EMBID DE ARIZA, ABEJARES Y HORNALES

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Portada

Foto: Juan Fco. Mariscal



Qué manjar poder coger con las manos un pedazo de panal, repleto de miel y masticar en la boca durante minutos, sacando el empalagoso dulzor de la miel, mientras poco a poco una bola de cera se formaba en la mandíbula. Esto que tan común era hace unos años ha pasado a ser privilegio de algunos y abominación para otros, y es que esa potente máquina industrial ha desvirtuado el paladar de la gente, haciendo caso a sacarinas y ciclamatos artificiales. Y es que tiempo atrás no era así, casi con exclusividad la miel era suficiente para endulzar tortas, turrones y bebidas que despertaban el alma, mientras que en otra carrera la caña y la remolacha se imponían en la guerra del azúcar.

Pero la auténtica protagonista de odas y otros poemas a la miel típicos de dioses griegos y romanos, era nuestra querida amiga la abeja,  Apis mellifera ibérica, que ha acompañado a la humanidad desde su comienzo. Y aunque la fórmula básica no ha variado demasiado, es decir, abejas, flores, polen y miel, sin embargo sí ha cambiado la forma de pastorear o si me permiten de ganadear de este simpático aunque temible insecto.

Seguro muchos conocen, pues todavía existen en pie, incluso en uso, ciertos edificios diseminados por el municipio de Embid de Ariza diseñados con exclusividad para dar cobijo a enjambres de abejas. Éstos son los colmenares, también llamados abejares, hornos, hornales o harnales de abejas. “Horno” que es furnus debido a la forma de los nichos donde se construyen los panales, y “harnal” de farina refiriéndose a los cajones de harina por su similitud.

El interés de este sencillo artículo tiene su propósito en la necesidad de catalogar, distinguir, o al menos concienciar al lector que entre cerros, montes, valles y ríos de este pueblo, va a encontrarse con estas singulares construcciones, que deberá reconocer y proteger, pues son un claro vestigio de la vida de nuestros antepasados y su relación con la naturaleza, ahora tan demandada.


Mapa

Localización de los colmenares


Al menos podemos encontrar entre 15 y 18 colmenares en todo el término. Son edificaciones muy similares entre sí, de mampostería con aglutinante de tierra y manteado de barro. En algunos encontramos también la utilización de madera y yeso, según la zona. Son complicados de datar, pero por su estado de conservación podemos encontrar algunos entre el siglo XVIII y el XIX y no sería difícil pensar en alguno alrededor al siglo XVII.

La gran mayoría tienen una dimensión entre 4 y 5 metros de largo por 2 de ancho, haciendo una planta sobre los 8 ó 10 metros cuadrados. Sin llegar dos metros de altura y con una sola vertiente inclinada en una dirección. Éstos los encontramos casi siempre en la ladera sur de un cerro o valle inclinado, a cierta altura, resguardado del viento norte. En el interior del horno encontramos varios nichos, que son las aberturas donde los enjambres construyen con sus paneles de cera tapados bien con una puerta de madera o de cañizo. Un pequeño orificio al exterior permite a las abejas acceder al interior del nicho.


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Colmenar del Túnel.  Foto: Juan Fco. Mariscal


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Colmenar del Castillejo. Foto: Víctor M. Mariscal


Encontramos una descripción bastante precisa en el libro “Antorcha de Colmeneros o tratado económico de abejas”, escrito por José Rivas Pérez en el año 1807, que dedicó su estudio en las zonas incluidas en el triángulo formado por los vértices de Almazán, Calatayud y Ocentejo. En su párrafo II y III nos dice la forma y la dirección que deben tener los hornales hacia el sol. Los hornales, colmenares, abejares, hornos de abejas, hacen mención al mismo tipo de edificación destinada a albergar distintos grupos de enjambres de forma que estuvieran protegidos de las inclemencias del clima y de los depredadores naturales. Relata la experiencia del Capellán de Cabolafuente que “cansado ya de poblar hornos, y no pudiendo conseguir su permanencia, vino en conocimiento de que la causa de semejante ruina provenía indefectiblemente de la falta de sol, que debiéndoles bañar su frontis o piqueras (1*) por doce horas, quando la estación lo permite, no la bañaba más que seis, de modo que al medio día ya lo rodeaba la sombra, y de consiguiente perecían de frío en el invierno. Cerciorado por esta experiencia de la causa de sus desgracias, edificó nuevos hornales al mediodía, los pobló, y consiguió su permanencia, de manera, que desde entonces no se le mueren helados como antes sucedía.”

El hornal es una casita en cuyo diseño se ve la pared maestra que es la que ha de mirar al mediodía. Ésta debe tener de grueso una vara castellana (unos 83 centímetros) porque en ella se han de abrir las concavidades para los hornos, los cuales han de tener tres cuartas y tres pulgadas de profundidad (unos 70cm) algo más de una tercia de altura (27cm) y dos tercias y media de latitud (67,5 cm). Esta pared puede hacerse de tapia, y los hornos se podrán abrir con reja o pico, o bien hacerlos de adobes como un armario cuyo suelo sea un plano inclinado hacia el orificio, abertura o piquera. La altura no deberá exceder por la pared maestra o frontis de las piqueras de dos varas castellanas (166cm)


Antorcha

Detalle del horno de abejas


Todos los colmenares encontrados en Embid siguen fielmente estas recomendaciones, en especial la orientación al sur, sur-este, materiales, dimensiones, y formas. Lamentablemente muchos de ellos, ya arruinados, apenas poseen su tejado, y el agua ha hecho el resto desmontando los adobes. Son fáciles de distinguir por su serie de arcas alineadas desde el interior, y las clásicas aberturas en el exterior como entrada a las abejas, aun con diferencias notables entre unas y otras, pues las hay desde un simple orificio, hasta complejos diseños a modo de hornacinas con forma de media luna favoreciendo el aterrizaje del animal.


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Interior del Colmenar del Castillejo


No podemos olvidar que la cera fue también uno de los recursos más valorados, especialmente por la iglesia cristiana, pues requería que la  forma de iluminar los edificios religiosos fueran realizados por velas y cirios fabricados exclusivamente por cera de abeja como símbolo de virginidad y pureza de la naturaleza, aunque probablemente se tratara más bien de la ventaja de su tipo de combustión, con llama blanca y sin residuos, para no perjudicar ornamentos, tejidos y de fácil limpieza, al contrario que las lámparas de aceite.

Por último comprobamos que el término “Colmenar” aparece en varias de las cartografías que encontramos, por ejemplo en la minuta de 1916 del Instituto Geográfico y Estadístico, por citar alguno, el Colmenar de la Casa de la Vega, el Colmenar de Valdetañón, o el Colmenar de  camino a Ateca junto al Regatillo en la Punta del Vinagre. En el catastro de 1945 del Instituto Geográfico y Catastral encontramos la “Umbría de las Colmenas” en el barranco de la Cerrada junto al Picazo. Pero sin lugar a dudas, la referencia más antigua que hemos encontrado sobre este término se encuentra en un documento del Archivo de la Corona de Aragón, del año 1357, donde nos cuenta que los propios vecinos de Embid de Ariza solicitaron al rey trasladarse a un pueyo próximo al lugar, llamado El Colmenar, petición que les fue concedida (1)  en plena guerra de los dos Pedros.


(1) ACA Can. Reg 1150 f.141v gracias al trabajo de Mario Lafuente Gómez “Por Caminos sinuosos: La defensa y el control del territorio en Aragón durante la guerra de los dos pedros (1356-1366), Aragón en la Edad media XXII (2011) ISSN 0213-2486”
(1*) Piquera, f. agujero o puerta pequeña que se hacen las colmenas para que las abejas puedan entrar y salir.

Jorge Mariscal. Asociación Histórico Cultural de Embid de Ariza





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