'LAS CHATAS' SE LLENA DE ARTE: PRADO VIELSA RECUPERA LA MAGIA DE UNA TIENDA CENTENARIA EN ARCOS DE JALÓN

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Hay lugares que no mueren, solo duermen esperando al beso un príncipe, o como en este caso 'principesa', porque por fin los cuentos empiezan a protagonizarlos mujeres valientes. Y de ejemplos así está lleno Arcos de Jalón. La última, la artista visual Prado Vielsa, que ha decidido que en Arcos de Jalón puede encontrar la inspiración e incluso proporcionar, por qué no, un espacio para otros artistas en el que exponer la vanguardia de la creación moderna en un lugar histórico de nuestro mundo rural.


La antigua tienda de Las Chatas, en el número 16 de la Calle Mayor de Arcos de Jalón, ha sido uno de esos espacios que el tiempo dejó en pausa, esperando a que alguien volviera a darle vida. Y ese alguien ha sido Prado Vielsa, artista visual originaria de Aguilar de Montuenga, pedanía de Arcos de Jalón, y afincada en Zaragoza desde su niñez. Vielsa y su marido adquirieron el local el pasado junio, y desde entonces están inmersos en la delicada tarea de devolverle el esplendor de antaño, respetando cada huella del pasado y cada detalle que ha sobrevivido al olvido.


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"El día que levantamos la persiana fue increíble", recuerda Prado. "No me lo podía imaginar. La tienda había estado cerrada durante medio siglo, pero fue abrir las puertas y la gente empezó a venir, a emocionarse. Me decían: 'Aquí compraba mi madre las chucherías' o 'Recuerdo venir con mi abuela a por las alubias'. Fue como devolverles un pedazo de su infancia". Prado Vielsa contaba esto con la emoción aún viva en la voz en una reciente entrevista en Pasajeros al Tren de Alto Jalón Radio.


Las Chatas era mucho más que una tienda; era un pequeño universo para los habitantes de Arcos. En aquel espacio no solo se vendían tejidos y ropa, también calzado, pequeños muebles, alimentación… Incluso había una ‘piscina’ con una bomba para el aceite de oliva, desde la que se rellenaban las garrafas de los clientes. El local era un escaparate de vida cotidiana y ahora, medio siglo después, sus paredes vuelven a respirar.


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El interior de la tienda ha sobrevivido casi intacto al paso del tiempo. El gran mostrador original de madera sigue en pie, aunque ahora solo queda la mitad; las estanterías de madera oscura que guardaban mercancías están ahí, esperando que alguien las vuelva a llenar de significado. El suelo, de baldosas hidráulicas de colores, ha perdido parte de su brillo, pero Prado está segura de que aún guarda memoria bajo sus formas geométricas. Y en la galería superior, Vielsa descubrió dos antiguas máquinas de impresión, las precursoras de las actuales fotocopiadoras, con sus tarros de tinta todavía presentes. "Fue una señal", afirma Prado, cuya formación artística como grabadora e impresora parece ahora guiada por una especie de destino circular.


"Mi idea inicial era usarlo solo como almacén para mis obras", explica. "Pero es imposible no sentir la historia que guarda este lugar. Así que decidí convertirlo en mi estudio, pero también quiero que sea un espacio para compartir, para que otros artistas puedan mostrar su obra en los escaparates". Prado menciona un proyecto curatorial inspirado en una iniciativa de Girona, en el que los escaparates se convierten en galerías vivas, abiertas a la calle, a los ojos curiosos de los transeúntes. "Será una manera de devolver al pueblo un espacio que siempre fue suyo", añade.


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Desde que Prado y su marido comenzaron las obras de recuperación, los vecinos más mayores de Arcos han vuelto a cruzar el umbral de Las Chatas. "Te puedo decir que he visto lágrimas en los ojos de algunas personas al entrar", relata Prado. "Recuerdan cuando eran niños y venían a por caramelos o a por telas. Han pasado 50 años, pero la memoria de esos momentos sigue viva".


A Prado Vielsa le emociona especialmente el entusiasmo de los vecinos. "Te dicen: 'Qué bonito está quedando', 'Qué suerte que alguien haya vuelto a abrir Las Chatas'", cuenta. Pero ella insiste en que el mérito es del propio espacio: "Este lugar tiene un alma propia. Lo único que estoy haciendo es descubrirla". Cuando se le pregunta si imagina abrir las puertas de Las Chatas para alguna exposición o evento, Prado sonríe. "Claro que sí. Sería precioso hacer algo aquí. Este lugar no solo es arte y memoria, también es comunidad".


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Con una mezcla de nostalgia y esperanza, Las Chatas vuelve a respirar. La madera cruje bajo los pasos de quienes entran por curiosidad o por recuerdo, las estanterías vacías empiezan a llenarse de nuevo, y la luz que entra por los viejos ventanales ilumina no solo un local, sino también una historia que estaba esperando ser contada de nuevo. Prado Vielsa lo resume con sencillez: "Este espacio no es solo mío; es de todos. Y ahora vuelve a estar vivo", relata con la satisfacción de quien le acaba de dar un beso reanimador a la bella durmiente y huele cómo se van cocinando, poco a poco, a fuego lento, las perdices.


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