El ILUSTRE VIAJERO-TORRALBA 1907

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CABRE 3879 P

Foto: Archivo Cabré


Llegó el poeta Antonio Machado a la desaparecida estación soriana de San Francisco sobre las seis de la mañana del 1 de mayo de 1907, según Heliodoro Carpintero, estudioso de la obra machadiana. Aunque el horario oficial de trenes, publicado solo unos días antes de la llegada del poeta, sitúa la llegada a las 7,07 h.de la mañana, seguramente en su “vagón de tercera y ligero de equipaje”. Ian Gibson, el gran hispanista, apunta que, durante el verano de 1907, el poeta regresó en una o dos ocasiones a Soria, antes de comenzar las clases en otoño, quizás para familiarizarse con la ciudad.

Conclusión, nuestro universal poeta estuvo en Soria, cosa esta harto sabida, pero el pueblo más visitado además de la capital fue un pueblo del Alto Jalón, conocido por su magnífica estación: Torralba del Moral. Pero el poeta no llegó a la estación actual, que no existía, sino a la antigua estación hoy desaparecida.

En aquel entonces, los viajes entre Soria y Madrid eran nocturnos y con un tren diurno los martes. Así, el poeta se paso toda la noche en el tren y sin calefacción ni comodidad alguna. De hecho, la prensa soriana andaba quejosa dado que en los trenes de Valladolid a Ariza llevaban una calefacción precaria y los del Torralba - Soria "pelaos de frío".

El tren procedente de Madrid llegaba a Torralba a las doce y media de la noche. Machado tuvo que estar dos horas y media en Torralba, esperando transbordar al tren para Soria que salía a las 3,05 de la madrugada, con llegada a Soria a las 7,07.

Los sorianos bautizaron al tren de Soria a Torralba, como el "Torralbilla" o "Tren del lobo" (por circular de noche). Como curiosidad, decir que la antigua estación tenía fonda, pero los trenes pasaban de madrugada. ¿Estaba la fonda abierta a esas horas? Y si estaba cerrada, ¿que sentido tenía? De estar abierta,  nuestro querido poeta hubiese tomado su apreciado café. Tomaba entre ocho y diez tazas al día. En el viaje de vuelta a Madrid, acaecido unos días después, el transbordo en Torralba demoraba unas dos horas. Esa semana, estuvo D. Antonio cuatro horas y media en este pequeño pueblo soriano. ¿Cómo es posible que, con tanto historiador de la obra machadiana, nadie haga aunque solo sea una referencia a este pequeño pueblo soriano, donde D. Antonio pasó tantas horas en sus numerosos viajes entre Soria y Madrid?

La verdad que el poeta, que entonces contaba 32 años, llevaba muy bien esos pesados viajes, tal y como describe en su poema “El tren”:


Yo, para todo viaje
—siempre sobre la madera
de mi vagón de tercera—,
voy ligero de equipaje.
Si es de noche, porque no
acostumbro a dormir yo,
y de día, por mirar
los arbolitos pasar,
yo nunca duermo en el tren,
y, sin embargo, voy bien.
¡Este placer de alejarse!


En la estación de Almazán-Villa, un poema de Machado nos recuerda el paso del poeta: “Otro viaje de ayer por tierra castellana ¡pinos del amanecer entre Almazán y Quintana!”. Si volvemos a los horarios, el despuntar del viaje, después de una larga noche, le sorprende entre Almazán y Quintana. Este extracto pertenece al poema “Otro viaje”, donde Machado transmite la soledad que siente por la pérdida de Leonor, su esposa. El poeta, en su viaje por tierras de Jaén rememora otro viaje (de ahí el título) en el “Torralbilla”, reflejo de una felicidad pasada por sus queridas tierras sorianas que no volverá.

Antonio Machado murió el 22 de febrero de 1939 en Colliure. Las autoridades francesas quisieron hacerle un homenaje y enterrarlo en París, pero la familia se opuso. Fue enterrado en Colliure, acompañado por todo el pueblo, militares y exiliados; seis milicianos portaron su féretro, los escasos doscientos metros que separan la casa Quintana, donde falleció, del cementerio.

Hace algunos años, estando en Colliure, un abuelo se me acercó con ganas de conversación. Me preguntó de dónde venía y rápidamente le hablé de que mis raíces estaban en Soria. El hombre al oír Soria exclamó “Machado…Antonio”, para a continuación sentarse al lado y relatarme todo lo que le había contado su padre. Parecía como si todo el mundo en el pueblo se hubiera volcado con el poeta en ese duro exilio. Al marchar, me dijo que Soria y Colliure están hermanadas. Con una sonrisa le contesté “nos une Machado, hermano”. Una gran sonrisa y quizá un pequeño amago de lágrima iluminó su rostro. 






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