidos como los «infantes de Aragón». A partir de aquí y durante prácticamente todo el reinado de Juan II se vivirá un conflicto interno por el poder en Castilla entre los infantes de Aragón y la facción encabezada por el favorito del rey, el condestable Álvaro de Luna.
Así pues, realmente lo que se dio fue un conflicto interior castellano. Simplificando mucho, y con una buena dosis de sorna, no deja de ser una pelea familiar entre primos por el control de la finca heredada del abuelo. Lo que ocurre es que esta «finca» era el reino de Castilla. Esta situación sin duda se agravó al alcanzar la rama «segundona» de la familia el título de rey de Aragón, lo que hizo que esta línea contará con mucha más fuerza y recursos, derivados de su dominio de un reino que –no lo olvidemos– en la primera mitad del s. XV no dejaba de ser un país extranjero para los castellanos.
Sin embargo, nunca llegó a estallar una guerra abierta entre los dos reinos de las dimensiones que llegó a tener la guerra de los Pedros en el siglo anterior. Estuvo a punto en alguna ocasión. Probablemente la más cercana fue la «no batalla» de Cogolludo (Guadalajara) en 1429 cuando los infantes de Aragón entran en Castilla con un ejército aragonés –y, por tanto, extranjero– dispuestos a controlar ese reino por la fuerza de una vez por todas. Acudió a enfrentarse a ellos su sempiterno enemigo el condestable Álvaro de Luna. No obstante, cuando el combate en Cogolludo parecía inevitable, apareció la reina de Aragón, María, quien era a la vez esposa y prima de Alfonso V de Aragón –y, por tanto, cuñada y prima de los infantes– y hermana del rey de Castilla Juan II. En un desenlace, según narran las crónicas, totalmente de película la reina de manera inesperada llegó al lugar y plantó su tienda entre los dos ejércitos, en mitad de lo que iba a ser el campo de batalla. Así detuvo la inminente contienda y forzó a ambos bandos a llegar a un acuerdo. En definitiva, esta mujer puso un punto de cordura en una discusión familiar con una acción inesperada y contundente. Un poco –y vuelvo a tirar de humor y exageración– como esa madre o abuela que pone en orden a la familia durante la celebración de una cena en la que se juntan todos.
A punto estuvo, pero –no puedo dejar de insistir en ello– con este final tan cinematográfico se evitó tal vez una escalada bélica entre los dos reinos que nunca sabremos cómo habría acabado. Ciertamente acabó estallando un conflicto, la guerra civil castellana de 1437 a 1445. Sin embargo, como su nombre indica, esta nunca dejó de ser una contienda interior, aunque desde fuera Aragón se alineara por completo y con poco disimulo con uno de los bandos en liza. No obstante, es importante volver a incidir en la idea de que, en ningún caso, se produjo en esos años un conflicto como tal entre Castilla y Aragón. De este modo, tampoco hubo un cambio en las fronteras y Alhama, como el resto de localidades a uno y otro lado de la raya, en ningún momento cambió de reino, al menos hasta donde yo sé. Estaríamos, por tanto, ante una información inexacta del popular sitio web.
Por otra parte, solo de una forma excesivamente «cogida con alfileres» se puede plantear que Alhama queda definitivamente incorporada a Aragón en 1454. Es cierto que en ese año se firma un tratado entre Castilla y Aragón tras la muerte de Juan II de Castilla y la llegada al trono de Enrique IV. Pero ese acuerdo únicamente confirmaba, y por tanto mantenía, el trazado de la frontera entre los dos reinos. En realidad, como se indicó más arriba, Alhama había pasado por última vez al reino de Aragón en 1369 y llevaba desde entonces perteneciendo a este. Solo con una lectura muy benevolente y conociendo muy bien la historia se podría dar por buena la información de Wikipedia, ya que más bien parece darse a entender que en aquel año Alhama pasó al reino de Aragón, o cuando menos puede crearse una confusión al respecto. Además, si este fue el último acuerdo fronterizo entre los dos reinos, se debió a que los Reyes Católicos contrajeron matrimonio apenas quince años después, en 1469, lo que finalmente conllevó la unión dinástica entre los reinos y a la falta de necesidad de nuevos acuerdos sobre los límites de los mismos.
Lo más paradójico del tema resulta ser que hay un suceso de la historia de Alhama en esta época que afecta de un modo mucho más directo al pueblo que un tratado entre diplomáticos de unas lejanas –en más de un aspecto– cancillerías. Un suceso que seguramente reviste además de un mayor interés o que, al menos, resulta más curioso. Se trata de la ubicación de unos ballesteros para la defensa del castillo.
Me explico. La guerra civil castellana había terminado con la batalla de Olmedo en 1445. Esta supuso la victoria absoluta para Juan II de Castilla y Álvaro de Luna y, por ende, un enorme desastre para los infantes de Aragón que acarreo el fin definitivo de sus aspiraciones castellanas. Así las cosas, el mayor de los infantes de Aragón, también llamado Juan –quien acabaría siendo igualmente rey y fue, entre otras cosas, el padre de Fernando el Católico– abandonaba Castilla para instalarse en Aragón como lugarteniente de su hermano Alfonso V, quien parecía encontrarse muy cómodo asentado en Italia. Con tal situación, las relaciones de Aragón, refugio del bando perdedor, con Castilla, donde los vencedores del conflicto acumulaban todo el poder sin ya ninguna oposición interna, fueron muy tumultuosas los siguientes años.
En este contexto, las Cortes de Aragón convocadas en Zaragoza (1451-1454) decidieron reforzar la frontera con Castilla ante el miedo a un posible ataque del reino vecino. Así, una de las primeras medidas tomadas fue la contratación de ballesteros a expensas de las arcas del reino para situarlos en ciertas fortalezas limítrofes con Castilla. Lo interesante para nosotros aquí es que en una sesión celebrada el 4 de septiembre de 1452 se decide ubicar algunos de esos ballesteros en el castillo de Alhama. No sabemos exactamente cuántos serían, ya que se asignan un total de cuarenta a la Comunidad de Aldeas de Calatayud. Estos se repartirían entre las fortificaciones de Cubel, Abanto, Monterde, Ibdes, Alhama, Bijuesca y Torrijo. Tampoco sabemos si su número en cada lugar fue fijo o si varío. Por otro lado, en cuanto al tiempo que permanecieron en Alhama no se menciona específicamente en las actas de las Cortes. Sin embargo, su contratación se había fijado por un período de tres meses, lo que, sumado al hecho de que no se vuelva a mencionar la presencia de este tipo de soldado en Alhama, aunque sí en otros castillos de frontera, hace interpretar que no permanecerían más de este tiempo en nuestro pueblo.
Me gusta imaginarme algún ballestero instalado en lo alto del torreón del castillo, con su arma en mano oteando el horizonte vigilante de que no se aproxime alguna partida castellana. Me resulta una imagen muy atractiva. Además, hemos de pensar probablemente en un castillo de Alhama algo más grande que lo que se conserva. Ciertamente, es posible que ya existiese la actual torre, como describía en esa imagen mental, ya que esta al parecer data justamente del s.XV. No obstante, es prácticamente seguro que en aquella época el complejo defensivo del castillo de Alhama sería mayor y más completo. Contaría al menos con un pequeño perímetro amurallado y quizá con algún edificio menor más. Confío en poder ayudar con estas palabras al lector a dibujar mejor en su mente el aspecto que tendría por entonces esta construcción defensiva.
Finalmente, la tensión entre los reinos no llego a explotar generando una nueva guerra entre ellos, aunque en cierta ocasión alguien que sabe mucho más que yo del tema me dijo que se produjeron ciertos escarceos en algunos puntos de las tierras de frontera. Así pues, no hubo un conflicto justo a mitad del s.XV entre Castilla y Aragón. Y, en el momento en que desaparecen los principales actores del bando castellano –Álvaro de Luna decapitado tras perder el favor del rey en 1453 y el propio monarca Juan II en 1454– con la llegada al trono de Enrique IV se busca la firma de un tratado que suavice la relación entre ambos reinos. Un acuerdo, insisto, que no va ligado a ningún cambio en las fronteras o la pérdida o ganancia de lugar alguno.
Explicada pues a grandes rasgos la historia, se me puede achacar, y no sin ciertas razones, que, si quería corregir una entrada de la Wikipedia, simplemente podía haberla editado sin más. Sin embargo, con este proceder he pretendido por medio de un ejemplo claro y elocuente poner de manifiesto los riesgos de buscar información histórica de forma rápida, ya que existe el problema de poder encontrar datos sin contrastar.
Asimismo, conviene, por otra parte, destacar que una investigación histórica más metódica y concienzuda, a pesar de resultar más laboriosa, puede arrojar noticias o anécdotas mucho más «suculentas», como en este caso fue la ubicación de ballesteros en la fortaleza de Alhama en 1452. Una noticia intrínsicamente vinculada a la situación geográfica de nuestro pueblo: cosas que tiene el ser fronterizos, típicas de los límites entre reinos medievales, o «historias de la raya» que se podría decir.
Finalmente, no quiero acabar este artículo sin dedicar precisamente unas palabras al castillo de nuestro pueblo, el edificio más antiguo del municipio y que considero muy desaprovechado dada su historia y potencial. Probablemente se merezca algo más que una sencilla reflexión. Con total seguridad un análisis diacrónico que explique las distintas etapas del mismo y que igualmente deje constancia de ciertos hechos memorables que han tenido lugar en el mismo –como el que se ha mencionado en estas líneas– podría resultar un texto bastante interesante. ¿Quién sabe? Quizá algún día me anime a hacerlo
JALON
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