ME LO COnTÓ (En almíbar)

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Cuando el selfie era un espejo en el pasillo, cuando nos creíamos ecologistas por usar cien platos, cucharas, cuchillos, tenedores y copas de plástico en una fiesta, cuando nos decían que en Francia cobraban el doble que aquí y cenaban a las siete y media, cuando votamos casi todos que sí y luego tuvimos que elegir entre uno y otro porque no había mucho más, cuando te compraban la ropa grande por si dabas el estirón o heredabas chaquetas de tu hermano, cuando las gambas llevaban gabardina, cuando un positivo no necesitaba cuarentena sino un buen pan con el que acompañar la anchoa, cuando una banderilla no tenía connotación política, más allá del rojo del pimiento y el amarillo de la yema del huevo duro, cuando comer carne de vacuno solo era pecado en Cuaresma, cuando el peligro era cortarse con un cristal buceando en la reguera de Los Pajares,  cuando se pescaba a cucharilla por la mañana y a mosquito por las tardes de verano, cuando una sandía de siete kilos era recibida como uno más de la familia, cuando el helado se medía en barras de litro, cuando las moras de primeros de septiembre suponían una merienda improvisada, cuando la primera tormenta de mediados de agosto nos llevaba al comentario de “ya se ha jodido el verano”, cuando las últimas espigas de trigo eran segadas poco antes de fiestas (¡Ay, Antoniejo que nos pilla el Cristo cosechando), cuando el pan se cocía de noche en la panadería, cuando las charangas venían de la comarca de Calatayud, cuando la Mari Carmen no sabía coser, la Loles tenía un conejo y la cabra, la muy puta de la cabra, se moría una y otra vez, cuando los Picones daban champiñones, cuando aparecían piedras entre los fardos de espliego, cuando el Jeto igual contaba un chiste que rasgaba su guitarra, cuando los pasteleros eran maestros y los maestros, maestros,  cuando los cines sudaban para dar cobijo a tantas almas, los ferroviarios aún regresaban cada verano, el padre del Chiqui pasaba con “el rápido” por el pueblo sin parar de pitar saludando el día, cuando la Pista era el mejor confesionario y la Iglesia la eterna apuesta, cuando los camareros llevaban pajarita, la Pajarita vendía chucherías, como la Churrera, el Churrero era cubano, un cubata era un medio,  en medio del río había una isla llena de zarzas, la Zarza era una peña y en la Zarza vivía la Fila, hacíamos fila para entrar al cine, el cine eran dos: Lux y Numancia, cuando el Numancia jugaba en Tercera, cuando a la tercera llamada acudías a cenar, cuando cenabas un bocadillo de tortilla, cuando las tortillas eran de huevos de gallinas de Arcos, cuando Arcos sigue en pie y el pasado y el futuro se citan para continuar muriendo y viviendo a partes iguales. Cuando…

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