ALHAMA DE ARAGÓN Y SUS AGUAS TERMALES

La semana pasada nos poníamos las botas para pisar el suelo, aún huérfano de baldosas, del Castillo de Monteagudo. En nuestro paseo, por el tiempo y por el pueblo amurallado que forma parte de Los Pueblos Más Bonitos de España, nos encontramos con Mari Fe y Gloria, que nos enseñaron la parroquia de Nuestra Señora de la Muela, o también conocida como 'la iglesia del Castillo' y pudimos ver sus maravillosos retablos, uno de ellos expuesto en las Edades del Hombre, y su mezcla de arte del renacentista, barroco y mudéjar. Mezclados con ellas y también con Cristian, alguacil y señor de las llaves de Monteagudo de las Vicarías, nos enseña cada estancia del Castillo y cada rincón de su pueblo. Hasta subimos a las almenas de la puerta de entrada a la villa amurallada. Gran paseo para nuestras botas, que empiezan a estar un poco gastadas. Nos compraremos unas nuevas para el verano, mientras tanto, las seguimos utilizando.

Este fin de semana nos movemos hacia Alhama de Aragón y #MePongoLasBotas para pasar, casi de puntillas pues merece otro fin de semana de venir al balneario, por este pueblo de la ribera del Jalón, famoso en el mundo entero por sus aguas termales, que manan entre las rocas a 34ºC y han sido destino, en diferentes épocas desde tiempo primitivo, de visitantes ilustres y turistas atraídos por las propiedades medicinales de los más de dos millones de litros de agua que brota al año de entre las rocas de 'el baño', significado de Al-Hamman, nombre que le pusieron los árabes.

En Alhama de Aragón se encuentra el lago termal más grande de Europa y que ha sido lugar de baño primaveral de cualquier vecino del Alto Jalón que se precie. Este es un lugar mágico donde a nuestros abuelos se les curaban los achaques y a nosotros, los nietos, casi nos cortaban las uñas de los pies los peces 'devorahombres' que en las orillas se dedican a mordisquear los pies de los que no nadan. Aquí quizá se bañase El Cid Campeador en el año 1071, cuando reconquistó Alhama de manos de los musulmanes, que volvieron a ganarla, pues tenía un valor clave, y no fue hasta 1122 cuando definitivamente se quedó en manos cristianas, en concreto en las de Alfonso I de Aragón. Siendo tierra rayana, la Edad Media se la pasa de mano en mano Alhama, siendo de Aragón y Castilla en diferentes etapas hasta el s.XV, cuando se queda definitivamente en propiedad de la corona de Aragón.

Este lago termal sin parangón, el segundo más grande de Europa de sus características, ha sido atractivo de druidas, que acudían a sus aguas por sus propiedades mágicas. Después, los romanos y árabes le dieron gran importancia, que fue perdida en la Edad Media y no se recuperó hasta cuatro siglos después, en el s.XIX, cuando el empresario catalán Manuel Matheu comprobó en sus propias carnes, o más propiamente dicho, en sus huesos, las propiedades curativas de sus aguas para la artritis. En 1860 comenzó la construcción de su balneario, al que pretendía atraer a los burgueses y aristócratas más importantes del país e incluso a los propios reyes. Aquí comenzó una historia de amor entre el lago y el turismo de salud, que solo se vio rota por la Guerra Civil y la post guerra, que mantuvo 'seco' de turistas a Alhama hasta casi los años 80. No se veía desde entonces tan poco turismo. Ha tenido que ser el coronavirus el que tumbe esta oferta turística que permite, paradójicamente, aliviar dolencias pulmonares y respiratorias gracias al contenido de sus aguas termales, ricas en bicarbonato, nitrógeno y calcio. 

Antes de todo esto Matheus tuvo una vida intensa e interesante como hombre de negocios y figura importante e influyente en el devenir político de la época. En su casa de Madrid se reconciliaron Espartero y O'Donnell, fundiéndose en un abrazo para ilustrarlo. Fue Diputado en las Cortes, en Madrid, donde fue condecorado por la reina Regente María Cristina con la Cruz Supernumeraria de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y participó de empresas como la Sociedad Española de Seguros, la Azucarera Peninsular o el Canal de Isabel II. Los inicios de construcción de su balneario fueron los que llevaron el tren a Alhama de Aragón. Sabía que el éxito de su construcción dependía en gran medida del transporte, de modo que compró acciones de la compañía que construía el ferrocarril para influir en el desvío de la línea a Alhama, por donde ya circuló el tren en mayo de 1863.

El empeño de Matheus y después, a partir de 1911, de la familia Pallarés, ha hecho de este enclave un lugar perfecto para pasar desapercibido, curarse y volver al mundo deshecho de presiones, tensiones y dolores de la mente y del cuerpo. Nosotros hoy no nos bañamos, solo toca paseo e imaginarnos disfrutando, sin mascarilla ni cuidado cuando la pandemia acabe, de este lago templado y de la compañía con la que paseamos en silencio entre el viento, los pinos, el rumor del agua y el paso del tiempo, que en Alhama se detiene para ayudar al proceso de sanación que se hace en todo visitante del pueblo. Animamos a pasearse a todos por este lugar de cuento, donde la roca deja paso a la vida que crea el agua y brota una luz diferente a la habitual. En Alhama de Aragón todo se ve diferente después de un pequeño paseo.

Nos despedimos hasta la semana que viene, pero no nos quitamos las botas sin antes pasar por la Iglesia de la Natividad de la Virgen, el Castillo del que queda en pie su Torre del Homenaje, la casa consistorial, ejemplo de arquitectura popular de la zona y el casco antiguo, donde podemos observar, en la fachada de varias casas señoriales, blasones y escudos tallados. La semana que viene os espero para que paseemos, por el espacio y por el tiempo, de alguno de nuestros pueblos, monumentos o entornos naturales, esos de los que tanto tenemos pero poco conocemos y que, ya que nada se promueven, os los cuento. Nos vemos la semana que viene en un nuevo #MePongoLasBotas. ¿Te vienes? Te espero.