Si hay un ave fascinante en la fauna ornitológica de Monteagudo es la perdiz. Es deseada por todos. Desde octubre a febrero los cazadores la buscan con ahínco las rapaces las vigilan desde arriba y ya para completar el circulo los zorros las acechan. ¡¡¡¡Su vida es un sobresalto permanente!!!!!
A quienes les gusta pasear por los caminos de parcelaria durante el verano, saben que tienen la suerte de poder encontrarse a bandadas compuestas por la pareja acompañada de su prole de perdigones.
Tienen sonidos característicos. Castañeteando a la hora de buscar pareja durante el mes de febrero o bien cuando van en familia, titeando para tratar de reunir a toda su prole en los meses de julio o agosto.
En Monteagudo tenemos la suerte de disfrutar la perdiz roja, la autóctona. Un ave brava que da color a esos terrenos amarillentos del cereal.
El plumaje de las perdices es predominantemente gris en la parte superior con tonos marrones y rojizos en las alas y la espalda. El pecho también gris, mientras que a los lados tiene bandas negras y blancas. La cara y la garganta son de color blanco cremoso, mientras que las patas y el pico tiene un color rojo brillante. Los machos se diferencian por el tamaño ya que suelen ser más grandes que las hembras.
La perdiz es omnívora, tiene una dieta variada. Tan pronto puede alimentarse de hojas, semillas, frutos secos, bayas como de invertebrados, insectos o lombrices.
Anida en el suelo, en lugares escondidos entre la vegetación. La hembra pone entre 10 y 20 huevos que incuba durante 24 días. Los polluelos pronto empiezan a ser autónomos ya que son capaces de alimentarse solos.
Prefieren desplazarse a pie. Si sienten el peligro se quedan quietas, camufladas con el entorno o bien empiezan a correr en zigzag. Pero si ya el nivel de peligro es alto alzan el vuelo. Este vuelo es bajo y enérgico batiendo fuertemente las alas pudiendo recorrer grandes distancias.
Los cazadores son los que más sufren esas espantadas, ya que les obliga a patear grandes distancias hasta que las tienen de nuevo a tiro. Eso lo sufren más cuando no llevan la compañía de un perro, como le pasa a Goyo que seguro echa de menos la compañía de su amigo Cañamón que le facilitaba la vida los días de caza.
Así que cuando paséis por el campo y escuchéis ese sonido característico, sobre todo al amanecer, fijaros bien ya que entre los matorrales las veréis aparecer.
JALON
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