EL CAMINO REAL, EL CASTILLO DE JUBERA Y LA VIDA EN EL PUEBLO

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La semana pasada me puse las botas para recorrer el cañón que une Somaén con Avenales y visitar el primero de la los pueblos abandonados que, mensualmente, visitaremos para contar la historia de cada uno de ellos. A través de su tiempo podremos comprender por qué la despoblación es una depredadora que no se detiene si no reaccionas en el momento. En lugar de pararnos a mirar el reloj, contaremos sin descanso lo que ocurre a nuestro alrededor para intentar solucionarlo. Mientras tanto, un sábado más nos vamos de paseo por la comarca para hoy domingo poder contarlo. ¿Os queréis venir conmigo de nuevo?.

Esta semana no vamos a poner en valor un sitio concreto de algún pueblo. En una sección que pretende enseñar lugares con potencial para generar turismo a través de su patrimonio natural, cultural o histórico, en esta ocasión queremos destacar un aspecto de la vida en el pueblo. Porque no todo es recoger turismo y que vengáis a vernos. También queremos ser una opción de vida: volved a vuestro pueblo. Hoy #MePongoLasBotas para dar un poco de envidia a aquellos que estáis fuera y no podéis tenerlo. Se llama vida rural y, a pesar de no subir vídeos a internet a la velocidad del rayo, vamos a la del trueno, que tampoco es tan lento y además disfrutamos de algo que es solo nuestro: ser de pueblo.

Ser de pueblo significa que me vean por la calle con las botas puestas y me digan, -"¿dónde vas a ponerte las botas hoy, pichichán?, tómate una con nosotros y nos vamos contigo a dar la vuelta luego"-. Y así es aquí la vida, cualquiera que te encuentras es amigo y para tomarte una cerveza siempre tienes un hueco. En Madrid no me la tomaba porque, además de no saludarte la gente cuando te cruzas por la calle, pasaba ese rato en el Metro. De modo que me siento con mis dos acompañantes y se nos hace largo el 'vermut torero'. Cuando salimos es algo tarde, así que vamos a donde nos da tiempo. A pesar de todo, atentos que no tiene desperdicio el viaje.

Nos dirigimos desde Arcos de Jalón hacia Somaén por la antigua carretera Nacional II y, en mitad de la recta que hay nada más salir del pueblo, paramos y Miguel, que ya nos ha acompañado en otras excursiones, nos enseña el lugar donde hubo un asentamiento romano. Descubrimos cientos de fragmentos de cerámica, vasos, platos, tinajas... y empezamos a trasladarnos a los tiempos de Trajano. -"Pues esto no es nada, verás la calzada hermano"-, me dice Miguel llevándonos hacia un camino paralelo al barranco que forma el cauce seco del Río Valladar.

Seguimos el camino por una senda que muestra vestigios de haber sido un camino con historia. Las peculiaridades de nuestra comarca, generadas por estar situados en frontera, hicieron que fuera necesario e interesante construir muchas vías de acceso, por comercio y por guerra, durante toda la historia. Siempre ha sido así en nuestra tierra. Desde calzadas romanas hasta la autovía o el AVE.  El camino, que describen los libros como Camino Real, no sin dificultades por recientes desprendimientos de rocas, nos lleva bordeando el valle del Valladar y nos saca de él pasando por el Alto de Jubera, donde un castillo nos espera para avisarnos de nuevo. Esta es tierra de trasiego. Por aquí venía el oro extremeño hacia los puertos del Mediterráneo. En estos lugares había batallas por reinos y por bandos. Y por eso está poblada de atalayas y fortificaciones. Aquí nos encontramos una, el Castillo de Jubera. Esta construcción constituía una importante plaza desde donde controlar el acceso a Aragón, contando para ello con una extensa red de atalayas por todo este tramo del valle del Jalón. Fue objeto de disputas entre Pedro I de Castilla y la casa Trastamara, así como entre castellanos y aragoneses en las guerras de la Raya. A 500 metros de la localidad de Jubera, en un alto, tan sólo se conservan algunos restos de mampostería de las murallas y el aljibe, pero merece la pena verlo y divisar dese allí arriba el Valle del Jalón con los ojos de otra época. Hasta los corzos parecen saberlo y nos encontramos aquí a toda una familia de ellos. Lástima que estuviéramos subiendo y entre la falta de aliento y las manos libres por si ocurre una caída, la cámara no se puso en marca a tiempo. También vemos buitres leonados y una bandada de grullas que vuelve de lugares más calidos donde han pasado el invierno. ¿Vendrá ya la primavera?.

Bajamos por el camino hasta Jubera y, ya en la carretera, bordeamos el Jalón y nos cruzamos con la vía del tren que unió, como estos caminos antiguos, toda nuestra comarca dejando riqueza y vida, aunque después se la llevó. Teníamos intención de llegar más arriba, pero el invierno todavía castiga al que se le hace larga la sobremesa. Se nos va la luz del sol y nos tenemos que dar la vuelta cuando aún estamos en Lodares. Nuestro plan era acercarnos hasta el nacimiento del Jalón y recorrer toda esta parte de las vías romanas y medievales, pero no estamos a tiempo. Nos conformaremos con llegar antes del cierre de los bares y pedirle a Alfonso que nos ponga una rápida en la terraza del Numancia, que por fin este fin de semana ha abierto. ¡Qué estrés en estos lugares!, ¿no es cierto?.

Nos despedimos compartiendo la conclusión de este paseo improvisado por otro tiempo. Allá donde vayamos encontramos algo interesante que ver, contar y fotografiar. Nuestra comarca está plagada de monumentos y entorno natural. Al final, sin quererlo, nos sale promocionar lo que tenemos. Porque es verdad, no nos lo cuenta nadie, pero tenemos entre manos un tesoro que, sabiendo enseñarlo, nos puede permitir generar trabajo en el pueblo y poder vivir al ritmo de "párate un rato que estás a tiempo".






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   EL POLVORÍN DE JUBERA Y LAS MINAS DE VELILLA
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