Sólo un Dios, al morir crucificado, puede tener sereno su semblante.
Sólo Tú, ¡Oh Jesús ! dulce y amante, puedes quedar así glorificado.
Manso el gesto, Señor, atormentado por un largo martirio agonizante, en tus labios abiertos hay, frangante, un clavel de clemencia amoratado…
¡ Me conmueve, Señor, que mis pecados por tu sangre me fueron redimidos y te pido, Señor, que de tal suerte por tu dolor me sean perdonados, y que, cuando adormezcas mis sentidos, me des la placidez de buena muerte !
JALON
NOTICIAS.ES
Comentarios