TRATA DE BLANCAS, ROJAS Y AMARILLAS

|

  Empezaba a perder su entereza, la altivez de los primeros días había dejado paso a una triste sensación de generalidad, de anónimas presencias.

   Recordaba el inicio del cautiverio, el traslado de sus compañeras desde los campos de Shaor Nam. Como fueron arrancadas violentamente de sus hogares y transportadas en aquellos furgones cerrados hasta ciudades distintas y desconocidas. Viajaron hacinadas dañándose las unas alas otras, con el involuntario y acompasado movimiento. La falta de luz las hizo desesperar, creyeron que era el final. Luego, aquella fría bodega, la separación de sus iguales de infortunio, las uniones según los gustos del lugar, al fin y al cabo, eran un producto de consumo.

   Al principio muchas de ellas se mostraron orgullosas, dignas, pero fueron perdiendo el valor al tiempo que se ajaban sus cuerpos.

   A diario, las subían desde sus celdas para ser exhibidas; allí, en aquellos humillantes escaparates sufrían el acicalamiento rutinario y procaz de la hábil y dura “madame”. Notar sus expertas manos en sus cuerpos, las hacía a sentirse vulgares y sucias, la rudeza de sus métodos había acabado con algunas de las mas débiles.

   Lo peor de todo, era sentir los ávidos ojos fijos en sus adecentados cuerpos, la búsqueda obscena de la frágil belleza, las sórdidas preguntas inquiriendo precios y formas: ¿Cómo las desea? ¿Aquí o en su domicilio? ¿Una o varias?

   ¡Qué repugnante puede llegar a ser el ser humano!

   Habían ido perdiendo hermosura. Por la noche, cuando las bajaban veían como sustituían a alguna de sus viejas compañeras por otras jóvenes y asustadas candidatas. Dormían abrazadas, infundiéndose quejumbrosos ánimos e intentando darse calor. Conversaban nerviosamente y explicaban sus lejanos y exóticos orígenes, charlas repletas de vanidad que escondían silencios llenos de miedo.

       Aquello parecía satisfacer a nuestros carceleros que nos observaban con ojos profesionales, tomando las pertinentes medidas para nuestra alimentación y mejor conservación. El extraño sabor del agua, sin duda tenia que ver con la exultante vitalidad que nos invadía por las mañanas.

¿Cuánto tiempo llevábamos siendo obligadas a ofrecer la soez representación?

La actitud pasiva que adopté los últimos días, solo me había deparado inconvenientes. Creí que si mi estado físico no era el más deseable sería menos solicitada, me abandoné, me mostré abúlica, abatida; no sirvió de mucho, la regenta recurrió a las mas sencillas y dolorosas persuasiones e hizo erguir mi figura. Acortó mi personalidad, pero levantó mi talle, sentía una profunda vergüenza y pese a ello, mis formas se mostraban valientes ante el temor a nuevas crueldades.

Hoy las fuerzas me abandonan. Desde mi escaparate veo pasar a los indiferentes y cómo, de cuando en cuando, lujuriosas miradas se interesan por mi ofrecimiento.

Ha desaparecido la rebeldía, el abandono le da una belleza indolente que antes no tenía, todo parece mas suculento, mas atrayente, pero a la vez mas frágil, menos duradero.

     Mi provocadora postura llama la atención de un joven y apuesto cliente, la glotonería en su mirada, hace temblar la renacida sensibilidad de mi piel.

    No quiero pensar en otros tiempos de lucha, de crecimiento, de apego a la tierra, está todo demasiado lejos. Tengo los sentidos como ausentes, me ofrezco con impudicia, sin recato y presiento tras el cristal, el creciente interés de mi futuro dueño.

     Veo su mano empujar la puerta y ésta, a su vez, dar y vida y sonido aun inarmónico castillo de metales y cristal, previniendo a la solicita gobernanta, que acude a escuchar los deseos del presunto comprador.

   Un soplo de aire frio sorprende la caldeada estancia, la valiente frescura se posa en las atractivas formas y, al mismo tiempo que la hace temblar con suavidad, cambia con su fuerza el aroma del pesado ambiente.

    Una voz decidida, señala y encarga: “De aquel grupo. ¡aquella!, la más abierta, la más pálida…es igual el precio…valga lo que valga”

     Esas palabras son suficientes. Ya pelearán otras….

   En un voluptuoso movimiento, afloja aún más sus pétalos y el intrincado laberinto de hojas deja escapar al rejuvenecido aire, el ultimo aliento de la cautiva rosa.

   LOS INSOBORNABLES DE SOMANANGA
   SINGULAR SENSIBILIDAD

Comentarios